jueves 03 octubre, 2024
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COLUMNAS GILDA MELGAR

«DOLCE ÁLTER EGO» Los objetos del confinamiento

 

¿A qué objeto nos hemos aferrado en estos últimos meses? ¿Cuál de ellos nos ha hecho el día todos los días del encierro? ¿Qué artefacto o artículo de la vida cotidiana ha impedido que nos volvamos locos? ¿Con cuál nos hemos reencontrado?

La respuesta a éstas y otras preguntas aparentemente irrelevantes se halla en las 100 fotos que el Museo del Objeto (MODO) ha colgado en su página oficial como resultado de la increíble convocatoria “Los objetos del confinamiento”, que lanzó el mes pasado invitando a sus seguidores a compartir una foto y un texto acerca de su objeto favorito del confinamiento.

Cien fotos con testimonios curiosos, asombrosos, chistosos y hasta desgarradores de mujeres y hombres comunes, que abrieron su casa y su alma para darnos voz a los que hemos experimentado exactamente lo mismo que ellos.

“Los objetos del confinamiento” es una iniciativa que aplaudo y veo como una celebración de vida en tiempos de crisis. Una especie de terapia que nos permite reflexionar acerca de las cosas que nos rodean y le dan sentido a nuestra vida cotidiana. Una forma asequible de exorcizar los demonios emocionales que trajo el Covid-19. Una meditación que nos lleva a honrar los objetos que nos permiten estar en el ser, pues como bien señala el MODO en su portal, “los objetos cobran un sentido diferente cuando se convive con ellos intensamente en nuestro acontecer cotidiano y se convierten en acompañantes que llenamos de significado, valor y sentimientos”.

Muchas de esas 100 fotos-testimonios me conmueven profundamente. Otras me dan esperanza y calma. Con la mayoría me identifico al 100 por ciento y las demás, me han dejado asomarme a formas de vida muy diferentes a la mía con un gran aprendizaje.

Entre mis favoritas está “Mi pocillo de peltre, el rey”, una imagen de la que se cuenta cómo un humilde objeto de cocina salvó el internet de una familia, al permitir que se dejara de usar el microondas mientras todos hacían uso de la red para las tareas escolares y el “homeoffice”.

También “Miguel”, la foto de un muñeco de trapo, obsequio de una comunidad indígena a su dueño por la entrega de una despensa solidaria, y que para él siempre será un recordatorio de la gratitud que deberíamos sentir por las cosas cotidianas cuya presencia damos por hecho.

La “Tarjeta de control de radioterapia” es el objeto de confinamiento atesorado por una madre angustiada. Una tarjeta que esconde una lección que me hizo poner los pies sobre la tierra, alertándome de que las quejas inútiles que he proferido durante el encierro no significan nada ante la urgencia de sobrevivir.

Por fortuna la convocatoria del MODO continúa y les he enviado ya la foto y el testimonio de mi objeto favorito. No sé si la incluirán en la segunda parte de la exposición. Pero tampoco me inquieta, porque gracias a su iniciativa hice mi propio ejercicio de reflexión acerca de las cosas que nos importan y de por qué nos importan.

Los invito a asomarse a la galería de “Los objetos del confinamiento” y, por supuesto, a subir su foto. Es una cápsula del tiempo. Un testimonio de los mexicanos que en la segunda década del siglo XXI nos obligamos al encierro ante la posibilidad de morir y de cómo los artefactos que nos acompañaron entre cuatro paredes nos salvaron el alma y la vida.

Museo del objeto (MODO)

https://www.elmodo.mx/los-objetos-del-confinamiento

IG: @museomodo

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