jueves 21 noviembre, 2024
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BÁRBARA LEJTIK COLUMNAS BLOGS

«CEREBRO 40» La triste realidad

 

Hay días que amanecen descompuestos, semanas y meses.

A veces quisiera regresar a la cama y volver a empezar, a ver si se compone el panorama.

Lo decía Mafalda y lo decía muy bien: “Hay veces que lo malo de uno son los demás”.

O también, “Lo malo de la familia humana, es que todos quieren ser el padre”.

De verdad quisiera ser optimista, pero me lo impide mi propio sentido común, hacia donde volteo no veo más que malas noticias y errores humanos, negligencia, falta de respeto, intolerancia, pero sobre todo, cero objetividad.

Gente culpando a la demás gente, al conocido y al extraño, al propio y al ajeno, todo el mundo señalando y acusando al gobierno como si no tuviéramos la suficiente edad y responsabilidad para reconocer la propia y natural estupidez.

En este como en todos los tiempos y también en el resto del mundo, el gobierno y el sistema han estado ahí para que nuestra mediocridad se justifique de algún modo, para poder hacer responsable a la “Situación” de nuestra incapacidad, como si fuéramos nuevos, como si no hubiésemos visto esto ya muchas veces, no importa la razón de nuestro fracaso, pudo haber sido falta de talento o de preparación, ignorancia o egocentrismo, el blanco perfecto de los señalamientos estará allí siempre para nosotros, cuando nos cansemos de culpar a nuestros padres o ya hayan demostrado ellos que en su momento fueron mucho mejores que nosotros, estará ahí siempre el gobierno para redimirnos en el, por eso tal vez es que todos lo llamamos “Papá Gobierno”, para bien o para mal, generalmente para mal, Papá gobierno que nos castiga y nos oprime, que es una extensión de unos padres que no supieron cuidarnos, qué es un verdugo que disfruta flagelándonos, como si no estuviera conformado siempre por nosotros mismos, por gente igual a nosotros.

Escucho comentarios de la gente, indignada por la situación nacional, apanicada por lo que nos está pasando, al mismo tiempo que compran revistas del corazón  y observan escrupulosamente la vida de los demás, pensando qué podrían hacer para parecerse a los más opulentos personajes de la sociedad y la farándula.

Dispuestos a perdonar e imitar sus trampas y sus fraudes justificándolos con el buen gusto que tienen para vivir.

Leo en redes sociales las conversaciones sobre lo preocupante que resulta el olor natural de sus trabajadoras domésticas que impregna el ambiente de sus mansiones y los consejos que entre sí se dan para solucionar el tema del humor de estas personas, obvio jamás se imaginarían la náusea que debe de provocar a esta gente tener que lavar los calzones de sus misericordiosas e inoloras patronas, como si tuvieran otra opción.

La actitud de la gente es desoladora, la pobreza de espíritu que reflejamos en cada comentario, en cada acción.

Vamos por la vida pensando que solo nosotros merecemos, que nadie puede pasar primero, que no podemos perder ni un minuto, que siempre tenemos que tener la razón. 

Descalificamos, mentimos, agredimos y después nos quejamos, adoptamos el papel que mejor sabemos interpretar, el de víctimas de la situación.

Las cosas están mal para todos, para todos en el mundo, cada país y cada sociedad  tienen sus propios problemas, sus propios dramas, individuales y colectivos, mientras aquí nos desgarramos las vestiduras por no tener un Aeropuerto como el de Dubai, en otros países mueren niños de hambre y sed, por epidemias, por guerras.

El problema no es la época, es la maldad humana, es la falta de empatía, es la indiferencia ante el sufrimiento.

Algunos gozarán de su feliz ignorancia y nula memoria, ellos serán los afortunados que siempre encuentren desahogo en el juicio público, los que no quieran reconocer que siempre hemos sido iguales, desde el principio de los tiempos, desde que nos organizamos en comunidades y empezamos a envidiar lo que tenía al lado y a elucubrar en cómo ser más poderosos que los demás.

Así nos llevamos épocas, siglos y eras.

Y así vamos a llegar hasta el fin de la existencia del hombre sobre la faz de la tierra; Ambicionando más de lo que necesitamos y por esfuerzo merecemos, odiando al que es diferente, sintiendo que los demás están ahí para usarlos como peldaños.

Me llena de tristeza no tanto lo que pasa en estos días, sino lo que somos, lo que hemos sido desde siempre, lo que nos negamos a reconocer y siempre usaremos como escudo para proteger nuestra mala sangre y nuestra mediocridad.

Me duele la injusticia, me duele el machismo, me duele la discriminación, la indiferencia, me duele cada feminicidio, cada niño abusado, cada generación sin oportunidades, cada crimen impune; me duele el alma porque no hay nada más triste que darse cuenta, de entender que la podridez de este planeta somos nosotros, que el error de cada época, de cada guerra, de cada exterminio y hemos sido nosotros y nuestra increíble soberbia. 

No hay ningún lugar a donde pudiéramos ir ni ninguna situación en la que pudiéramos estar mejor, porque el problema somos nosotros, los que apestamos como especie, los que destruimos por hábito y hacemos del odio nuestra bandera.

Buenas noches mundo, perdón por la tristeza, pero de verdad hacer un estudio de autoevaluación resulta desgarrador.

 

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