jueves 16 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

Bicentenario de Conchita Arenal II

 

Vestirse de hombre para hablar como mujer

Esponiéndolo todo,
tratándolo todo, inquiriéndolo todo
y queriendo resolverlo con una poderosa originalidad,
hija de la grande independencia de su espíritu,
constituye y constituirá siempre,
un mérito de naturaleza superior
Cánovas/Enriqueta Vila Vilar

RAÚL JIMÉNEZ LESCAS

Conchita era adicta a la literatura

Hay adicciones a adiciones. La de Conchita fue la Literatura. Como buena liberal ilustrada tuvo esa debilidad que ahora es una virtud: leer. Según su biógrafa, en la segunda mitad del siglo XIX, Conchita se vuelve adicta a la literatura, lo cual es probable que fuera años atrás. Sus composiciones poéticas: tres obras de teatro (Un poeta, La medalla de oro y Dolor y misterio); una zarzuela: Los hijos de Pelayo; una novela que no se ha conservado: Historia de un corazón y sus Fábulas en verso (1851), texto que será declarado lectura obligatoria en enseñanza primaria en el estado español, lo confirman, según su biógrafa antes citada.

Después del turbulento año del 48, Conchita colabora con el periódico liberal La Iberia. Diario liberal de la mañana (publicado en Madrid entre 1854 y 1898, fundado por Pedro Calvo Asensio) hasta su desaparición 44 años después. Inició con un texto sobre “Watt”, según la historia oficial, el inventor de la máquina de vapor, pero en realidad, fue su perfeccionista (lo cual no es menos) del invento de Thomas Savery.

Según su biógrafa:

La prosa de la autora en estos artículos es sobria, pues le preocupa, sobre todo, conseguir una exposición clara que ponga de relieve la importancia del hombre que contribuye a hacer progresar la sociedad a la que pertenece. García Carrasco, además de escribir artículos sueltos, es el encargado de redactar los editoriales, los artículos de fondo del diario hasta su muerte el 10 de enero de 1857. Tras su fallecimiento la redacción de estos editoriales que aparecen sin firma recae en Concepción Arenal hasta que Nocedal, ministro de Gobernación, promulga la Ley de Imprenta de 15 de mayo de 1857 donde se impone la obligación de firmar los artículos que versen sobre política, filosofía y religión. Mes y medio después, el 30 de junio, se publica una nota en La Iberia en la que se alude a los artículos sin firma publicados por Concepción Arenal y se anuncia el cese de su colaboración como redactora fija.

En Oviedo

Por un poema, que estuvo inédito, se puede inferir que Conchita se trasladó con sus hijos a Oviedo para retornar al valle de Liébano, donde vivió su infancia. Había enviudado y estaba triste. Ahí conocerá a un buen amigo, Jesús Monasterio y Agüeros (Potes, Cantabria, 21 de marzo de 1836-Casar de Periedo, Cantabria, 28 de septiembre de 1903), un gran violinista de la llamada “Escuela Violinística Española” y compositor de muchas obras como Fantasía original española (1853), para violín y orquesta. Fue alumno de Santiago Masarnau Fernández, primer presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl (ahí La beneficencia, la filantropía y la caridad  de 1861 fue una de sus obras).

Según su biógrafa: Como consecuencia de esta amistad con Jesús de Monasterio, decidirá fundar la rama femenina de esta institución en Potes. Se inician, pues, las preocupaciones sociales y humanitarias de Concha, cuyo fruto intelectual será su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860), que será premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, a pesar de que la escritora encubriera su identidad bajo el nombre de su hijo Fernando, que entonces tenía sólo diez años. Averiguada la verdadera autoría, por primera vez en la historia de la Academia se concede el premio a una mujer, ya que sus miembros fueron conscientes de la importancia del trabajo al analizar unos conceptos que en aquella época estaban poco claros.

Sobre el poema inédito dice María José Lacalzada de Mateo:

Escribiendo en 1885, Dios y Libertad, [Conchita] expresó la exigencia que los liberales y los católicos pusieran en segundo lugar su contienda política, privilegiando el bienestar de los seres humanos. Esta idea no tuvo éxito y el libro no fue publicado, estando la escritora en vida. En él encontramos otro aspecto de la herencia de Arenal, consecuente con su humanismo liberal ilustrado, que trata de incrementar la igualdad a través de la libertad y de aumentar el bienestar de forma armónica.

Su obra es prolífica, entre ellos “Filantropía” donde le preocupa el orden filosófico, la dignidad humana, analizó su biógrafa. Su siguiente obra:

El visitador del pobre (1863), nace de la observación de la escasa preparación que las mujeres tenían en el momento de socorrer a pobres y enfermos. Obra que será editada por iniciativa de Santiago Masarnau, presidente de las citadas Conferencias, quien se entusiasma al leer una obra en la que con inusitado tacto, amor a las personas necesitadas y con gran agudeza psicológica ofrece reflexiones y consejos para acercarse a estos desfavorecidos por la fortuna.

Ahí Conchita inicia su texto con la frase ¡Qué consuelo iniciar estas palabras!

Las presas

El 4 de abril de 1864 (año de la fundación de la Primera Internacional), el ministerio de gobernación, la nombró “Visitadora de Prisiones de Mujeres”. De ahí saldría un libro, cuya carta inició así:

Carta I. No suele pensar el preso que le compadece el que le visita. -Dificultad, pero no imposibilidad, de hacerle creer que hay quien se mueve por amor suyo. -Hay perversos, pero no lo son todos.-También en la prisión se comprende el deber y la justicia. -Parece que el penado quiere parecer peor de lo que es.-Asunto de la obra.

En La Coruña, conoció a la condesa de Espoz y Mina (La Coruña, 7 de marzo de 1805-22 de junio de 1872) que le apoyó para publicar sus 35 Cartas a los delincuentes (dedicada al Ilmo. Sr. D. Antonio Mena y Zorrilla) y el prólogo era contundente: “Se llama promulgar las leyes a imprimirlas en un papel o en un libro, donde las estudian los que han de aplicarlas, donde no las leen ni las oyen leer aquellos a quienes han de ser aplicadas”.

El año de 1865 será muy importante, porque Conchita participa en la Sociedad Abolicionista que buscó acabar con la esclavitud de las colonias españolas. Ahí escribe Oda a la esclavitud.

Señaló Enriqueta Vila Vilar que:

Concepción Arenal desarrolla una entusiasta y admirable labor a favor de los más débiles y también es su época más fecunda en la literatura. Se convierte en la primera mujer en obtener el cargo de visitadora de cárceles de mujeres, que ostentó desde 1863 a 1865, tras el cual publica una serie de obras de poesía y ensayo tales como: Cartas a los delincuentes (1865), Oda a la esclavitud (1866) –que fue premiada por la Sociedad Abolicionista de Madrid y que constituye la base de este artículo–, El reo, el pueblo y el verdugo o La ejecución de la pena de muerte (1867). Como puede observarse, su actividad es imparable y siempre pensando en los marginados, que fueron el fundamento de su abnegada vida. Sus trabajos sobre las cárceles y la situación de los presos le valió un reconocimiento nacional e internacional. Cánovas la definió perfectamente con estas frases que escribió sobre de ella: “doña Concepción Arenal, exponiéndolo todo, tratándolo todo, inquiriéndolo todo y queriendo resolverlo con una poderosa originalidad, hija de la grande independencia de su espíritu, constituye y constituirá siempre, un mérito de naturaleza superior”.

Fue el puertorriqueño Julio Vizcarrondo (9 de diciembre de 1829, San Juan, Puerto Rico; 1889, Madrid, España), el impulsor de la Sociedad Abolicionista Española, cuyo objetivo fue “propagar el principio de la abolición de la esclavitud y estudiar los medios más convenientes para llevarla a cabo” en Cuba y Puerto Rico. tuvo un periódico El Abolicionista Español donde escribieron Víctor Hugo, Luis María Pastor, Rafael María de Labra, Pi y Margall, José Luis Giner y Emilio Castelar, entre otros.

La revolución septembrina del 68

Conchita ahí estuvo. La revolución del 68 (del siglo XIX) ocurrió por una sublevación militar (acá le llamamos pronunciamiento) en septiembre y destronó a la reina Isabel II, iniciando el llamado “Sexenio Democrático” español (1868-1874). La historiadora, María Victoria López-Cordón, la definió como “La Revolución de Septiembre fue una brusca sacudida en la historia del siglo XIX español, cuyos efectos se dejaron sentir ampliamente en toda la geografía del país”. Como podemos ver, los españoles iban un poco desincronizados del mundo: la revolución europea fue en 1848, la española después.

Conchita aunque no abrazó el marxismo fue una revolucionaria de su época. Eso lo deben entender los “marxistas” de hoy: también hay revolucionarias y revolucionarios fuera del marxismo.

 

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