jueves 02 mayo, 2024
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«COLUMNA INVITADA» La discapacidad emocional

 

El caso de la alumna del ITAM no debe ser lejano, no solo para quienes tienen hijos e hijas en edad escolar, independientemente del grado que cursen, es una preocupación que involucra a la sociedad entera.

Los niveles de suicidios estadísticamente han aumentado, las causas pueden ser innumerables, lo cierto es que el Estado, las instituciones, no solo educativas, sino del sector social, económico, de salud, entre otras, deben involucrarse para generar acciones preventivas, y de rápida reacción para identificar los casos y apoyarlos con la oportunidad debida.

Esto no se trata de tachar debilidades, de criticar sistemas educativos, es un asunto de salud mental, cuyas consecuencias aún no son medibles, pero que de acuerdo con institutos médicos de salud mental, agrupan como padecimientos crónicos a la depresión y el estrés.

Ahora, ha salido a la luz cómo en una institución educativa, que supera estándares de calidad, los servicios de atención humana y pedagógica dejan que desear, pero esas conductas, no solo de exigencia académica, sino de otro tipo de abusos, permea en el ánimo de las personas. Así también, se encuentran algunas instituciones del servicio público, donde, constantemente son amenazados con cesarlos, iniciar procedimientos administrativos, pérdida del trabajo, amenazas y hasta violencias que van desde lo verbal hasta lo físico.

Misoginias, amiguismos, compadrazgos y comadrazgos, favores sexuales y una serie de cuestiones que nada tienen que ver con la materia educativa o laboral, es una dura realidad institucional.

Y eso conlleva a otra realidad aún más cruda, que cada día aumenta sus cifras: la discapacidad emocional.

Este tipo de circunstancia será en un futuro no muy alejado un padecimiento que impida realizar diversas actividades, la imposibilidad de mostrar o demostrar emociones que pueden ser desde la tristeza a la ira incontenible, será propicio no solo para que alguien decida terminar con su vida, sino que podría generar un ambiente de violencia en escuelas y centros de trabajo.

Para este tipo de circunstancias emocionales no existe edad ni actividad específica, un detonante puede ser en gran medida el estrés y de no poner extrema atención, es casi imperceptible.

Los trastornos de la personalidad en su mayoría se acompañan de depresiones capaces de inhabilitar a la persona, impidiendo su libre desarrollo y en ocasiones una vida digna, de ahí que, esa condición trae aparejada una forma de impedimento para el ejercicio de varios derechos, por tanto, las personas que presenten síntomas que involucren cambios bruscos de comportamiento deben ser atendidos para su protección y el de las personas de su entorno, ya sea en el ámbito familiar, escolar o laboral.

No tener en cuenta estas situaciones y qué padecimientos agravados de salud mental no se encuadren en el esquema de discapacidades vulnera a la persona. Que las instituciones no tengan un servicio adecuado para tratar padecimientos emocionales dificultará el desempeño eficaz en cualquier actividad.

Por lo que hace al servicio público, al igual que ha sucedido en la institución educativa, han salido a la luz pública tratos discriminatorios, así como abusos físicos y verbales que superiores jerárquicos ejercen contra el personal a su cargo, ahí, de igual manera, la afectación emocional es de ambas personas: quien la ejerce, puesto que no tiene la capacidad de enfrentar circunstancias del día a día a menos de que utilice herramientas intimidatorias, por el lado de quien sufre los maltratos, cualesquiera que sean, ve vulnerada su autoestima, generándole un esquema de persona non grata en la oficina o centro escolar.

Todo ello, tarde o temprano llevará a la persona a padecer diversas sintomatologías emocionales que pueden impedirle el desempeño de sus actividades, en grado superlativo podría tener un triste desenlace como la pérdida de la vida.

La atención a la salud mental parecería un asunto íntimo o personalísimo, pero no lo es, ya que en una sociedad o comunidad, las personas interactúan con los demás, por tanto es y debe ser un asunto público y un tema de todos y todas la atención prioritaria.

No hay profesores, profesoras, jefes o jefas exigentes, o con neurosis, nadie “anda en sus días”, no hay favorcitos a escondidas, tampoco manotazos, empujones, ni malas palabras por un desempeño no favorable, si alguna persona, ya sea en la escuela o en una oficina, no cumple con sus tareas y obligaciones existen los mecanismos formales para terminar las relaciones escolares o laborales.

No es a través de la amenaza y la violencia como se resolverá. Sin embargo, si la causa de la problemática tiene su origen en la salud mental, quizá se está frente a lo que pueda convertirse en discapacidad emocional.

 

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