martes 18 junio, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

Louise Michel, bastarda, maestra, anarquista y no sé qué tantas cosas más… (II)

Por. RAÚL JIMÉNEZ LESCAS

Prisionera de estos gruesos muros veo nuevo mi hermoso viaje a Nueva Caledonia. Mi ser nunca fue tan fuertemente conmovido por el espectáculo de la naturaleza como cuando navegué en la sombría inmensidad del océano, cuando en el Polo Sur, fui testigo de una tormenta de nieve y vi el aire con la nieve blanca y el mar negro que devora las hojuelas que caían en la superficie; mientras que mi corazón vivió los días sangrientos de la derrota y la sublime explosión del 18 de marzo.

Luisa Michel.

Tenía 74 años cuando dejó de luchar, no por cansancio, ni por depresión, decepción o desánimo, sino porque murió de pulmonía en una habitación de un hotel de Marsella. Trabajó hasta el último día de su vida. Su labor fue organizar grupos anarquistas en Francia, Gran Bretaña y otros países europeos. Hablaba elocuentemente en público. Los carteles invitando a un mitin llevaron su nombre: hablará Louise Michel. Era todo un cartel.  Dictaba conferencias.

Louise Michel, 9 años de edad.

Luchó 74 años por la vida, pero la muerte la doblegó. C’es la vie! Fue el 9 de enero de 1905 en Marsella. Tuvo la satisfacción de ver que el mundo no se acabó en 1900 y oler que venía su Amiga, ahora como Revolución Rusa de 1905. Sí hubiera tenido fuerzas, seguramente… abría tomado el tren a Moscú, ahí nos vemos Amiga mía.

A su madre, Marie Anne Michel, que era bien dotada y sirvienta, la poseyeron el terrateniente y su hijo, era lo común en la Moderna Francia. El viejo terrateniente se llamó Etienne Charles Demahis y su hijo, Laurent Demahis. Nadie sabe ni importa quién de los dos fue el padre. Pero, para fortuna de los comuneros y anarquistas, nació Louise Michel en un austero castillo Vroncourt-la-Côte, departamento francés de Haute-Marne, el 29 de mayo de 1830. Ese año también, cansadas las obreras y obreros se sublevaron. Fue una rebelión popular, que provocó la caída de la monarquía de los Borbones. Se proclamó un nuevo rey, Luis Felipe y se desarrollaron las organizaciones sindicales.

Descripción: Château de Vroncourt
Château de Vroncourt.

Según nos contó en sus Memorias Louise, tuvo feliz infancia. Sus abuelos Demahis la adoraban y la consentían, tras la muerte del abuelo en 1850, heredó una fortuna la cual la invirtió abriendo escuelas para niños. Optó por la vocación de educadora, tomó el “curso normal” de Chaumont para graduarse como maestra, que consiguió en 1852, a sus 22 años de edad. Abrió su primera escuela gratuita en Audeloncourt, muy cerca de Vroncourt. Innova los métodos de enseñanza, organizando excursiones con los estudiantes para incentivarlos a descubrir la naturaleza. Les enseñó a cantar y entender La Marsellesa. En 1856, Louise dejó la Haute-Marne para establecerse en París, donde logró abrir otra escuela en 1871 en la colina de Montmartre.

Era una maestra muy joven, treintañera y de espíritu liberal cuando vivió y educó en Monmartre, París. Otro hobby fue proteger animales, especialmente gatos, que llenaban su casa. Y proteger a las mujeres y desvalidos, como secretaria de la “Sociedad Democrática de Moralización” que tenía como objetivo ayudar a los trabajadores a vivir y trabajar mejor y contra la prostitución femenil para transformarlas en mujeres trabajadoras.

Llegó a tener hasta 150 alumnos, pero solo de un tercio pagaban sus padres la colegiatura. Además de enseñar, con métodos innovadores de pedagogía en su tiempo, escribió poesía y se relacionó con los socialistas blanquistas. Francia y, en especial, París, era entonces, un hervidero de luchadores obreros, anarquistas, socialistas, comunistas y sindicalistas.

Así que entre su sólida formación educativa y cultural, su abuelo le había leído a Voltaire, Rousseau y los enciclopedistas, su abuela le enseñó canto y piano; su sensibilidad por la naturaleza, el arte y la infancia, su autodidactismo y las condiciones sociales y políticas de su época, la llevan a ponerse el vestido de la Revolución, a la que le sería fiel en las buenas y en las malas. En sus palabras:

“—No lo siento por mí, estoy más libre que muchos de los que caminan sobre los cielos abiertos en virtud de que sus mentes están encarceladas, encadenados por sus bienes, por sus intereses monetarios, las necesidades de su triste vida. Están tan absortos que no pueden vivir como viven… En cuanto a mí, vivo la vida del mundo”.

 

Du pain ou la mort
Du pain ou la mort, 1871 (Pan o Muerte).

Fue una mujer muy apasionada. Tenía un amor platónico: Víctor Hugo y uno terrenal: Théophile Ferré, también comunero. Se apasionaba por la educación, y también por la Revolución. Era picaresca, dijo la biógrafa Edith Thomas. Fue una maestra cuarentona cuando el torbellino de la Comuna sacudió el viejo orden burgués parisino. No la agarró mal parada, sino como propulsora de la Comuna. Su papel destacado como comunera la convertirá en leyenda, mito y la principal mujer de la Comuna de 1871.

Y, no fue la única mujer que participó activamente en la Comuna. Existían organizaciones femeniles. Asimismo, tenemos el ejemplo de las hijas del Moro, Karl Marx, Jenny y Eleonor, quienes viajaron desde Londres para participar, al lado de Paul Lafargue, en las actividades comuneras en Bordeaux, donde llegaron el primer día de mayo. Fueron detenidas en Bosot y conducidas a Luchon, interrogadas y expulsadas a España. La pequeña Eleonor sólo tenía 16 años de edad y Jenny 28. La prensa de Tolosa las acusó de ser “emisarias de la Internacional en las fronteras francesas y españolas”. Jenny estuvo más comprometida, porque llevaba dos cartas (una para Gustave Flourens, fenio exiliado y, la otra, de un comunero ya asesinado). Su instinto la salvó, se deshizo, como pudo de esas cartas y de una deportación a Nueva Caledonia, donde más tarde llegaría Louise Michel. Es probable, que esas cartas anden por ahí en el cuartel de policía, escribió Engels.

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