jueves 10 octubre, 2024
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BORIS BERENZON GORN COLUMNAS BLOGS

«RIZANDO EL RIZO» El COVID-19, la marca en el rostro de la cultura

La función capital de la cultura, su verdadera razón de ser, 
es defendernos contra la naturaleza.
Sigmund Freud

 

Las heridas que ha causado la pandemia en la cultura son profundas y se muestran en todas sus expresiones, algunas exquisitas, como las artísticas. Así sucede en cualquier muestra de “la civilización” a la que se refería Sigmund Freud en El malestar en la cultura, donde se vivían cotidianamente el Eros y el Thanatos, que finalmente son la esencia de la condición humana, sin imaginarios ni los ideales que el propio sistema establece.

La pandemia ha lastimado a creadores y difusores de la cultura, al tiempo que ha afectado a toda la sociedad. No acabaremos de entender sus estragos sino dentro de los próximos años. Aunque algunos empiezan estos días a abrir en la Ciudad de México, el cierre de decenas de espacios culturales podría prolongarse indefinidamente. De la misma manera, cientos de personas podrían interrumpir su formación artística, y los públicos que tanto trabajo había costado crear podrían dispersarse y no encontrar el camino de regreso. Tenemos que vivir en un eterno retorno a la cultura en su mayor acepción, la de cultivo.

El peligro no es solo coyuntural, pues amenaza con extenderse a lo largo de la década. Muchas decisiones tuvieron que tomarse en todo el mundo para enfrentar la pandemia. Definitivamente, en todo el planeta, el COVID-19 causó efectos que no se esperaban (ni siquiera en diciembre del año pasado, cuando se sabía ya de la existencia del virus). Incluso los países que más tiempo tuvieron antes de la llegada de la enfermedad o aquellos que al inicio tuvieron la mejor respuesta, han tenido que modificar sus estrategias en el camino. Fuera cual fuera el protocolo seguido, al sector artístico y cultural le tocó resguardarse, suspender las actividades que lo mantenían con vida. 

Claro que esta medida era necesaria. Las reuniones y concentraciones masivas han probado ser los eventos sociales que más favorecen el contagio de COVID-19. Sin embargo, es inevitable tener la sensación de que, en todo el mundo, las artes no fueron tratadas de manera acorde con su importancia. Probablemente, porque se pensaba que el confinamiento sería más breve y que en cuestión de un par de meses las butacas ya estarían nuevamente abarrotadas. Sea como sea, pensar que la cultura entera puede reducirse a una transmisión en vivo a través de Zoom o de redes sociales es, cuando menos, injusto. Además, esta medida apela principalmente a quienes ya estaban acostumbrados a ser espectadores y están dispuestos a hacer un esfuerzo extra para seguir siéndolo. 

La cultura es un espacio de reflexión, y no, un simple adorno. Hay una razón por la cual seguimos acudiendo al teatro, a pesar de que el cine nos ofrezca los efectos especiales más extravagantes. “Solo el que sabe es libre, y más libre es el que más sabe”, dijo Miguel de Unamuno, “solo la cultura da libertad”.

El contacto que tenemos con el otro sigue significándonos algo. Ver al artista crear una historia al momento, en una ocasión en que, por mucho que se ensaye, va a ser irrepetible, sin duda genera en el espectador una emoción que las pantallas no pueden replicar. Las múltiples disciplinas artísticas necesitan una de la otra para causar sus efectos en las personas; necesitan también sus múltiples soportes tanto la pantalla como el escenario, tanto la hoja de papel como el lector electrónico. No elegimos trasladarnos al teatro porque no tengamos opción en la televisión; lo hacemos porque buscamos dialogar de un modo como nuestro sofá no nos permite. 

Llevar la cultura a la virtualidad funciona siempre que sea en cierta medida. En este caso, siempre que sea solo temporal. Sin embargo, por mucho que haya aperturas al 30 por ciento, los pronósticos indican que esta temporalidad puede alargarse todavía por más meses. Esto dejaría un vacío que ninguna transmisión en vivo es capaz de llenar. No se trata de ser el Trump de la cultura y pedir que abran los espacios artísticos sin ningún uso de razón; se trata de señalar que un abismo está creándose y que necesitamos buscar la forma de subsanarlo sin poner en riesgo nuestra salud, pues el arte y la cultura no son elementos triviales de los que podamos prescindir como de un florero. Ya lo decía José Vasconcelos: “La cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral”.

La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) advirtió hace unas semanas que hacer todas las actividades culturales gratuitas puede tener un grave efecto en el futuro para este sector. La medida de decirle a la gente que ninguna de estas actividades tiene costo y que no requieren más que entrar a una red social para tener acceso a ellas, puede tener efectos en los públicos del futuro, que se sentirán menos dispuestos a pagar por espectáculos que, según se les ha dicho, deberían poder ver de forma gratuita en línea. Aunado a ello, la UNESCO también ha señalado que más del 10 por ciento de todos los museos del mundo podría cerrar para siempre sus puertas a raíz del confinamiento. Solo cinco por ciento de ellos pudieron entregar contenidos en línea durante la cuarentena; la ventana al mundo que significa el resto de ellos se encuentra cerrada.

Esto no se trata simplemente de exigir a la comunidad internacional medidas económicas o formas de rescatar a sus artistas (lo que también es muy importante) sino de notar que la participación en la vida cultural, en el arte, no es asunto de unos pocos. Nos involucra a todos, y en él se juega el desarrollo de nuestras sociedades y el planeta que dejaremos a las generaciones del mañana. Ya lo decía, nuevamente, Unamuno: “La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”. Y esta libertad debe protegerse a pesar de cualquier crisis.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

Este 30 de agosto nuestro país conmemora el aniversario luctuoso de Ángela Peralta, reconocida soprano que marcó la historia de México. Hace 100 años, una epidemia terminó con la vida de la cantante. Hoy, una epidemia distinta lleva al límite al arte y la cultura en todo el mundo. Sin duda, esta fecha está cargada de un intenso simbolismo que nos invita a comprometernos con la música y con la cultura en general, a involucrarnos y a no permitir que las carencias o el olvido desestimen la fuerza de nuestros artistas. Gran recuerdo para el Ruiseñor Mexicano.

Narciso el obsceno

Los narcisistas no aprenden ni con el tiempo la ínfima mismidad humana, y mucho menos, el lugar del otro. El egoísmo prevalece cuando se ven reflejados en un espejo muchas veces astillado.

 

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