lunes 29 abril, 2024
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«ABREVADERO DE LETRAS» De primavera y misivas

 

  • Temporada de flores, colores vivos, amor…

Nadie cuestiona que cuando llega la primavera aparece el renacer de las emociones, las flores, el buen tiempo, los colores vivos y, también, la idolatría; los poetas escriben versos con gran pasión y las canciones hablan de esos amores intensos de temporada. La suya es, de igual modo, la época de las cartas de amor de un sencillo mortal o de algunos escritores inmortales, quienes entintan y resguardan palabras y frases estructuradas bajo el efecto de la dopamina; y de esta manera lo que sienten por sus amadas jamás será alcanzado por el olvido.

Este reportero desea compartir con sus cinco o 6 seis dos misivas: la primera que escribí para María “X”, hace unos días, y la segunda que me enviaron hace algunos años. Ambos escritos los guardo como mis ojos guardan un atardecer rojo en otoño.

Primera: Querida María ¿recuerdas que te dije que murmuraba tu nombre dormido y aún más con el cielo estrellado y la luna llena? Pues el doctor me dijo que no es ningún problema de salud, por el contrario que me hacía bien para conciliar el sueño. ¿Pero qué crees? La semana pasada lo llamé de nuevo y le dije: Deme medicina, pues me siento cansado. Él me respondió: ¡Tonterías! Usted no necesita medicina, vaya a la cama, a lo que le contesté: No, no es el tipo de cansancio que requiere cama. Estoy cansado de la cara.

Entonces me preguntó: ¿La cara completa o los labios en particular? Eso, eso –señalé- son los labios los que me duelen. Me miró con preocupación y señaló: Creo que usted ha estado dando demasiados besos. Bueno –admití– el caso es que he soñado que beso constantemente a una linda mujer de labios perfectos, que conocí hace tiempo; de ahí que los míos estén algo aporreados. Aunque, por otro lado, se diría que siento gran deleite.

Le platiqué al doctor que Teresa, mi madre, fue quien con gran ternura y sentimiento me aconsejaba cómo besar una boca como la mujer de mis sueños. Levemente, apenas rozando sus labios, y diciéndole al oído palabras dulces y en voz baja.

A ver recuerde –me dijo– fueron 10 o 15 veces. Lo pensé un rato y le respondí: Creo que fueron entre 40 y 50. Así que el doctor sentenció: No le debe dar más hasta que sus labios descansen. Pero que se supone que haga –consulté- porque…mire, le debo 60 o más. Me miró sorprendido y mirándome fijamente dijo: Podría enviárselos en una de las cajitas de Olinalá que coleccionó su madre en vida.

Segunda: La mente tiene trampas resbaladizas y yo no me escapé. Me sumergí en una que tiene tus palabras, las cuales ordenas en un lenguaje universal, casi perverso, envolviéndome en fantasías que sólo yo fui capaz de acrecentarme. Me apropié de tus mensajes, pues en mi imaginación calzaban perfecto como un delicado guante los ansiosos dedos de mis esperanzas e ilusiones.

Ese día que te escribí por primera vez, hacía tiempo que mis ojos no sentían el placer de ver a alguien como tú, y ahí estabas en medio de la nada; pero aún así era imposible no verte, fuiste como un imán para mis ojos. Pero es mi karma: tus ojos nunca me ven, para ti soy tan invisible como una hada madrina. Me resultó casi mágico que entre esa agitada lista de imágenes que miré lo único que llamara mi atención fuese tu figura en blanco y negro.

Te vi tan hombre, tan atractivo, tan mío como siempre quise que fueras y entonces me sentí tan turbada. No supe porqué en ese momento mis ojos se fijaron en tu mano, la que disimulaba tu sonrisa; tu camisa de mangas estudiadamente doblada, y el reloj…algo así como un “charmie” irresistible. ¡Que dulce sensación debe ser perderse en ti! Y jugué a imaginarme que allí, en medio del desastre, tus brazos se cerraban alrededor de mi cuerpo.

Me despido de ti sin decepción ninguna. Pues mientras este juego duró pude inventarte mirándome, hablándome, queriéndome. La vida es bella y generosa, pero lo es más porque existes tú; distante, lejano, irónico, algo cínico, caprichoso, temperamental, arrogante, tímido, bondadoso…Tal vez en la próxima vuelta y cuando logres vencer ese gran miedo de amar. Por ahora recibe mi más tierno abrazo y un beso tibio.

P.R.C. /Mayo/2007/  

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