sábado 18 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» Violencia televisada

 

En días pasados sucedió un acto que involucró a dos personas dedicadas a los medios de comunicación, ambas han sido polémicas por sus posiciones, un hombre y una mujer, Sabina y John. John y Sabina, un programa de televisión, un canal, el poder de la palabra, las actitudes evidenciadas en la pantalla: la violencia televisada.

No sé qué fue lo más grotesco. Si lo que pasó en pleno programa o la decisión salomónica del canal para continuar con la relación profesional de ambas personas, pero ya no bajo el mismo programa. Un comunicado de tres párrafos es demasiado revelador: justifica acciones inaceptables.

La pugna entre las personas conductoras nació en sus redes sociales personales, dónde presuntamente una se quejaba de que el otro se apropiaba del espacio televisivo sin compartir la palabra, alegando una co-conducción, no una relación subordinada.

Señalarlo en redes sociales, no está mal, quizá tampoco bien, eso no es lo importante. Seguramente era una discusión que merecía otro espacio y la participación de la producción del programa, sin embargo, ello lo hizo público, llevando el tema a su foro en lo que fue la última emisión el martes pasado, ante un invitado, al que se le dio la “queja” del comportamiento no paritario en las participaciones del programa.

Más allá de la polémica de un comportamiento que, desde mi perspectiva no es que no fuera paritario, porque finalmente ellos eran dos, y se suponía en igualdad de condiciones, eso ya generaba la paridad. La realidad es que públicamente podemos conocer lo que se vive en muchos sectores públicos, separo entonces la vida privada, el hogar de las personas y las problemáticas de la vida en común. Nos quedaremos con la vida laboral, académica, prestación de servicios o cualquier otra relación donde los hombres o las instituciones relegan la figura de las mujeres, por el único hecho de ser mujeres.

El trato machista incluye, como se pudo ver en el programa, ignorar a la otra persona, cosa que no le sucedió al invitado, que es hombre. ¿Hubiera sido en el mismo tenor si la invitada fuese mujer?, quizá no, porque podría haber sido aliada de la otra co-presentadora. Restringir el uso de la voz, lo que es muy común en relaciones de subordinación, sin embargo, en el programa se trataba de una relación entre iguales, que es lo que escandaliza. Siguiendo esta tónica, se encuentra la acción de no responder, es una forma de violentar también, que pareciera se deriva de ignorar a la persona. Finalmente, esto tiene como consecuencia que se invisibiliza la participación de la mujer, lo terrible de este caso es que fue “al aire”, lo que pudo ser constatado por una importante audiencia.

La determinación salomónica del canal de concluir el programa “de común acuerdo” entre las partes, sin dar un posicionamiento puntual, de alguna forma justifica acciones que por demás están reprobadas, la violencia contra las mujeres debe cesar en todos los ámbitos, pues es igual de peligrosa en la escena pública que en la privada, con efectos distintos, que involucran un sinfín de aspectos, pero que, sin duda alguna, menoscaban derechos.

En el comportamiento que se suscitó, cabe la posibilidad de un trato discriminatorio hacia la mujer, en razón de su género, lo que está prohibido por la Constitución Federal en su artículo primero.

Por otro lado, también deben señalarse las actitudes cargadas de micromachismos que se convierten en microviolencias, como si agregarles el “micro” las convirtiera en menos peligrosas, aunque se le agreguen esos distintivos, no podemos dejar de lado que los efectos de esas conductas son macros, como se advirtió en párrafo anterior, podríamos estar ante la vulneración de derechos humanos, y eso debe ser castigado.

Retomar el caso del Canal 11, tiene como objetivo principal señalar, evidenciar lo evidente, poner el dedo en la llaga, justo en la semana previa a la conmemoración del Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, respecto de que mujeres que tienen acceso a los medios de comunicación, que además saben cómo comunicar, son víctimas de tratos no deseables, la reflexión es, qué y cómo le hacemos todas las demás, las que no tenemos un micrófono, un canal de televisión, una tribuna, una curul, el espacio público para evidenciar a los violentadores, cómo disponemos o construimos un espacio de denuncia sin ser acosadas, relegadas y maltratadas por levantar la voz.

He ahí el problema, no todas las voces pueden escucharse y necesitamos que sí, que las instituciones del Estado escuchen cada denuncia, que en la iniciativa privada procedan las quejas y denuncias contra los arbitrarios, que en lo público y en lo privado la voz de las mujeres no se apague, que sigamos vivas, no únicamente para defendernos, tan solo para vivir con la libertad de la palabra, como la tienen ellos, los demás, el otro género.

Esto no es para defender a Sabina, es para hacer visible lo que se quiere invisibilizar.

 

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