Si algo creo haber aprendido en estos tiempos pandémicos es a esperar. Cuántas veces escuché y asumí que “la espera, desespera” y por eso, tenía que forzarme a hacer las cosas en ese momento para no caer en la angustia que se genera. Y ahora, con la limitación de espacio y pérdida de libertad para cuidarse y no caer en las garras de ese bicho malo del Covid, nos damos cuenta que hay muchas cosas que no están en nuestras manos, que no podemos arreglar o hacer y que sólo queda esperar a que las piezas se acomoden solitas, para después, tomar decisiones. Hoy no se vale desesperarse por eso.
Entonces, es cuando te das cuenta que te acomodas en tu burbuja (ver escrito al que hago referencia al final de estas palabras), y que de repente, sin saberlo, empiezas a sentirte cómodo y con pocas ganas de salir de ella, te preguntas para qué y qué sentido tiene hacerlo. Quiero imaginar que cada quien ha hecho su propia burbuja, las cuales deben respetarse en sus diferencias. Supongo que algunas burbujas son simplemente aquellas de quienes han tenido privilegios para vivir un mundo propio de revista de sociales, en el que, dentro de sus comodidades, algunos presumen una supuesta generosidad hacia otros y lo publican para que se les agradezca, y así, justificar su manera de vida. Habrá otras burbujas de quienes han tenido oportunidades y han logrado lo que tienen con el fruto de su trabajo, permitiendo entonces, que ahora se transformen en privilegios para quienes le siguen en sus familias. Y hay burbujas que no han tenido oportunidades ni privilegios, de quienes se aprende todos los días que lo que más vale es la sencillez y la sonrisa. Muchas burbujas y cada quien, con la suya propia, con su propia historia, sus complicidades y ganas de vivir. Sueño que todas sean buenas en el sentido de no permitir ningún tipo de violencia y en las que hayan encontrado la forma de mantener un bienestar con base en el amor que se tienen.
Salir de la burbuja implica, a mi parecer, preguntarse “para qué”; es ponerse una meta, individual y colectiva, que nos permitan soñar y respirar. En esa espera que no desespera, uno debe reflexionar, aprender de lo que tiene y disfrutar lo simple, lo sencillo, lo que vale. Es regresar a aquello que importa; una buena charla con tus hijos en la que una aprende un mundo nuevo, una sonrisa de tu madre o un buen abrazo de tu padre, al recibir uno de los tantos libros que aumenta en su biblioteca cada semana.
En lo particular, en la salida de mi burbuja, me encantaría saber que las escuelas tuvieron el tiempo para definir nuevos modelos, adoptar las tecnologías que llegaron para quedarse y educar, no sólo haberse quedado con la manera más fácil de salir del hoyo haciendo sesiones de videoconferencia o programas de televisión, los cuales se pueden quitar cuando se regrese a clases.
Asimismo, puedo pensar que en algún momento llegó la luz para darse cuenta que hay muchos trabajos que no requieren checar tarjeta y estar tras un escritorio sin hacer nada para cumplir la jornada laboral; y que ahora han podido redefinir el trabajo con base en metas a cumplir y no con el valioso tiempo que se pierde. Hacerlo, implicará un beneficio para todos, no sólo a quien trabaja y el lugar en el que lo hace, sino para su familia y su comunidad.
Habrá quienes tengan muy claro para qué salir de sus burbujas, o requieran hacerlo por razones lamentables. Espero que no sean muchos de ustedes. Quienes tenemos la posibilidad de reflexionar nuestra salida preguntándonos para qué, les pido que ojalá puedan darse su tiempo y pensarlo bien. La felicidad no viene con lo que uno tiene sino con lo que uno carga en el alma. Hemos tenido tiempo para volver a nuestras raíces, buscarnos y entendernos más. Lo importante será ser honestos con nosotros mismos para que quienes nos rodean hagan lo mismo, rescatar nuestro sentido de comunidad y valorar las pequeñas cosas que más valen.
Regreso a mi burbuja y continuaré preguntándome para qué saldré de ella cuando se tenga la oportunidad. Mientras, a esperar…
EN MI BURBUJA (publicado 29 octubre 2020) https://mujeresmas.com.mx/2020/10/29/tengo-algo-que-decirte-en-mi-burbuja/
Vivo en un mundo raro. Decidí que sea mi burbuja, la que yo quiero, para tratar de calmar mis aguas. Lavo trastes y pienso lo que siento, y siento lo que escribo sin palabras que salgan de mi pluma. Vivo mi mundo, no el que cuentan en los periódicos ni en el que dicen que todas sus notas son falsas. Hace meses, tener trabajo y techo era algo normal cuando no lo era. Hoy es un privilegio ganado por el esfuerzo propio y oportunidades que te da la vida. No es el caso de tantos otros. ¿Apenas nos damos cuenta de ello? ¿Debo entonces sentirme mal por lo que tengo y aumentarle más a mi ansiedad? Le rasco al melón hasta sacar su última semilla como si quisiera buscar la verdad en todo lo que nos atormenta. Intento barrer lo que duele. La muerte está cerca, nunca la ves, y ahí está esperándote. Aún tengo mucho que vivir. Debo poner la ofrenda para mis muertos. Despierto cansada todas las mañanas y duermo preguntándome qué hice durante el día. Me encierro en mi mundo extraño evitando ponerle más sal a la sopa para que no se gasten las pocas neuronas que me quedan con el transcurso de los años. Mis canas ahora buscan sus raíces. Rompo papeles, en especial aquellos que llevan años hablándose entre sí. Me sacudo y bailo lo que se pueda. Reviso todos los días el sinnúmero de conferencias a las que debería asistir. Veo, de vez en cuando, los números tristes de una meseta interminable. Quiero salir y gritar con todas esas ganas estacionadas en el alma que debemos ser felices; esa felicidad que cada quien escoge y encuentra como puede. Doblo ropa como si con eso pudiera estar acomodando todos los parches de mi vida. Me tropiezo con el rompecabezas tratando de alcanzar mi ropero viejo y cerrado desde hace meses. Mis hijos preguntan por qué suspiro sin darme cuenta, y no tengo respuesta. Acomodo las medicinas de mi padre pidiendo que cada pastilla se multiplique en otros hogares. Trato de leer, trabajar y entretenerme para que las horas se conviertan en meses rápidamente, y esperar salir a la calle. No veo más las noticias. Bastante tengo con el agobio que siento. No queda de otra. Dicen que hay una luz al final del túnel y que no debes atorarte dentro de él. Vivo con miedo atrás de una máscara. ¿Dónde quedan los abrazos y besos que tanto me gusta dar? Hay que entender que lo que más cuenta en la vida es tener familia siempre presente y esa voz amiga cariñosa que te ofrece un paso nuevo. Reencuentros y permanencia de unos cuantos, los que más valen, los que aparecen con un pequeño saludo cuando menos lo esperas. Demasiado tiempo para reflexionar y tener paciencia conmigo misma y empatía con los pocos que están a mi alrededor. Abro mis ventanas para saber que el sol aún existe y que estoy viva. ¿Qué comeremos hoy? No lo sé.