martes 08 octubre, 2024
Mujer es Más –

 

El año pasado fui invitado por la Fundación Proempleo a dar una charla sobre el emprendimiento. Se trataba de una sesión para analizar las condiciones sociales y económicas de aquellos que deciden emprender y cómo influían en el éxito de su empresa. Para hacer más amena la plática, busqué imágenes para ilustrar las ideas y encontré un buen ejemplo de historia de emprendimiento que servía para tales efectos en Netflix: el capítulo de Chefs table sobre Cristina Martínez, una emprendedora exitosa de origen mexicano que triunfó en Filadelfia. 

La docuserie nos cuenta la historia de ella: las condiciones de marginación y violencia en su familia de Calpuhuac, Estado de México, su trayecto para cruzar la frontera, el trabajo extenuante y su envío de remesas, cómo encontró el amor allá, su forma de padecer las fallas del sistema migratorio estadounidense y finalmente el emprendimiento culinario y su éxito, pues el restaurante fue considerado uno de los mejores de Estados Unidos por la revista gastronómica Bon Apetit

Como material de apoyo que entregamos en la sesión, escribí una reseña del capítulo y la terminé con una serie de preguntas que desde mi parecer todo emprendedor se debe hacer: “¿De dónde piensas obtener los recursos para emprender? ¿Tu pareja te apoya? ¿Soportarían un fracaso? ¿Cuál es tu meta o tus metas?” Entre varias más. El texto lo publiqué en el sitio web Conapetito donde también escribo: https://conapetito.com.mx/?p=4021

A raíz de la publicación, Inger Díaz Barriga una talentosa periodista que sale a cuadro en la serie de Netflix,  me comunicó que ella realizó un reportaje sobre la vida de Cristina Martínez para el Univisión Noticias y me envió el link para escucharlo, se llama “Mejor vete Cristina”. Su trabajo es extraordinario: se trata una investigación fina, con una narración cautivante y una producción impecable. Por su gran calidad el reportaje obtuvo el premio Ortega y Gasset de periodismo. Recomiendo ampliamente escucharlo: https://www.youtube.com/watch?v=f6_mtwkeIkg&list=PLIsWuqSba1BvlBA3V7q7hzu0cGbZDdnCD

Ahí nos enteramos de la historia completa de la emprendedora exitosa. Inger presenta así su relato: “Lo que estoy por contarles es cómo una historia que parecía tratarse del éxito de una chef mexicana en Estados Unidos se transformó en la historia de Cristina Martínez, una mujer que escapó de un secuestro, renunció a sus hijos dos veces, hizo rituales de santería, cruzó otras dos veces el desierto, liberó a un niño de los coyotes, vendió quesadillas en la calle, lavó platos por 7 dólares la hora, se casó sin saber inglés con un gringo 13 años más joven que no sabía español, fundó un movimiento nacional por los derechos de los inmigrantes y a pesar de ser indocumentada consiguió que su restaurante fuera uno de los diez mejores de Estados Unidos”.

A lo largo de siete capítulos escuchamos la historia completa. Y el final es tan sorprendente que trastocó todas mis convicciones sobre el emprendimiento. Pues nos enteramos que en el clímax de la popularidad de su restaurante (imaginen la proyección de su lugar con la serie de Netflix además del boom mediático por su historia) y cuando uno de sus hijos emprendía junto con ella en Filadelfia, cuando ellos juntos lograron expandir el negocio familiar, la muerte repentina de Isaías (así se llamaba su hijo) la llevó a decidir cerrar su local exitoso.

Entre los motivos estrictamente empresariales para su decisión estaba la dificultad de sostener dos lugares sin el apoyo de su hijo y el local famoso tenía un costo elevado de renta. El otro local en el que continuaron trabajando ella y su marido era más pequeño así que requerían menos empleados para atenderlo. Además de que redujeron los horarios para dar servicio únicamente los fines de semana, como tradicionalmente se hace con el negocio de la barbacoa en México. Gracias a todo ello lograron reducir sus costos operativos para así ampliar el margen de ganancia. 

Con el tiempo liberado gracias a sus cambios, Cristina se dedicó a hacer trabajo político encabezando una iniciativa para visibilizar a los inmigrantes indocumentados que por esa condición carecen de sus derechos básicos. Y aprovechó su fama para defender su causa en todos los medios que la han entrevistado.

Durante muchos años hemos creído en la idea de que cualquiera con ganas y una buena idea puede emprender. Vemos en el emprendimiento una ruta nueva y vigorosa para resolver la falta de empleos. Con la idea de “empléate a ti mismo” vamos incitando a muchos a buscar ser “sus propios jefes”. Los programas de incubación de empresas, start ups, y los institutos promotores como el extinto Inadem (Instituto nacional del emprendedor) sostienen la idea de que se puede alcanzar el éxito. Sobran los ejemplos que se utilizan para soportarlos: “piensa en quien inventó el Uber o el Air B&B, tú puedes alcanzar lo mismo”.

Pero triunfar en los negocios es más complicado. A veces ni siquiera depende de nosotros lograrlo. Imaginemos las difíciles historias de aquellos que deberán cerrar sus negocios porque no podrán sobrevivir al periodo de parálisis económica que estamos viviendo por la pandemia del Covid. Y si hacemos un catálogo de sucesos calamitosos recientes vemos que la incertidumbre y las amenazas son la constante: el temblor, la crisis mundial, la pandemia del H1N1, las devaluaciones y contracciones económicas y un largo etcétera.

En los emprendimientos vemos que la suerte se reparte de formas misteriosas. Algunos les va muy bien y a otros no. Por eso me resulta paradigmático el caso de Cristina Ramírez: cuando vivió el apogeo de sus fortalezas y oportunidades, instintivamente dio un paso hacia atrás. ¿Sería por miedo? ¿Por el dolor de la pérdida de su hijo? Solo ella nos lo puede responder. Pero lo que yo veo es una decisión importante: tener tiempo para dedicarse a luchar por los derechos de sus iguales: inmigrantes invisibles que cruzan la frontera por el derecho a un trabajo. Tejer así una red fuerte para protegerse de las redadas de migración, hacer un calpulli allende la Anáhuac donde gracias a ese trabajo político todos tienen que ver con todos. Donde cada miembro es importante para la comunidad y para el bienestar de todos.

Y ahí está la gran lección: extremadamente útil en estos momentos de incertidumbre donde urge repensarnos como comunidad y no solo como individuos en pos del éxito. Es momento de tender la mano a aquellos que se han quedado sin proyecto, sin negocio, sin sueños. Su pérdida personal se vive con angustia y dolor. Reinventarse les costará un gran esfuerzo y quizás no lo logren. Los fracasados viven una crucifixión implacable en este sistema que fomenta el sueño del emprendimiento. Es momento de volver a los principios comunitarios y solidarios. De saber que somos partes del todo y que en nosotros hay una capacidad sorprendente para ayudar, para ser empáticos, para experimentar el corazón compasivo y abierto.

Quizás necesitemos menos emprendedores de los que creíamos. Pero lo que veo que urge son Cristinas Martínez para comprometerse políticamente con causas sociales que construyan un mundo mejor. Las imágenes de ella sirviendo barbacoa a los paisanos, devolviéndoles el sabor de la Cocina del Pueblo del Sol son maravillosas: el consomé caliente con verduras, las tortillas hechas a mano, las salsas picositas y los vasos de agua de jamaica son disfrutados por mujeres, niños y hombres que se nutren con el amor y el respeto por lo propio. ¡Gracias Cristina!

 

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