En la semana que concluyó estaba marcado el día en el calendario, un 25 de noviembre, distinto sí. Como ha sido todo en el mundo entero desde que tenemos al COVID, pero con todo y ello, las mujeres, muchas, se organizaron como solo ellas saben hacerlo para manifestarse, porque la violencia no cesa, porque los hechos muy lamentables que vivieron en sus últimos minutos de vida las hermanas Mirabal, no dejan de ocurrir, prácticamente en todo el territorio nacional.
Pero este año hubo algo que llamó poderosamente mi atención, algo que he intuido por mucho tiempo y que hoy tengo la claridad para exponerlo: las autoridades, a través de las personas funcionarias públicas no han entendido nada.
No les ha quedado claro que las colectivas de mujeres gritan y han endiamantinado todo porque quieren mostrar su inconformidad por lo que las instituciones del Estado no hacen o han dejado de hacer. Porque desde todos los niveles de gobierno se les ha quedado a deber. Los tres poderes de la Nación han actuado con ciertas reservas y eso ha ocasionado que el violentador de la gran mayoría de las víctimas siga en las calles: la procuración de justicia es deficiente, las leyes tienen vacíos y la justicia no es solo ciega, también ha sido sorda.
Y es ahí cuando se comprueba que algunas instituciones y sus personas funcionarias tienen chispazos de grandes ideas y que no son las idóneas. En varios puntos del país, desde las instituciones utilizaron la idea de la antimonumenta que se instaló el año pasado frente a Bellas Artes, un esfuerzo económico de muchas mujeres que integran diversas colectivas, para colocarlo en memoria de aquellas que dejaron un vacío por su ausencia, por la vida arrebatada injustamente, pero ese no monumento, también tiene que ver con la denuncia, es pues, guardadas las proporciones, las cacerolas utilizadas en las marchas, la forma de decirle al Estado nos falta una, ni una más y ni una menos.
Por ello, resulta por demás incongruente que, sean precisamente las instancias de la mujer, secretarías de igualdad o de género, direcciones de asuntos de género o el nombre institucional que cada gobierno o dependencia decida ponerles, las que se dediquen a realizar actos en el día internacional utilizando una antimonumenta, pues se trata de un elemento de protesta ante la inacción u omisión por parte de las instituciones del Estado en los temas de violencia contra las mujeres.
El simbolismo de una antimonumenta es visibilizar la violencia con la que viven las mujeres, exigir sanciones y acciones contundentes por parte del Estado, por tanto, se trata de un mecanismo de protesta, que el 8 de marzo de 2019, cuando se instaló en Ciudad de México, fue con la intención de crear un memorial, para no olvidar nunca a las mujeres asesinadas.
Es de tal magnitud un símbolo de protesta que la antimonumenta de la Ciudad de México tiene una placa que dice: “En México 9 mujeres son asesinadas al día, ni una más”, lo que significa una demanda colectiva.
Así mismo se han instalado en algunas ciudades las bancas de color rojo, en las plazas públicas, para que todas las personas puedan verlas, porque la violencia contra las mujeres es así, a los ojos de muchas y muchos que poco o nada hacen.
Los eventos del 25N y de cada mes, los días naranja, deben ser pues, cargados de acciones que erradiquen la violencia, por eso la conmemoración es en un día tan especial, el día del aniversario luctuoso de las mariposas. Dignifiquen la forma y las acciones en ese día y en los 16 días de activismo que le suceden, que recuerden las personas servidoras públicas que esos días son para generar conciencia y eliminar las causas de violencia contra las mujeres por el simple hecho de serlo.
Sería vanguardista, pero sobre todo correspondería con las intenciones del 25N, que por ejemplo se revisaran los casos de mujeres en reclusión que además pertenecen a algún grupo de especial atención: migrantes, indígenas, diversidad sexual, discapacidad o adultas mayores, y que sus casos se revisen, que en un noviembre 25 sean acreedoras de los beneficios preliberacionales.
Que, en las contralorías y áreas de quejas de las dependencias gubernamentales, esos días se resolvieran los asuntos de denuncias por acoso laboral y hostigamiento sexual que viven muchas mujeres servidoras públicas.
O también que las fiscalías de Justicia en las entidades, esos días hagan lo propio con las denuncias de violencia intrafamiliar, de igual forma, sería fenomenal que los juzgados que resuelven asuntos de violaciones sexuales contra mujeres y niñas, y de violencia intrafamiliar, esos días resuelvan los juicios respectivos y las mujeres denunciantes puedan dormir tranquilas.
Sería de no creerse, que los juzgados familiares de todo el país, durante ese día 25 de noviembre y los sucesivos 16 días de activismo se dedicaran a resolver los juicios de custodia, alimentos, divorcios y patria potestad en beneficio de mujeres, cuyos casos tengan antecedentes de violencia por parte de sus parejas.
Esos serían actos verdaderamente loables, si, pueden y deben seguir educando hombres y mujeres para erradicar la violencia, pero eso no se logra con conferencias magistrales y replicando películas, sino con acciones que dejen profunda huella.
Por cierto, que estas acciones debieran suceder cada día, pero ante el mutis de muchas autoridades, se invita a realizarlas los 25N y los 16 días de activismo posteriores.
Al escribir, recordé con profundo pesar a Fátima, quien jamás debió morir y menos en esas circunstancias. Por cierto, al día de hoy ya van seis funcionarios llevados a proceso por obstaculizar las indagatorias en el caso de su desaparición.