martes 21 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«PUEBLO DEL SOL» Empresas culturalmente responsables

 

Por Rodrigo Llanes Castro y Boris Berenzon Gorn

“Alfabeto, pan y jabón hay que decir
y todo lo demás se os dará por añadidura”.
Alfonso Reyes

La semana pasada escribí sobre el museo Kaluz y el ejemplo que brinda un empresario como Antonio del Valle al construir un museo que busca transformar la sociedad a través de la sensibilidad de los que se deleitan con el arte. Y ahora les comparto este artículo que escribimos Boris Berenzon y yo sobre las empresas culturalmente responsables, una idea para que la Iniciativa Privada se involucre de lleno en la actividad cultural.

¿Por qué y para qué invertir en cultura? México cuenta con una riqueza patrimonial que ha sido motivo de asombro a lo largo de los siglos. Su imponente belleza natural y su basta diversidad cultural, han constituido un escenario histórico de verdadera excepción. Cuna de civilizaciones, en la lista de patrimonio mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la ciencia y la cultura, nuestro país cuenta a la fecha con 33 lugares designados (27 como Patrimonio cultural, cinco como Patrimonio natural y uno como Patrimonio mixto).

Esto lo convierte en el sexto país con mayor cantidad de sitios inscritos en la lista. Éste no se limita a los bienes materiales con un significado o valor excepcional, como las zonas arqueológicas, los monumentos, los centros históricos o las obras de arte. También comprende al acervo de conocimientos, valores y expresiones culturales heredadas de nuestros antepasados y que transmitimos a nuestros descendientes. El patrimonio cultural inmaterial se manifiesta en la lengua y la tradición oral, tradiciones culinarias, artes del espectáculo, juegos tradicionales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativas a la naturaleza y al universo; en la música y danza tradicionales, en saberes y técnicas vinculados a la artesanía milenaria, en la medicina de los pueblos originales, en modos de vida. Éstas son expresiones culturales que cambian con el tiempo adaptándose a las nuevas realidades, pero que contribuyen a darnos un sentimiento de identidad y continuidad al crear un vínculo entre el pasado y el futuro: el vínculo somos nosotros, el presente.

Lo anterior nos habla de un nicho de mercado que privilegia a la cultura como una moneda social que, paradójicamente, ha sido desestimada por parte de la iniciativa privada en México, dejando el desarrollo cultural en manos del Estado. Esta herencia del mecenazgo cultural de los regímenes posrevolucionarios ha cambiado su papel, con el paso de los años se ha ido reduciendo de la centralización a la dinámica de la administración de los recursos en los procesos la investigación y salvaguardia, y en la asignación y ejecución de proyectos de turismo cultural, cultura popular y desarrollo artesanal comunitarios, creación y operación de infraestructura, teatros, centros artísticos; programación y divulgación de las llamadas bellas artes.

Este panorama nos obliga a echar mano de numerosos estudios que sobre la cultura han realizado los especialistas para entender cuál es su papel como pilar de desarrollo social, particularmente en contextos de violencia por los que atraviesa nuestro país. Si entendemos que la cultura es un proceso y no un evento, comprendemos que es generadora de valores pues constituye un proceso inherente al desarrollo integral de cualquier país; transmite saberes, estereotipos, prejuicios, ideas, imágenes y sonidos del mundo, formas de representación y sistemas de interpretación. Por ejemplo, sería impensable concebir el modelo de desarrollo económico de los Estados Unidos de Norteamérica sin el papel fundamental que ha significado la lógica del capital y de los modelos de vida que comporta el neoliberalismo, sus dispositivos ideológicos, sus estrategias de posicionamiento y alienación, sin la industria cinematográfica de Hollywood.

El sector empresarial mexicano tiene una deuda en materia de inversión cultural. No ha desarrollado esquemas de participación, sociedad, alianza, manejo y gestión del patrimonio cultural y los contenidos que otorga a diversos escenarios naturales, culturales e históricos en términos de las listas de patrimonio deja de lado una gran cantidad de posibilidades que existen para el desarrollo de la llamada industrias blanca, industria creativa y que Adorno llamó “industrias culturales”. México es una potencia económica en ciernes. La mayor aportación de una cultura, es que su pueblo, este país, disfrute y usufructué su riqueza y que de ella derive el alimento para el espíritu y para el cuerpo.

El estado de lo cultural, luego de las últimas reformas, requiere de un diagnóstico que nos permita hacernos de un panorama general sobre las posibilidades que guarda cada uno de nuestros estados desde sus regiones y procesos culturales y que a la vez redimensione el peso social de la cultura en el desarrollo económico de México, sin chovinismos, etnocentrismos, regionalismos o esencialismos históricos.

El Estado no ha podido democratizar los bienes y servicios culturales. Entonces queda abierto el espacio de intervención del sector privado para el rediseño de legislaciones que flexibilicen y fomenten la inversión privada en el manejo y gestión de recursos culturales, en el rediseño de instituciones y políticas públicas a través de programas y acciones que abran un sector de oportunidad para una coyuntura reclinada en una crisis social severa a consecuencia de la corrupción y la impunidad radicalizadas en el narcotráfico.

El sector empresarial puede estimular a través de la producción de bienes y servicios culturales, la dinámica misma de los derechos culturales y de la participación ciudadana, incorporándose a procesos locales de financiamiento a través de agencias de proyectos que se planteen metas regionales, a partir de la organización del mismo sector cultural: corredores de teatro; locaciones, circuitos y festivales de cine y televisión por cable o Internet. La crisis de contenidos y financiera por la que atraviesan las dos grandes cadenas privadas, Tv Azteca y Televisa, impone un análisis de mercado sobre cuáles son los gustos que hoy modelan no la personalidad del público ni del mexicano, sino la diversidad de públicos consumidores de contenidos innovadores.

Actualmente los proyectos gubernamentales en materia de desarrollo cultural encuentran oposición entre el sector cultural precisamente por la ausencia de transversalidad y legitimidad. Se piensa en hacer, pero desde el escritorio, sin tomar en cuenta los gustos, las preferencias, las necesidades de consumo de los públicos, de los actores sociales en donde se implantan esquemas de intervención cultural sin consulta. Un ejemplo es la categoría de “Pueblos mágicos”, programa que no es malo en sí mismo, sino que muchas veces las instituciones estatales no atienden criterios serios de conservación, sino a la producción de escenografías que homogenizan la identidad de los pueblos, de las ciudades y/o centros históricos, contraponiendo legítimos valores comerciales contra auténticas expresiones en defensa del territorio.

¿Por qué invertir en cultura? Hay mercados, como la cultura, que normalmente son asociados con el gobierno. Se asume que el Estado es el único que debe invertir en la cultura, pues se trata de un bien público. Así, se deja a la voluntad del gobernante la construcción de espacios y proyectos culturales.

Según la encuesta de 2012 del INEGI, 3.8 de cada 100 pesos gastados por un mexicano van al sector cultural. Parece poco dinero, pero si tomamos en cuenta el tamaño de la población mexicana, nos podemos dar cuenta que significa alrededor de 123 mil millones de pesos anuales. El mercado cultural es sumamente importante en nuestro país.

Invertir en cultura, a pesar de lo que se cree, no es invertir en vano. Hay una demanda importante de bienes y servicios culturales. En otras palabras, los mexicanos demandan teatro, pintura y arte con regularidad.

Pero no solo eso: la construcción de un museo no sólo generará utilidades para quien lo construye: gracias al turismo, incrementará las ganancias del hotelero, el restaurantero y el vendedor de suvenires. También obtendrá un beneficio económico quien tiene inversiones en el transporte o cuenta con una agencia de publicidad, comunicación o diseño. Se puede decir, entonces, que varios sectores económicos son beneficiados con los proyectos culturales.

Es importante fomentar proyectos culturales para mantener esa identidad nacional. No debemos permitir que México pierda sus muy originales raíces.

La cultura promueve conceptos. Las personas que hacen cultura quieren expresar ideas, sentimientos o preocupaciones de su realidad social. Y lo más importante: buscan (o pretenden) transformar esa realidad. La cultura, así, debe ser entendida como una forma de expresar ideas, valores o principios. Y también como un mecanismo para influir en los demás. La cultura es una de las formas mediante las cuales se busca una alternativa de pensar o actuar, de cambiar la realidad.

Entonces, podemos decir que toda cultura, al promover valores, ideas y sentimientos, tiene una carga ideológica. Se hace cultura porque se pretende influir en el pensamiento de los demás. Es fundamental comprender que toda cultura promueve una cierta ideología. Más allá de los beneficios económicos, la cultura es un mecanismo para  alcanzar el poder o para defenderse de éste; para expresar descontento, para proponer.

Por este motivo, la cultura no puede ser solamente promovida por el gobierno. Como es evidente, el gobierno promoverá aquella cultura que le convenga, que le favorezca. Y hay muchas ocasiones en las que los intereses del Estado son distintos a los intereses de los empresarios y de la población en general. Por ello, los empresarios también deben promover su propia cultura. Así, cuando un empresario se disponga a financiar cultura, éste debe tomar en cuenta los valores, ideas o principios que subyacen en esa cultura.

Por último, el empresario debe promover aquella cultura que incentive a las personas a superarse profesionalmente, a emprender proyectos de negocios y esforzarse día con día. Los empresarios necesitan que los mexicanos aumenten considerablemente su productividad, sus ganancias y su consumo. Por ello, es fundamental instaurar la cultura del esfuerzo y el trabajo en la conciencia de todos los mexicanos.

 

 

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