viernes 17 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» ¿Tú también Plácido?

 

Por MARISA IGLESIAS

El movimiento #MeToo lanzó un agudísimo Do de Pecho en el mundo de la ópera. Uno que perforó el tímpano –y la reputación- de su máxima figura viva: Plácido Domingo. Nueve mujeres, ocho cantantes y una bailarina, narraron detalladamente a la agencia de noticias Associated Press diversos episodios en que fueron acosadas sexualmente por él, por Plácido Domingo, durante las décadas de los 80 y 90.

¿Qué decir? Saberlo indigna, pero duele. Plácido Domingo. El cantante de la voz divina, el caballero de la actitud divina, el ciudadano de la conducta divina, el filántropo de la generosidad divina. Él. Él también.

¿Qué más decir? Que cuesta, duele, conciliar su sempiterna imagen luminosa con su recién develada imagen oscura. Las virtudes públicas con los vicios privados. Que cuesta, duele imaginar al auténtico “caballero español” llamando insistentemente hasta las 3 AM a una compañera de reparto, metiéndole la mano bajo la falda a otra, dejando diez dólares en la mesa de un cuarto de hotel, así sea el Biltmore de Los Ángeles, después de tener sexo con otra joven, que acabó accediendo al sentir que no había escapatoria. Porque era él, Plácido Domingo un dios. El todopoderoso de su universo personal y profesional.

No soy partidaria de las denuncias anónimas porque creo firmemente que se restan a sí mismas fuerza y credibilidad, pero me parece que el trabajo de AP suple consistentemente este hecho. Verifica tiempos y escenarios, y todos coinciden. Sólo una mujer, la mezzosoprano Patricia Wulf, de 61 años, autorizó a publicar su nombre. Las otras ocho argumentaron que se expondrían demasiado, puesto que aún forman parte de la industria. Y porque Plácido sigue siendo Plácido. Ni hablar…

Por lo demás, me sorprendió su reacción. No se escondió. No descalificó. No acusó complot. Respondió el mismo día de la publicación con un comunicado a la propia AP. Un comunicado contradictorio en el que afirma, categóricamente, que las acusaciones son “inexactas”, pero se escuda, cómodamente, en las fallas de memoria que podrían haberse dado en el paso de 30 años. Declara que, en todo caso, nunca fue su intención ofender, puesto que él “creía que sus relaciones eran consensuadas”. Y admite que “las cosas han cambiado y son muy distintas a como eran en el pasado”. ¿O sea, que en el pasado el acoso sexual desde el poder era, o debía ser, tolerado? ¿Qué se valía? ¿Qué era un privilegio de los poderosos? ¿Un derecho? ¿Un orgullo para las víctimas? Venga, Plácido. Y venga, Woody. Venga, Kevin. Ustedes tienen una responsabilidad como figuras públicas. Digan algo más… Comprométanse.

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