martes 14 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

La saliva ajena. El sexo en cuarentena

“Quiero probar tu saliva”, es lo que les digo a mis ligues de ocasión cuando estoy en fase dos, es decir, cuando ya vencimos la timidez y estamos en las aproximaciones respectivas. No es momento ni lugar para hablar de lo que ocurre en la fase tres, donde todo, literalmente, fluye mejor.

El caso aquí es que el intercambio de babas constituye una condición sine qua non de dar un beso, cuyo nombre técnico es ósculo. Pues bien: darse ósculos en tiempos del Coronavirus es potencialmente mortal. Cuando estar cerca de alguien un metro o darse la mano es riesgoso, ya de intimar ni hablemos.

Esto me recuerda lo que decía Carlos Monsiváis en la cúspide de la epidemia de SIDA, cuando algunos recomendaban la abstinencia total de sexo. Palabras más, palabras menos, consideraba una barbaridad, una monstruosidad, que el ser humano se viera sometido a semejante medida draconiana. Quizá si la Humanidad hubiera hecho caso en aquel momento, el crecimiento demográfico se habría moderado, ahora seríamos muchos miles de millones de seres humanos menos, pero los que hubieran serían infinitamente infelices. El sexo es natural, es un instinto concomitante a nuestra condición humana, que no se puede prohibir.

Lamentablemente la crisis sanitaria global que estamos padeciendo hace que, por el momento, tengamos que alterar hasta nuestros propios instintos, al menos algunos de ellos en cierta proporción, como el de ser gregarios y el de procrear. Las imágenes en vivo, de ciudades fantasma por doquier, me recuerdan a la película Soy Leyenda de Will Smith y a esa otra de Denzel Washington, donde un demonio va brincando de persona a persona con tan sólo un roce corporal.

Ni duda cabe que la Humanidad vive su hora más oscura del último siglo, que ya es mucho decir, si recordamos que en estos cien años han habido dos guerras mundiales, brutales exterminios étnicos y devastación ecológica. La diferencia es que ahora toda la Especie enfrenta un mismo enemigo por primera vez desde 1918, en que la Gripe Española se calcula que contagió a 500 millones de personas, de las que mató a cerca de  100 millones.

Me gustaría decir aquí que la hora más oscura de la noche es justo antes del amanecer, y que después de la tormenta viene la calma, pero en esta ocasión cuando despertemos de la pesadilla pandémica, me temo que estaremos frente a los escombros de un mundo globalizado hecho trizas. Millones de desempleados, sistemas bancarios colapsados por tantos súbitos deudores, millones de empresas en quiebra, múltiples gobiernos y el sistema financiero mundial incapaces de fondear tantas necesidades sociales.

Por primera vez en la historia moderna, vivimos una crisis tanto de oferta como de demanda. Por eso me parece que la guerra petrolera entre Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos es criminal. Amenaza con paralizar la economía global en cosa de unas cuantas semanas. Esa debería ser la primera medida humanitaria de la élite que gobierna al mundo: al menos suspender su rebatinga energética por un tiempo, en lo que se frena la caída del mundo actual.

Por desgracia en muchas regiones del Planeta habrá desabasto, escasez, actos de rapiña, xenofobia. Tan sólo un dato, de los muchos que comienzan a ponerme los pelos de punta: ya hay una grave escasez de sangre en muchos hospitales en diversos países, insumo que es vital para atender afecciones tanto o más graves que el Coronavirus. Es la consecuencia lógica y comprensible de impedir el tránsito de personas y, por ende, de donadores. ¿Cuándo se regularizarán esos inventarios? Lo mismo ocurre con prácticamente toda la cadena de suministros de todo lo que los seres humanos consumimos: detergentes, celulares, jabones, coches, medicinas. Todo estará de cabeza.

Para darnos una idea del punto de inflexión que la Civilización está viviendo, baste ver cómo comienza a generalizarse el uso de hoteles como sitios de confinamiento de infectados. Acaso es el reflejo anticipado de que, como dijo Angela Merkel, la primera ministra alemana, hasta un 80 por ciento de la población pudiera llegar a infectarse.

Esperemos que no, pero lo que es un hecho es que aún no hemos tocado fondo. La curva de infección aún no llega a su punto culminante en el Tercer Mundo. Si a Italia, China, Estados Unidos y España les ha ido terrible, ni imaginar cómo se pondrá en África, Venezuela, Cuba, Centroamérica o sitios de hacinamiento como Ecatepec o Iztapalapa, cuando “venga lo peor”, como nos lo anticipan apocalípticamente por todos lados.

Lo que es un hecho es que dentro de unos meses, al remontar el Coronavirus y transitar por la recesión mundial más profunda de la Historia, la Civilización será otra. Nadie sabe cómo será, pero lo cierto es que habrá un nuevo orden mundial. Todas las pandemias en la historia han detonado grandes cambios, ya sea precipitando guerras, levantamientos armados o cambios profundos en los hábitos de higiene, por ejemplo. Son cambios que no nos curan necesariamente, pero que nos hacen sanar de algún modo.

Dice un médico argentino cuyas tesis del Coronavirus se han hecho virales estos días en las redes sociales, que ‘Dios no castiga sino perdona’, contestando así la duda de si estamos frente a un castigo divino o no.

Yo digo que si, que todo indicaría que Dios se cansó de nosotros, de nuestro egoísmo, de nuestro capitalismo salvaje, de nuestra depredación ecológica, de nuestro ensimismamiento, de nuestra violencia contra nuestra propia especie. Vaya paradoja que hayan -por fin- bajado los niveles de contaminación y que el calentamiento global haya tenido un respiro, a costa de detener de golpe a la Humanidad entera. En México hasta los homicidios disminuyeron, algo impensable hace cosa de días.

Dicen que el sexo ayuda contra la depresión, genera endorfinas, quema calorías y mejora las relaciones de pareja. Al parecer, hasta esas bondades tendrán que aplazarse por una temporada. En estos tiempos de modernidad, cientos de millones de parejas viven separadas, cada una en su casa, lo que parece una fórmula infalible para mantener una sana relación de pareja, solo que hoy ese mecanismo de sana distancia juega en contra. El sexo también está en cuarentena, sobre todo para los solteros que son mayoría.

Raúl Rodríguez Rodríguez
Analista y escritor
@rodriguezrraul
Ig raulrodrodmk

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