miércoles 08 mayo, 2024
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RODRIGO LLANES COLUMNAS BLOGS

«PUEBLO DEL SOL» La Santa Cruz

 

Desde hace siglos que la Ciudad de México creció y creció, los montes se fueron pelando pues se necesitaba madera para construir casas y hacer cruces. Y muchos campesinos dejaron el campo para ir a la ciudad a moldear la tierra, a construir casas y edificios. El sol de tierra ya no recibe ofrenda en la milpa, pues ya ha sido abandonada. Ahora se honra ahí donde grava y arena sirven para hacer calli, hacer casa. La columna de madera se yergue. Conecta con la tierra desde su simiente y sube recia y poderosa hasta el cielo. Es la columna inmóvil que sostiene el universo. Hace que las dos fuerzas no se junten, las aparta, da espacio y forma a la vida. Pero la bendición divina está ausente. El calor celeste no permite que crezca nada. La casa se sostiene en castillos solidos. Pero hace falta la pequeña punzada. Falta el rayo, falta la viga, falta recorrer el sendero de la tierra que lleva del norte al sur, del pedernal al conejo. Falta el trozo corto de madera para hacer de la columna una Santa Cruz.

Así que cuando la tierra está seca y el sol quema, es tiempo de hacer la cruz. Cruzar los maderos y levantar el símbolo divino ahí donde se transforma la tierra en ladrillos y mezcla. Para que se pueda colar el techo y la horizontal y la vertical se junten y engendren la vida. Porque no hay calli sin techo. Porque debajo del techo la gente se junta para amarse y hacer hijos. Y también debajo de los techos están las cocinas y el lugar donde las personas comen y disfrutan de la comida que crece en las milpas de los campos.

“Vamos a hacerle fiesta a la Cruz. Que todos en el barrio vengan, pues vamos a subir a la montaña para bajar la cruz de color. ¡Ha de estar sucia! ¡Ya estuvo ahí un año! Habrá que limpiarla. Habrá que pintarla nuevamente. ¡Mira! Se rompieron sus clavos. Habrá que volverlos a poner. Y ahora que bajamos es tiempo de cortar las flores del campo y de la montaña. Que sean muchas. Son las primeras flores del año, las que usaban nuestros abuelos hace mucho tiempo para tejer rosas, para hacer guirnaldas. ¡Que sean muchas flores! ¡Vamos muchachos que veo muy pobres sus ramos! Si. Ahora sí que se ven las flores y ya hay aroma. A la Cruz le gusta el aroma, así que amarren las flores para hacer el collar de la cruz. Y traigan el paño nuevo bordado para vestirla. ¡Que chula con su huipil! Y en el clavo de arriba su corona de flores. Y que el padre de misa. Y “este pan que es el cuerpo y este vino que es la sangre, amén.” Ya nuestra alma comió. Y aquí se queda la Cruz santa para protegernos y pedir que en la milpa haya maíz. Mi Santa Cruz aquí te quedas.”

“Oiga maestro ¿Y aquí no va a haber Cruz?” Pues si chalán, cómo no va a haber Cruz. Mira, ya la traje. Y aquí la voy a poner, a ver quién de ustedes la viste y la enflora. Y aunque sea tronamos unos cuetes, para que truenen en el cielo y chispee un poquito. Y ya mañana el ingeniero trae la comida. ¡Ay Cruz Santa a ti te pedimos! Deja que cumplamos con nuestro deber. Que los maestros amarren bien la varilla. Que la cimbra resista, que el chalán haga bien la mezcla. Que la pared no se raje. Que la losa no quede panda. Que el techo no se caiga. Que el edificio resista a los temblores. Que la ciudad no desaparezca, que nuestro trabajo se sostenga por años, por siglos. Que los niños crezcan protegidos entre estas cuatro paredes. Que siempre haya comida en esta cocina. Que si alguien muere aquí, sea de viejo. Que el techo cubra del agua y no haya enfermedad.

Y ya que te pedí todo esto te doy gracias a ti y al patrón por esta comida que estamos a punto de disfrutar. Pero para que veas que estamos agradecidos aquí vamos a decir un padre nuestro y te vamos a compartir un poco de mezcal. Mira: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre…” Y aquí tienes tu bebida, mira, te mojo con ella. Ya está en tus pies. Y ve cómo huele, huele como a ti te gusta. Y aquí te dejo unas tortillitas calientitas y un poco de frijoles y de la barbacoa de chivo que nos vamos a discutir. Y con tu permiso, Santa Cruz, que aquí todos hemos trabajado mucho y tenemos mucha hambre.

Y así el agua transforma la tierra y ésta adquiere nuevas formas hasta lograr la milpa de concreto. Esa donde los labradores ahora tiran nivel y repellan… Y la tierra los colma de monedas y billetes para llevar comida a sus casas.

 

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