Por. Bárbara Lejtik
¿Es en serio?
Lo mismo me llevo cuestionando yo desde que vi el famoso desfile MET Gala, un evento orientado a la exaltación de la moda y las tendencias estéticas. Todo está bien, somos seres visuales, admiradores de la estética y la novedad, pero para mí rebasa en sí mismo el evento. No es la moda sino lo que las personas estamos dispuestas a hacer por cumplir los estándares de perfección que nosotros mismos hemos creado y en los cuales nos vemos cada vez más inmersos, sin visualizar siquiera una posible solución.
Los reflectores enteros y todas las planas de los noticiarios se los llevó Kim Kardashian, famosa figura pública que tiene tan solo en Instagram más de 307 millones de seguidores (una buena parte de la población mundial), quien desfiló en la alfombra roja con el icónico vestido que usara Marilyn Monroe en el año 1962. En aquel evento, mundialmente recordado, se celebraron los 45 años del entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy y en el que ante millones de espectadores entonará con gracia inigualable el famoso “Happy Birthday Mr. President”.
Los homenajes, las remembranzas son siempre algo lindo. Cuando entrevistaron a la influencer sobre lo que significó utilizar un vestido guardado por tantas décadas -valuado en nada menos que 4.8 millones de dólares-, cuál fue mi sorpresa, que lejos de mencionar algún tipo de admiración por la legendaria actriz, señaló frente a todos los medios de comunicación que para poder usar esta prenda tuvo que bajar 16 libras -poco más de 7 kilos- y que lo hizo en dos semanas con una dieta a base de jitomate, horas interminables de ejercicio y sauna.
Sin palabras me quedé, seguramente igual que usted, ya no supe más, desconozco si alguien le mencionó o si ella está consciente del daño que seguramente le hizo a su cuerpo, a su metabolismo, que hacer algo así es no solo altamente peligroso, además, es un ejemplo deplorable para la sociedad.
La mujer que no es ninguna jovencita, peor aún, poco se percató del alcance de sus acciones y fue aplaudida en todo el mundo por su gran hazaña y obvio por verse más guapa que nunca.
¿Qué hay detrás de todo esto que hace esta situación tan grave?
Que vivimos en una época terrible en la que no solo la juventud, la humanidad en general estamos obsesionados por alcanzar un estándar de belleza impuesto por gente que muy poco sabe de salud y amor propio, algo que ya no es es exclusivo de la clase adinerada y que daña a todos los estratos sociales; así como a mujeres y hombres de todas las edades.
Que hoy millones de personas buscan en redes las especificaciones exactas de la dieta y están decididas a hacerla y que todos los días jóvenes y adultos en todo el mundo padecen y mueren a manos de trastornos alimenticios, tan grave es el problema que la Secretaría de Salud busca generar una política pública nacional que prevenga y elimine la anorexia y la bulimia en niñas, niños y adolescentes, toda vez que en los últimos 20 años estos desórdenes aumentaron 300 por ciento en México.
En un punto de acuerdo que analizará la Comisión de Salud, se precisó que los factores detonantes son la presión social, los medios de comunicación y las redes sociales que muestran a personas extremadamente delgadas como sinónimo de éxito y fama, lo que incide en el comportamiento de adolescentes y jóvenes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a la anorexia y la bulimia como trastornos mentales y del comportamiento, que derivan en procesos depresivos, por falta de autocontrol.
Los focos de alerta son: comer descontroladamente, hacer dietas rigurosas, provocarse vómitos, abuso de laxantes y diuréticos, problemas con la dentadura, depresiones detectables, ir al baño después de comer, menstruaciones irregulares y preocupación exagerada por el peso .
La anorexia, la bulimia y el trastorno de atracón están presentes en el DSM V como padecimientos mentales adquiridos que ponen en riesgo la vida de quien los sufre.
¿En un mundo en el que salimos a marchar para exigir seguridad y respeto a la vida, somos nosotras mismas capaces de hacernos tanto daño?
¿Somos sin saberlo nuestras propias enemigas y las de nuestras hijas?
No deberíamos empezar por querernos un poco más y con eso me refiero a no aceptar bajo ninguna circunstancia aplaudir una conducta tan dañina por parte de ninguna figura pública ni de nosotras mismas.
