Por. Saraí Aguilar
“Ya no me puedo ganar ni un peso en otra cosa; no porque sea huevona, es porque ya no puedo”, asegura Ninfa, de 87 años, originaria de Guerrero y quien publica recetas de cocina en YouTube (Proceso, 16/4/2021).
La señora abrió en agosto de 2019 su canal pensando en subir videos para compartir las recetas de comida tradicional guerrerense, lo que no había podido hacer por falta de recursos como una cámara o un celular para grabar y una computadora para editar. Actualmente es su nieta quien la ayuda con la grabación desde un celular y a subir los videos. Así ha puesto su esperanza en poder monetizar sus videos ante la falta de recursos.
“Los jóvenes son el futuro. Hay que construir, apostar, invertir en los jóvenes. Apoyo para mujeres empresarias, para madres trabajadoras”, etcétera. Todas esas frases que se convierten en lugares comunes, más en épocas electorales, resultan una condena para un gran sector de la población.
Porque mientras todos parecen querer “quedar bien” con este amplio sector de la población donde casualmente también recae un gran porcentaje del electorado, por el otro lado, permanece un sector que, si bien aparece en las campañas, siempre es con la promesa de un “monedero” o de un “apoyo” pequeño. Porque son invisibles y solo parecen servir para las fotos de los candidatos o del gobernante en turno: la tercera edad.
Porque en este país la pobreza tiene rostro de mujer. Y ser de la tercera edad parece un estigma.
En nuestro país residen 15.4 millones de personas de 60 años o más, de las cuales 1.7 millones viven solas. Sólo 41.4% son económicamente activos, y 69.4% presentan algún tipo de discapacidad, de acuerdo con la última encuesta especial del Inegi. Asimismo, la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, (Enadid) en 2018 reportó que el número de personas de 60 años o más que residía en México equivalía al 12.3% de la población total. Un millón 746 mil 125 conforman hogares unipersonales, es decir, viven solos. (El Economista 2020)
De acuerdo con la Enadid, de ese porcentaje que vive solo, el 60% son mujeres (1 millón 48 mil 426) y 40% son hombres (697 mil 699). Según la encuesta, 36.7% de aquellos que viven solos reciben jubilación o pensión; 21.7% están ocupados, pero no reciben prestaciones; 15.7% reciben aguinaldo y sólo 13.4% tiene vacaciones con goce de sueldo.
Desgraciadamente como enuncia la CEDOC, las desigualdades de género en otras etapas de su vida suelen situar a las mujeres adultas mayores en condiciones de desventaja en términos de bienestar social, económico y psicológico.
La pandemia, asimismo dejó al descubierto que los sistemas de salud y atención para la tercera edad resultaron obsoletos e insuficientes, siendo el sector que más defunciones ha sufrido a lo largo de la misma, muchas de ellas evitables.
Se necesitan con urgencia políticas de salud públicas y económicas para establecer mejores condiciones de vida y que llegar a la tercera edad sea mucho más que esperar promesas electorales que se limiten a repartir (mal y poco) dinero a nuestros adultos mayores. El futuro de todos lo vemos reflejados en ellos. ¿Es la vejez que desearíamos? Ellos tampoco.