Por Mauricio Huesca Rodríguez.
Es el mes de la diversidad sexual y de género, por lo que me gustaría invitarles a concientizar y sensibilizarse sobre los múltiples obstáculos que experimentan día a día las personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, trasvestis, transgénero, intersexuales, pansexuales, queer, entre otras.
Nuestra sociedad histórica y consistentemente se ha empeñado en categorizar un mundo binario de hombres y mujeres, lo cual ha invisibilizado a las personas de la diversidad sexual y de género, quienes viven una vida llena de violencia y discriminación estructural, normalizada, sistemática y multifactorial que, por citar algunas causas, provienen de la interacción social, familiar, normativa y de muchos otros componentes fácticos que no les permite tener una vida libre, plena de derechos y con dignidad.
Por ello, como estrategia de prevención y erradicación de situaciones violentas o discriminatorias hacia la comunidad LGBTTTI+ es importante sensibilizarnos respecto a una cosa, la diversidad sexual y de género no incluye personas diferentes, lo que hace diferencia son nuestras actitudes y pensamientos hacia la diversidad, la cual definimos como diferente.
Una mente en formación que es sometida a roles y estereotipos basados en reglas sociales androcentristas, cimenta sus hábitos, conceptos y valores en lo que le es enseñado en las primeras etapas de vida y principalmente vienen del ámbito familiar, escolar y social.
Esos valores y conceptos no siempre se alinean con lo socialmente enseñado. En efecto, puede ocurrir que esos conceptos desdibujen por completo la identidad que se está formando en el interior, lo que puede llevar a situaciones de confusión, frustración y depresión, entre otros malestares.
Si la premisa anterior fuera cierta, piensen en la compleja situación que vive una niña, niño, adolescente o joven que durante sus primeros años de vida, no logra entender las reglas sociales construidas por una sociedad binaria, construida con base en una violenta configuración patriarcal en el que los derechos de las mujeres valen menos que los de los hombres.
Uno de los primeros obstáculos a enfrentar es la difícil tarea de construir una identidad individual frente a la agresiva adversidad a lo diferente, es tanto como pretender armar un rompecabezas con piezas no sólo diferentes sino de diferentes rompecabezas; resulta escalofriante que a tempranas edades una niña o niño enfrente ese reto de vida.
Pero ¿qué sucede cuando ese cuerpo va desarrollándose y no existe una relación de identidad entre el cuerpo que habita, la identidad que le fue asignada al nacer, las preferencias sexuales y los roles que se desean asumir? Dicho cuestionamiento invita a pensar que la vida de la persona que se encuentre en ese supuesto no tendrá una vida arreglada; por el contrario, suena más a que se trata de una carrera de obstáculos, en la que no se equipó a la persona participante con un calzado deportivo, en la que no hubo entrenamiento previo, en la que no existió una alimentación adecuada y en la que los obstáculos parecieran ser insuperables.
De ahí que surja la reflexión de que la identidad de la persona no termina con la asignación de sexo que hace el personal médico al nacer y que se documenta con el acta de nacimiento ante el Registro Civil. Pensar así, además de ser una postura reduccionista, desata una importante cadena de violaciones a derechos humanos y a la dignidad de las personas. En efecto, estimar que la construcción de la identidad sexual y por consiguiente la de género se resuelve al nacer, no sólo ha generado techos de concreto entendidos como obstáculos normativos que impiden el desarrollo pleno de la persona, sino que además, han provocado pisos pegajosos ideológicos, los cuales van en dos dimensiones. Por una parte, para la persona que no encuentra una correspondencia entre lo que siente y lo socialmente aceptado; como para aquella persona que no acepta la diversidad y que repele todo aquello que categoriza como diferente.
La combinación de esas limitaciones sociales y normativas (pisos pegajosos y techos de cemento) traen como efecto inmediato una larga lista de cuellos de botella en las oportunidades de vida, generando discriminación y violencia.
Por citar algunos ejemplos de estos efectos, encontramos que cuando una persona enfrenta aquellos pisos pegajosos ideológicos y decide aceptase en alguna categoría de la diversidad sexual y de género, no sólo tuvo que desconstruirse y luchar contra su entorno más próximo, sino que ahora debe enfrentar aquellos techos de cemento que le obstaculizan para regularizar la identidad que quiere asumir; para lo cual, no sólo requiere tiempo, dinero y esfuerzos para realizar cambios registrales ante las autoridades del registro civil, de seguridad social, las electorales, escolares, laborales, de identidad nacional, de cancillería, entre otras; sino que además, necesita coraje para enfrentar la falta de protocolos para la atención de casos que faciliten los trámites y para desafiar a aquellas personas del servicio público, que en el mejor de los casos, tienen alguna sensibilización en el tema.
Si bien una persona de la diversidad sexual y de género, puede sentirse cómoda o no con la vestimenta, su apariencia física, el comportamiento y el rol que adopta en sociedad; lo cierto es que la carrera de obstáculos no se desvanece con la propia aceptación, ello porque, si en una sociedad con violencia estructural hacia las mujeres, hace que éstas piensen más de una vez en la ropa que usarán para verse bien y además sentirse seguras; cuando se trata de personas de la diversidad sexual o de género, ese mismo dilema de cómo vestirse y comportarse agudiza en mayor proporción la violencia y discriminación en su contra.
Pero qué hay de los servicios de salud, cuando una persona de la diversidad sexual o de género requiere atención médica por cualquier padecimiento o revisión ¿existen protocolos de atención cuando una mujer trans, un hombre trans necesitan una revisión médica de algún padecimiento que socialmente afecta de manera exclusiva y excluyente sólo a hombres o mujeres? ¿Existe la sensibilización de médicos para entender que el tema de la identidad no sólo se construye bajo una lógica androcentrista de hombre y mujer?
Existe un sinfín de cuellos de botella que no permiten que las personas de la diversidad sexual y de género disfruten de una vida plena y con dignidad a la par que la disfrutan las personas que se sitúan bajo la categoría binaria de hombre y mujer.
Por ello que, sin ánimo de protagonismo, aprovechemos este mes de la diversidad sexual y de género para sumarnos a su causa por una sociedad inclusiva de la diversidad en la que la práctica de valores como la tolerancia, el diálogo, la inclusión, la libertad, la igualdad, la empatía, y la responsabilidad social sean practicados en el ámbito público individual a fin de incidir en nuestro entorno. No se trata de cambiar el mundo, sino incidir en una persona a la vez para lograr tener una sociedad de mejor calidad.
Mauricio Huesca Rodríguez. Consejero Electoral del Instituto Electoral de la Ciudad de México. Defensor de los derechos humanos, apasionado por lo electoral, convencido de los valores de la democracia y la construcción de comunidad. Melómano de nacimiento y fiel amigo de mascotas caninas. @mauriciohuesca