martes 07 mayo, 2024
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«COLUMNA INVITADA» 53 años sin el Che VI

 

          No soy moderado, sino que trataré de no serlo nunca

  • Los días más infelices del Che en México (preso y casi deportado)

 

Por. Raúl Jiménez Lescas

A mediados del año del 56, el Che vivió sus días más infelices, angustiosos y difíciles en México. Fueron detenidos los Guevara (Che, Hilda y la pequeña Hildita Beatriz). El Che fue amenazado con la tortura de su esposa e hija; acusado de “comunista” por la prensa derechista (El Excélsior), de mantener relaciones con los soviéticos y, lo único real, es que su visa estaba vencida, para rematar.

Las cartas a su madre en Argentina, son de angustia, pero firmes en su definición: No soy moderado, sino que trataré de no serlo nunca.

Esos 57 días preso y, los demás escondido en un cuarto de azotea de la colonia Narvarte (esa misma de la canción de la Sonora Santanera), desembocarán en su despedida de nuestro país: ¿Cuándo se fue el Che de México y por dónde?

La cosa iba en serio: la Utopía posible se preparaba para desembarcar en Cuba, por lo cual los entrenamientos de los revolucionarios del Movimiento 26 de Julio (M26) se incrementaron a principios del año del 56. De largas caminatas de Lindavista a Zacatenco en el entonces DDF, se convirtieron en entrenamientos militares para luchar contra el poderoso ejército de Fulgencio Batista. Las naves se habían quemado. La hoja no daría la media vuelta.

Pasaron de remar en el Lago de Chapultepec (como adolescentes que se jalan las clases, dice Taibo) a entrenar, en serio, en el rancho Santa Rosa de Chalco (de un exvillista). Según la evaluación que le hicieron al entrenamiento del Che:

“… asistió a unas 20 prácticas regulares, disparando un número aproximado de 650 cartuchos. Disciplina excelente. Algunas ‘planchas’ disciplinarias por pequeñas [ilegible] al interpretar órdenes y leves sonrisas” (Taibo. 1996).

Por las noches jugaba ajedrez, debatía de política y dormía en el suelo. Recordemos que el Che fue reclutado por Fidel Castro como el “médico” de la expedición a Cuba. Tenía que prepararse y, por su carácter y disciplina (recordemos que trepó el volcán Popo) quería aplicarse.

Taibo (1996) nos cuenta que hay una buena descripción del Che del periodista Carlos Franqui (enviado del M26 a nuestro país):

“Guevara tenía entonces un aire bohemio, un humor suficiente, provocador y argentino, andaba sin camisa, era algo narcisista, trigueño de estatura mediana y fuerte musculatura, con su pipa y mate; entre atlético y asmático alternaba Stalin con Boudelaire, la poesía con el marxismo”.

Pero tanto los espías cubanos de Batista como la policía mexicana les echaron el ojo.

La mala racha, que no terminaría hasta su partida de México, inició con una redada de la policía de la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS) de Fernando Gutiérrez Barrios, que toda la izquierda mexicana recuerda con rencor: elegante, muy elegante y muy represor, el 20 de junio, cuando son detenidos Fidel Castro y otros revolucionarios en la esquina de la calle de Kepler y Copérnico (actual colonia Anzures), donde se ubicaba una de las casas de seguridad del M26. Al día siguiente le tocaron tres veces a la puerta de María Antonia, la cubana y cayó preso hasta el guatemalteco Pantoja, que no tenía vela en el entierro, pero dormía ahí.

Luego los chicos malos de Gutiérrez Barrios visitaron la casa de los Guevara y se llevan a Hilda con Hildita en brazos. Días después los que estaban en el rancho de Chalco, pero sólo Raúl Castro logró escapar, mientras al Che lo bajaron de un árbol donde vigilaba, eso fue el 24 de junio como a las 6 de la tarde.

La redada fue exitosa gracias a los servicios de un infiltrado de nombre Evaristo Venereo que escapó, de la casa de seguridad, por una ventana y nadie lo vio ni nadie lo persiguió.

Los detenidos fueron trasladados a un centro de detención temporal de la DFS en Miguel Schultz, colonia San Rafael. La guillotina del artículo 33 constitucional se empezó a aceitar, pero como los revolucionarios del M26 no se metieron con asuntos políticos mexicanos, se guardó.

La policía encontró, entre las cosas del Che, la tarjeta de presentación del soviético Nikolai Leonov de la Embajada de la URSS en México y, lo acusaron de estar relacionado con la URSS, en realidad, el Che, como sabemos estudió algo de ruso en el Instituto de Relaciones y, el tal Nikolai, le prestó un par de libros soviéticos como Así se templó el acero de Nikolái Ostrovski.

Seguramente, Nikolái Leonov recordó al Che con odio el resto de su vida, pues lo regresaron a la URSS tras el escándalo en la Embajada de la URSS en México que, por cierto, el palacio estaba ubicada por ahí en los rumbos a Tacubaya, por la avenida José Vasconcelos (y fue propiedad de la condesa de Miravalle en el siglo XVIII).

Los 57 días de prisión del Che, sin embargo, fueron de alta moral, lo cual es lo más importante. Las fotos que señaló Taibo reflejan a hombres de moral alta, no deprimidos ni derrotados y, vaya que no lo estaban, especialmente el Che.

Pero hay un hecho fundamental en todos estos días de angustia (¿estarían angustiados?), apareció el general Lázaro Cárdenas del Río que intercedió ante el mismismo presidente de la República, Adolfo Ruiz Cortines en favor de los revolucionarios, que se preparaban para estallar una “huelga de hambre” el 9 de julio, posiblemente a la hora del desayuno.

Ese 9 de julio (aniversario de la Declaración de Independencia de Argentina) soltaron a 20 de los presos. Por supuesto que la fecha fue circunstancial, nada tuvo que ver la liberación de los detenidos con la Historia. Pero siguieron presos Fidel Castro, Calixto García y el Che, estos dos últimos por tener la documentación migratoria vencida. Hasta el 24 de julio quedó libre Fidel.

En prisión, el Che fue visitado por su esposa Hilda y, su pequeña hija, Hildita Beatriz. Mucho tiempo después Hilda lo recordará:

“Allí, acomodaba una frazada para echar a la niña y la defendía del sol con una sombrilla; jugaba largamente con Hildita, hasta que, a veces, se quedaba dormida y entonces la contemplaba largo rato y se entretenía con los gestos que la pequeña hacía de sus sueños” (Taibo. 1996).

Al día 57 de su detención, fue liberado el Che con Calixto García, con la promesa de abandonar el país en un plazo de 10 días.

El Che volvió tres días a su casa y se despidió de su esposa e hijita, a quien le leyó un poema de Machado:

De monte a mar esta palabra es mía

Si mi pluma valiera tu pistola

de capitán contento moriría.

¿Ahí ya estaba roto el matrimonio o era un paréntesis, tomarse su tiempo dicen los chavos y chavas mexicanas?

El Che se escondió, como sabemos en un cuarto de azotea de la colonia Narvarte hasta que un robo en el departamento lo cacharon, pero no pasó a mayores, por lo cual el Che, con ese tono a la Cantinflas dijo: “Seguro el ladrón fue el novio de una de las gatas” (Taibo. 1996).

El Che esperaba la orden para irse de México por el Golfo a Cuba, pues ya les había alertado a sus padres: Les diré que mi futuro está ligado a la liberación cubana. O triunfo con ella o muero allá.

Las cartas de despedida del Che, como se le conocen a sus hijos, a Fidel o a sus padres… Eran verdaderas cartas de despedida.


Fuentes:
Hilda, Gadea. Mi vida con el Che. Txalaparta. 2017.
José Natividad Rosales. ¿Qué hizo el Che en México? Famosos documentos desconocidos a 5 años de su muerte. México. Editorial Posada. 1973.
Miguel M. Delgado. Abajo el telón. México. Película con Cantinflas. 1955.
Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Guevara, también conocido como el Che. México. Planeta. 1996. Capítulo 7. Estaciones de paso.
Pierre Kalfon. Che: una leyenda del Siglo XX. Buenos Aires. Edhasa. 2010.

 

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