sábado 18 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» Un largo viaje a Las Lomas y ‘Cien años de soledad’

 

Por MARISA IGLESIAS

Ayer salí del confinamiento para ir a una cita médica en Las Lomas. Yo vivo en San Ángel, por lo que en la actual circunstancia, fue como haber manejado casi hasta Matamoros. Un Periférico interminable, la desolada Reforma en donde caen aviones, la entrañable calle de Montes Escandinavos de los inicios del Canal 40 en modo pueblo fantasma. Por fin Sierra Nevada 234 y una puerta abierta. Un larguísimo viaje en plena cuarentena.

Todo me pareció nuevo, recién nacido. Lo ordinario vuelto extraordinario. La soledad en esta ciudad frenética. El tiempo como adormecido. Estacionarme frente al consultorio en una calle vacía. Echarle 5 pesos al parquímetro que quizá nadie cobre. La sala de espera desierta. Ofelia sin cubrebocas. Paz del otro lado del mundo en medio de esta locura.

No me gusta que la gente se baje de la banqueta para no pasar cerca de mí cuando camino unas cuadras para ir al cajero automático. Pero yo misma me sorprendo irritada si alguien no respeta la “sana distancia” en la caja del súper. No me gusta nada temerle al prójimo. Nada. Quizá por eso me supo tan bien hablar con alguien que no me tenía miedo. Dieter. Un médico. Un médico que no ha suspendido su consulta. Un tipo de carne y hueso en tiempos del Skype, del Facetime o del Zoom.

Desde el corazón de la crisis sanitaria en Italia, me llama Rocío, conocida en los bajos mundos del periodismo, y gracias a Javier Moreno Valle, como El Pocohombre. Ha escuchado el mensaje de Eugenio Derbez denunciando desabasto en una clínica del IMSS en Tijuana y quiere hacer algo para ayudar. Desde allá. En cambio aquí, el propio director del IMSS sube un mensaje en sus redes sociales para desmentir a Eugenio, quien revira con un impecable “Lo que digo es verdad”. ¿Qué hizo? Difundir una carta del personal médico de la Clínica 20 en Baja California pidiendo ayuda para hacer su trabajo en mejores condiciones. Y de inmediato se convirtió en un fifí, conservador neoliberal, adversario del gobierno. De un gobierno que todavía no atina a hacer un elemental llamado a la unidad en plena pandemia. Prefiere seguir dividiendo al país. Coleccionando enemigos. Hablando y hablando y hablando. Y la realidad, que se le adapte. Faltaba más.

Después de mi largo viaje a Las Lomas, con una escala en Superama, volví al confinamiento. A la quietud del jardín de Christina mi casera, al sol furibundo de mi terraza, al silencio. Hace unos días me regalé algo que hacía mucho tiempo quería hacer y no había podido: releer CIEN AÑOS DE SOLEDAD. Una edición de 1971 que fue de mi madre. ¡Qué cosa! Cada frase arde y es un gozada sin fin. Ahí está toda la música. Ahí están todos los mundos. Ahí está toda la vida. En Macondo. Y pienso que hay cosas más grandes que la enfermedad y la política. Que la negación y la mentira. Que la desconfianza y el miedo. Que la palabrería hueca en tiempos de crisis. Y eso que apenas voy como a la mitad. Cuando “un hombre se enrosca como un gato al calor de la axila de una mujer”. ¡García Márquez forever!

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