sábado 18 mayo, 2024
Mujer es Más –

 

  • “Y llegó a la tierra prometida. Era feliz, no importaba nada…”: L.R.

Para Ly, cuya locura es mi cordura ¿O no?

Aquella loca había encontrado, según algunos, una nueva y divertida manera de locura, que es, en opinión de otros, la más difícil de todas las cosas humanas. Su cuerpo menudo, singular belleza y piel tierna del color del pan, aparecía con frecuencia en medio del lugar más apartado del jardín del manicomio, poco antes de ponerse el sol. Ahí donde crecían gerberas, bugambilias, hortensias, rosas y orquídeas, muchas orquídeas.

Movía los brazos en el aire, los bajaba, y desplazaba sus manos como si lo acariciara y lo quisiera atrapar; para después la brisa alborotara su corta, pero abundante cabellera castaña clara. Enseguida, metía con delicadeza en una bolsa de ayate todo lo que creía haber recogido y se quedaba como estatua de sal, dibujando una sonrisa triunfal que hacía empequeñecer un par de ojos coquetos en su cara de niña traviesa. Y así recomenzaba tal ejercicio.

—Tiene la manía de tocar con insistencia aquello que le agrada, como es el alma de los hombres guardando pequeños trozos —me dijo gustoso un enfermero ya entrado en años.

—¿Trozos del alma?

—Sí, primero la apapacha ligeramente y después desprende algunas porciones que conserva en ese sencillo costal.

—Bueno no siempre —señaló el viejo asistente acariciándose con las yemas de los dedos una reciente cicatriz en la ceja derecha.

De vez en cuando —dijo— se le ve en el lugar de costumbre del jardín, envuelta con destellos de luz y gritando “que mundo maravilloso”. Un pensamiento no la deja dormir y lo repite entre dientes, como un juego de origami mental y asegura doblarlo en distintas formas. Como mariposas de colores, un libro de cuentos, ramos de flores, vistosos pendientes y una cajita de cristal. Figuras que esparce por su cama, acomodándolas a su lado para luego sentir el latido de sus corazones y, finalmente, separarse de cada una de ellas y dejarlas ir; no sin antes repetir varias veces “las quiero mucho, pero recorran el mundo y hagan que la gente ría”.

—Entonces —dije convencido—, si los sueños y la locura son estados del alma, ¿Por qué no guardar aunque sea una parte de ella?

Se almacenan las galletas, las películas, los cuadernos, etc. El Departamento de Estudios Himalayos de la Universidad de Cocotech —tosí con garbo— sostiene el principio de conservación espiritual, completo o en pedacitos y de modo infinito; sin embargo, pocos individuos estamos enterados de esta máxima, que no es el caso de esta linda chiflada. 

—Seguí con mi alegato en voz alta—. No obstante, original del todo no es. Eso hacen los grandes creadores. Lo realizó Mozart cuando escribió sus sinfonías o Miguel Ángel cuando esculpió el David. De cualquier manera, el procedimiento de esta loca, como rescate y conservación del alma, es único. Quizá habría que perfeccionar el método, posiblemente incorporando las nuevas tecnologías, redes sociales, internet, rayo láser ¿Qué sé yo?

Pero advertí la mirada de asombro y disgusto del viejo enfermero, por lo que consideré oportuno callarme.

 

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