miércoles 08 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«RAZONES INTUITIVAS» Feliz cumpleaños, Dalai Lama

Por. Mariana Aragón Mijangos

Hace unos días mi amiga Bere me recomendó ver Siete años en el Tíbet, me dijo: Mariana, si no la has visto vela, te vas a identificar. Agradezco haberla visto, aunque en realidad todavía no entiendo si Bere se refería al inmenso ego del alpinista austriaco Heinrrich Harrer interpretado por un Brad Pitt en pleno, a su inquebrantable tenacidad para escalar los Himalayas, o a la maravillosa amistad que desarrollaron él y el Dalai Lama cuando éste aún era niño. 

Confieso que no había reparado en el papel histórico de ese hombre llamado Tenzin Gyatso, mejor conocido como el duodécimo Dalai Lama, quien el próximo martes 6 de julio cumplirá 86 años, lo cual me parece un buen pretexto para pensar en él, en lo que representa y en algunas de sus enseñanzas, particularmente en una época en la que nos hace falta que alguien nos recuerde que la compasión no es sinónimo de debilidad, sino de fuerza.

Tras 62 años de autoexilio, a partir la primera gran rebelión del pueblo tibetano contra la invasión China, el Dalai Lama sigue siendo el líder del budismo tibetano y promueve la resistencia pacífica desde Dharamsala, razón por la que en 1989 recibió el Premio Nobel de la Paz, así como múltiples reconocimientos subsecuentes, no sin la oposición del gobierno chino. 

¿Cómo entender en pocas palabras el conflicto en el Tíbet? De acuerdo a la periodista Kate Saunders, especialista en asuntos internacionales para la BBC; el Tíbet es rico en recursos minerales como el litio y el uranio, así como en la vital agua pues es la fuente de la mayoría de los principales ríos de Asía. Por ello, y por su ubicación estratégica en la frontera sur, desde el arribo de Mao al poder, conquistarlo se convirtió en uno de sus objetivos.

El gobierno chino impuso la anexión del Tíbet bajo el argumento de tratarse de una “liberación pacífica”, mientras para los tibetanos desde 1950, han sido siete décadas de invasión, de persecución religiosa, de despojo material y cultural, e innumerables violaciones a los derechos humanos, que ha llevado a decenas de monjes, quizá cientos, a autoinmolarse en protesta a la invasión, así como a miles de tibetanos a buscar refugio en India, Mongolia y otros países. Se calcula que alrededor de seis millones de personas viven en el Tíbet, de los cuales 150 mil se encuentran en el exilio.

Pese al hermetismo que los chinos han mantenido en torno a la situación en el Tíbet, los hechos han sido conocidos por la comunidad internacional, pero la postura multilateral ha sido tibia, evidentemente nadie quiere echarse encima al gigante asiático, por lo que la esperanza de una verdadera liberación para el Tíbet se desvanece cada vez más.

Sin embargo, tibetanas y tibetanos han permanecido fieles a su devoción por el Dalai Lama, por lo que la “revolución cultural” o mejor dicho el despojo cultural emprendido por el gobierno chino, ha sido infructuoso. De ahí que los chinos esperen con ansias el momento de la sucesión.

A sabiendas de esto, en 2011 el Dalai Lama declaró que cuando cumpla 90 años, decidirá si debe reencarnarse, y de hacerlo, también ha planteado que pueda ser fuera del Tíbet. El Dalai Lama se ha reencarnado 13 veces desde 1391, bajo un método centenario en el que el antecesor define en vida elementos de su próxima encarnación que, a su vez, el sucesor ratifica bajo la observancia de un consejo de monjes.

Pero China no está cruzada de brazos esperando, desde hace años viene preparando su propia “elección”. En 2007, el gobierno chino publicó un documento que establecía “medidas de gestión” para la reencarnación de los budas tibetanos. Además, se dice que desde Beijing se ha estado seleccionando a un grupo de lamas de alto rango “amigos de China”, para que entre ellos sea elegido el siguiente Dalai Lama.

Durante 62 años en exilio, el Dalai Lama no ha peleado la independencia del pueblo tibetano, sino la autonomía que les permita conservar su cultura, su fe y tradiciones, con la esperanza de un día poder volver a la gran meseta de los Himalayas. Cuando uno se adentra un poco en la historia, pega al corazón darse cuenta de la gran injusticia contra el pueblo tibetano, y que muy probablemente el sueño del Dalai Lama no lo cumpla en vida, por lo que no es raro que una se pregunte ¿cómo puede ese gran hombre seguir hablando de paz? ¿De qué sirve?

Él lo tiene claro, y con eso basta. En entrevista con el New York Times, hace unos años declaró: “Comparado con un siglo o con la vida de una persona, 60 son muchos años en el exilio. Pero para un movimiento o una causa, no son nada”. Devoto del mandala de arena de la kalachakra, práctica dedicada a la paz individual y mundial y al equilibrio físico, el Dalai Lama lo explica así:Es una manera de plantar una semilla, y esa semilla tendrá un efecto kármico.” Quedémonos con esta gran enseñanza que puede aplicar a diferentes planos de la vida: aunque ahora no podamos ver los frutos de actuar con ética, y compasión, ó de luchar por la libertad y la justicia, los frutos llegarán. No nos rindamos a la desesperanza.


Mariana Aragón Mijangos es politóloga, asesora política y articulista. Sus áreas de desarrollo son feminismo e interculturalidad, protección social y movilidad incluyente con perspectiva de género. Generadora de contenidos de campañas políticas y programas gubernamentales.  Integrante de la Red Global Women In Motion. Mamá de Abi, Sherouse y Apolo.
Tweeter: @MarianaAM147

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