lunes 13 mayo, 2024
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«RESEÑA» ‘Demasiado odio’, Sara Sefchovich

 

Sara Sefchovich, una académica erudita con una prosa magnífica publicó en agosto de este año su nueva obra, Demasiado odio. En Demasiado amor, Sefchovich escribió la historia de Beatriz, una mujer enamorada y ahogada por una pasión maravillosa que la lleva a recorrer México y hacer un retrato de los cuadros, comidas, paisajes y sensaciones que llenaron su juventud a través de las epístolas a su hermana. La novela data de 1990 y muchos la describieron como “adelantada a su tiempo” por dibujar a una mujer liberada y fuerte capaz de vivir una historia más allá de los avatares del deber ser de ese momento histórico. 

Ahora en Demasiado Odio¹, se nos revela una novela que trastoca al lector otra vez con la historia de Beatriz, ahora a sus 53 años y en medio del desencanto donde se trata el problema del mal, de la violencia, se retratan paisajes y eventos mundiales que pesan sobre el lector como un balde de agua fría ante una narración que, una vez más, parece adelantada a su tiempo. Demasiado Odio demuestra que el odio jamás se construye de manera independiente. Se trata de una dialéctica, de un juego entre el eros y el thánatos. A medida que el lector recorre las páginas de la obra, se cuestiona cada vez con mayor claridad  si no será tal vez el amor el que engendra al odio, si no será acaso el amor el que lo justifica, el que lo defiende, el que lo mantiene.

En su quinta década, Beatriz narra a su sobrina los sucesos que describen su travesía por un México plagado de violencia, de corrupción y desesperanza; luego por un mundo lleno de banalidad y caos, de asesinatos y destrucción vacua. Ante la petición de su sobrina, llamada como ella, de ir a México, ella responde contundente: “México no es para ti, México ya no es para nadie”. La aventura comienza paradójicamente gracias a esa sobrina, quien poseedora del semblante de su adorada hermana, le regaló una nueva vida envuelta en un sobre con dinero y representada en un boleto de avión para irse a la playa. Beatriz abandona su negocio para irse en búsqueda de un paraje para descansar, pero se topa con una brutal realidad.

El México de sus recuerdos ya no existe. No existen los coloridos cuadros, ni la paz, ni la anhelada libertad de recorrer las calles con confianza o las hermosas playas y senderos llenos de verde. Lo que existe en cambio, es un país asolado por la delincuencia, el narcotráfico, las luchas de los grupos delincuenciales por el poder, la corrupción en todos los niveles de gobierno. Existen las calles vacías por temor, los pasajes llenos de basura y la destrucción de los antaño verdes caminos y azules mares. La inseguridad y el temor a ser mujer y ser violada o desaparecida. El temor de ser asesinado si al ganarte la vida no pagas uso de suelo, si no permites que tu cosecha trabaje para el crimen organizado o, simplemente, si no trabajas para los grupos delictivos. 

El semblante que dibuja en su recorrido por las costas del Atlántico y el Pacífico es desolador y doloroso. Beatriz no tiene hogar y vaga en búsqueda de un destino al que, finalmente, llega sin quererlo y marcando desde ese momento la historia de su vida: Apatzingán, Michoacán. Beatriz renta un cuarto en la casa de una familia y conoce a Alfonso, el joven que primero como agresor, luego como amante y finalmente como hijo, la guiará fuera de sus límites, de sí misma y de su país. La historia rompe con la racionalidad, es inesperada y angustiante. ¿Cómo puede una mujer como Beatriz, tan bella, tan brillante, tan madura, amar tanto a alguien que la destruye a cada paso? ¿Cómo logra encontrar en sí misma el caos que tanto le atrae de aquél a quien juró cambiar? La respuesta es desconcertante y parece que subyace a la propia condición humana.

La prosa de la novela lo sugiere. Sara Sefchovich narra, a propósito y echando mano de la repetición, sucesos análogos con personas y lugares similares; como insistiendo en la necesidad de ver en cada uno la generalidad de la presencia de lo llanamente humano. ¿Se trata acaso de una condición universal? Aquí y allá, en un rostro y en otro, lo que predomina en la novela es la analogía. Un grito desesperado para que el lector comprenda que existen situaciones y emociones que atraviesan el ser y que parecen irrenunciables. 

Quizá una de las más avasalladoras es el silencio. El silencio de una madre y una abuela que callan ante la destrucción y el mal tal vez por amor, tal vez por miedo, tal vez por comodidad, tal vez por interés. El silencio de los victimarios y la carencia de una total incapacidad de encontrarse en el otro, pues mientras a ellos y sus familias no afecta el mal, según piensan, no hay porque alarmarse. El silencio de la misma Beatriz, que al lector abruma y desespera, respondiendo a la atrocidad siempre con un: “Me quedé callada, ¿qué podía decir? 

Y es verdad, la situación general que narran las páginas del texto la causamos todos, todos aparecemos como cómplices y actores de una sociedad motivada por el caos, la banalidad, la destrucción, la cosificación de la existencia. Por azares del destino, Beatriz viaja para salvar a Alfonso a los Estados Unidos y a partir de ahí, respondiendo por momentos al miedo constante de volver a Michoacán—que para ella parece representar la sede de todos los peligros y el origen de la violencia del muchacho— y por momentos al disfrute de una vida sin ataduras, comienzan una travesía de varios años recorriendo el mundo. 

Incluso con las angustiantes razones que los llevan de un lado para otro, Beatriz tuvo instantes de gran felicidad, de contemplación y encanto. En Demasiado Odio Sara Sefchovich echa mano de su inigualable talento para la descripción, despertando en sus lectores emociones complejas, sentimientos encontrados, anhelos y hasta ansiedades. La comida de los Estados Unidos, las calles inclinadas de Boston, el acento de los ingleses y sus autos con dos pisos, la maravillosa catedral de París, los parques de Japón, las calles y fiestas de Estambul o España, los paisajes de Marruecos; cada cuadro nos absorbe y nos lleva de la mano a través del recorrido de un mundo complejo y hasta paradójico.

Pero con todo y sus especificidades culturales, con sus diversas costumbres, vestimentas, constituciones físicas y paisajes, parece que la humanidad tiene más cosas en común de aquellas que la distinguen. Parece ser que la desgracia, la muerte y el dolor son una de esas constantes, que la violencia tiene un extraño atractivo para el ser humano, que le produce placer y que en ciertos casos, se convierte hasta en una necesidad. La misma Beatriz se encuentra con el mal que crece dentro de sí misma, se reconoce en la violencia, en su deseo de recurrir al caos, ya sea por diversión o hasta sin motivación alguna. Ese deseo avasallante que acarrea al odio es en definitiva parte de la condición humana, como lo es el amor. Por momentos parecen indisociables.

Aparentemente el terrorismo y el narcotráfico, los fundamentalismos religiosos o la simple codicia, las tensiones políticas, o geográficas, o económicas, la violencia a un infante, una mujer, un anciano o un igual, no son tan diferentes. En todos los espacios es posible encontrar la amistad, la belleza y el regocijo, y en todos también la decepción, el dolor, la violencia, la tristeza, el hartazgo y hasta el odio. El camino por el que viajan Beatriz y Alfonso es, por decir lo menos, incierto y contradictorio. El desenlace sorprende y conduce a una reflexión que no llega a ninguna parte, tal vez porque los sentimientos poco pueden racionalizarse.

Demasiado Odio es una obra que debe leerse, una pieza magistral de literatura que mantiene al lector dentro de una incertidumbre permanente que lo despega del suelo, incluso cuando la repetición de la prosa trata de mantener sus pies en la tierra. La experiencia es única y los sentimientos encontrados derivan en una única verdad: a Beatriz no cabe juzgarla, ni siquiera tratar de entenderla. Únicamente vale la pena leerla, escucharla, seguirla a través de sus distintos parajes y dejarnos llevar por la narratividad de la autora que tarde o temprano hará que el enfrentamiento con nuestro propio yo sea inevitable. 


¹ Sefchovich Sara. Demasiado odio. Diseño de portada de David Maawad, fotografía de la autora de Carlos Martínez Assad. México: Océano, 2020. 261 p.

 

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