lunes 29 abril, 2024
Mujer es Más –

Por Bábara Lejtik

Quiero que sepas que el amor jamás es incorrecto, nunca es inconveniente y nunca es prohibido.

El amor como lo conocemos muchas veces es una definición, a lo largo de los siglos, desde que los humanos lograron incorporarse y verse de frente mientras copulaban y descubrieron sin querer algo, en ese momento surgió un sentimiento, una necesidad del otro, un afán de proteger, de ser del otro.

Algo tan sencillo lo hemos hecho tan complicado como nos ha sido posible, le hemos puesto etiquetas, millones de etiquetas, reglas, prohibiciones. Amar se volvió un contrato, toda una constitución en la que consideramos darnos si y sólo si lo que recibimos a cambio es mejor o proporcional, si nos conviene, si les conviene a los demás, si encaja en los estándares, si le gusta a la sociedad.

El amor cortés nos dio una amplia definición de que para amar es siempre necesario sufrir y renunciar, siempre quedarse en ese instante estático en el tiempo en el que pudo ser pero la adversidad lo impidió.

A lo mejor por eso en el mundo occidental nos ponemos tantas condiciones y consecuencias, a lo mejor por eso estamos más hechos a soltar que a luchar, a dejarse perseguir que a aceptar y entregarse sin miedo.

El amor romántico de pareja, que es al que me refiero ahora, ha sido siempre como nos lo hicieron creer, una cuestión de conveniencias y contratos.

Pero quiero que sepas que no en todos lados ni siempre ha sido así, quiero que sepas que ha habido gente que no estuvo de acuerdo, que no se adaptó, que vibraba diferente que los demás y que no quiso resignarse a los patrones que le marcaba la sociedad.

Hubo gente que sintió distinto, que no precisamente se sintió atraída o atraído por una persona del sexo opuesto, o de una edad dentro del rango, o del mismo estrato social, o de la misma creencia religiosa.

Hubo gente que para bien o para mal sintió amor, atracción, deseo por alguien que no estaba en el manual.

Tal vez sintió miedo, muchos no se atrevieron a romper estándares y amar sin miedo y con libertad.

Pero muchos, muchísimos fueron valientes, reconocieron primero que lo que sentían era genuino y único, que no lo vendían en las tiendas, que no llegaba por encargo, que no se podía planear ni diseñar, muchos sintieron ese rayo que te alcanza a la mitad de la calle y te calcina, muchos quisieron resistirse y cambiar el rumbo pero sucumbieron a la intempestiva fuerza que te remueve el alma, como un huracán categoría cinco.

Y ellos, los amantes se enfrentaron al mundo, prefirieron amar que vivir, se debatieron en guerras a muerte solo para poder amar libremente.

Lo explicaron con palabras, con canciones, salieron a las calles, sufrieron persecuciones, rechazo, desprecio, soportaron burlas y agresiones, solo por eso, por atreverse a amar.

Y es por ellos y ellas, los que amaron a pesar de todo, que te mereces ser feliz o infeliz pero libre, que tú tienes la oportunidad y el derecho de amar a quien tú quieras, como tú quieras, como ustedes quieran establecer un nuevo y único contrato implícito, en el que la única condición es amarse honestamente, en el que importan los sentimientos, la complicidad, las experiencias compartidas, la aceptación mutua y el deseo inagotable de caminar juntos.

Lo que diga el resto del mundo no lo escuches ni como ruido de fondo, amar es un acto valiente que muchas veces despierta envidias y animadversión, por el contrario, con las piedras que te lancen forma tu casa, agradece que los antiamor se hagan a un lado y dejen libre el camino, tú solo toma ejemplo de los verdaderos amantes, de los navegantes incansables, de los fuertes y de los que apostaron con todo en contra, en honor a ellos ama con todas tus fuerzas, con toda la libertad y plenitud.

Nadie más que tú recibirá el premio o el castigo por haberse atrevido o negarse a saltar sin paracaídas.

Porque cada persona es única, cada persona tiene el derecho de amar a su manera y de la forma que le haga sentir plena, no hay fórmulas, nunca las hubo, las inventó la comunidad, pero es tiempo de desinventar el orden y obedecer al corazón y la piel, al final eso es de lo que estás hecho y negarte a permitir que tú mandes sobre tu propia vida solo te traerá frustración que se reflejará en los que vengan después de ti.

Tu emoción es el único consejero sincero e incondicional, solo con lo que tú sientes quédate y honra el amor y reconoce que en la forma que sea, ha sido y será siempre la máxima fuerza del mundo como lo conocemos hasta ahora.

 

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