domingo 05 mayo, 2024
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«POLÍTICA DE LO COTIDIANO» Jóvenes, familias y pandemia

Por. Adriana Segovia

Estamos cumpliendo un año de pandemia, para muchas familias, de encierro, trabajo en casa, escuela en casa. En mi trabajo clínico me ha tocado acompañar diversas crisis familiares derivadas del estrés de esta situación, que a estas alturas conlleva sobre todo mucho cansancio y desgaste a diferentes niveles.

Espero en entregas futuras hablar de diferentes poblaciones y su afectación, hoy quiero hablar de los jóvenes adultos, esos que pueden estar entre los 18 y los 30 o un poco más. En tiempos normales, estos jóvenes estarían gestionando la afirmación de su autonomía en la casa familiar, al tiempo que probablemente siguieran dependiendo de sus padres/madres por vivir en su casa o incluso por ser sus dependientes económicos en alguna importante medida.

Esa gestión nunca fue muy fácil antes. Desde los adultos que consideran que si los hijos o hijas viven bajo su techo, tienen que cumplir sus reglas, sin importar la edad que tengan, hasta toda una gama de flexibilidad que negocia tema por tema: la colaboración en las tareas de la casa, la autonomía para decidir sobre su propio espacio, tiempo, dinero, relaciones, salidas. En las últimas décadas, la precarización de los primeros empleos ha hecho que para los jóvenes no haya sido fácil la independencia espacial y económica.

Esta tensa situación de la autonomía de las y los jóvenes adultos, se ha complicado en la pandemia. Adultos jóvenes que tuvieron que regresar a la casa de los padres porque perdieron sus empleos, o porque estudiaban fuera de la ciudad o del país y ya tenían un espacio propio, aunque dependieran económicamente y ya no tenía sentido mantenerse fuera con la escuela en casa. Otros muchas y muchos no se regresaron, pero en realidad estaban planeando su salida de casa en un futuro inmediato, sin embargo, todos estos proyectos se detuvieron.

Adultos y jóvenes tuvieron que adaptarse, ni modo, no solo es una manera de sobrevivir, para muchos incluso la prolongación de la convivencia trajo buenas oportunidades. Sin embargo, la tensión en el tema de la autonomía se ha vuelto mayor. Incluso para quienes vivían con sus padres de manera cómoda, el roce permanente sin posibilidades de diversificar los espacios y las personas a las que se frecuenta, han saturado los ambientes familiares. Por ejemplo, hay padres que si ven a sus hijos en la casa, creen que les pueden pedir cosas todo el tiempo, sin respetar que estén estudiando o trabajando; se pierde la línea de su adultez y son vistos como hijos “menores”, siendo más importantes las urgencias de los adultos.

Otros jóvenes han respetado el aislamiento que protege a los adultos de modo ejemplar, sin embargo, ya va siendo insostenible. No es solo una cuestión de “chavos cansados”, es una cuestión de salud mental y etapa de crecimiento, un tema existencial, finalmente, que va ocasionando estrés y depresión porque no ven para cuándo recuperarán la autonomía interrumpida.

Ojo, no es que para los padres y madres haya sido miel sobre hojuelas, pero de ellos hablaremos en otra columna. Por ahora vale la pena pensar en estas tensiones de nada fácil resolución porque hay que mirarlas y atenderlas ahora, no “cuando esto pase”.

 

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