Es un día cualquiera de 1917 en plena Guerra Mundial. Dos soldados tienen una encomienda urgente para poder detener una carnicería más en medio de la gran conflagración. Tienen unas horas prácticamente para cumplir con la tarea.
Son solo unas horas en las que se muestra el horror de estar en un frente de guerra, en tierra de nadie. Primero, el impacto de ver un cadáver, pero luego son decenas de cadáveres. Cientos de cuerpos, rostros mordisqueados por ratas. Sus compañeros fuman, ríen y caminan sin voltear a ver nada.
Es desolación, miedo constante, pero finalmente nada. Vivir o morir no representa ya nada. Porque todos saben que estar ahí, entre metrallas, balas y cuchillos puede ser cuestión de horas, días, años. Nadie sabe en qué momento viene la muerte. Los valientes soldados solo saben que tienen que cumplir con su deber.
En medio de la desesperanza no falta el gesto humano, el de tender la mano incluso al enemigo. Pero en la guerra cualquier gesto humanitario puede ser contraproducente. Enemigos son enemigos y la guerra es la guerra.
Es la película 1917 de Sam Mendes nominada ya a varios premios Oscar.
El buen cine como la literatura están siempre para hacernos reflexionar, para sacudirnos internamente y eso es lo que logra la película.
Son casi dos horas para mostrarnos un pequeño pasaje de la Primera Gran Guerra. Mucho se ha descrito el primer gran conflicto que marcó a la humanidad. ¿Por qué el impacto de 1917? Tal vez nos sacude porque muestra cómo la cotidianidad de las cosas, aún las más terribles y despiadadas nos hace perder capacidad de asombro y preocupación. Son parte del día a día. Y cuando eso ocurre, los seres humanos se acostumbran al horror. Nada parece conmover a la mayoría.
Por fortuna nunca faltan los solidarios y valientes, quienes a pesar de nadar literalmente entre cadáveres, no pierden el compromiso con la vida y con los seres humanos. Porque no hay nada más triste y terrible que acostumbrarse a vivir en el horror, en un mundo donde ya nada conmueve o donde la indignación dura horas.
Imperdible 1917.