Christine Lagarde –la tercera mujer más poderosa del planeta después de la canciller alemana Angela Merkel y la primera ministra británica Theresa May, según la revista Forbes– defiende la plenitud vital de las mujeres que superan el medio siglo.
“Se puede ser extremadamente feliz en todos los ámbitos: mental, físico y sexual, con 50 años y mucho más allá”.
Estas declaraciones, hechas la semana pasada a la revista Elle, remiten a lo expresado por Yann Moix, prestigioso escritor francés de 51 años, quien externó ser incapaz de amar a una mujer de su edad o mayor, con el físico como argumento. “El cuerpo de una mujer de 25 años es extraordinario. El cuerpo de una mujer de 50 años no es extraordinario en absoluto”, dijo a Marie Claire.
Si bien lo anterior no se le puede reprochar pues, como él mismo externó posteriormente, el gusto y afecto es cuestión personal, fue aún más provocador al ironizar: “Habría debido decir que prefiero a las chicas de 23 años, porque las de 25 me parecen un poco mayores en realidad, incluso mejor de 19″.
Sus comentarios, perfectamente bien replicados por Lagarde, también repecutieron en las redes, donde algunas mujeres de más de 50 años publicaron imágenes mostrando su cuerpo en una muestra de protesta… y de confianza en su físico. La periodista Colombe Schneck publicó (aunque luego la borró) una fotografía de su trasero en la que decía: “Voilá, las nalgas de una mujer de 52 años … qué imbécil eres, no sabes lo que te estás perdiendo”.
Si bien la intención era buena, sin querer reforzaba el estereotipo de la mujer adulta que pierde atractivo conforme incrementa su edad, al contrario del hombre, que se vuelve más interesante mientras es mayor.
Y como si hubiera que pedirle a la sociedad que, por favor, no margine a la mujer que comete el error de acumular edad, en redes sociales se levantan retos como el #cuarentonaschallenge. En este desafío viral participaron sobre todo mujeres, que publicaron fotos en las que presumieron rostros y cuerpos perfectos. No hemos entendido que no tenemos que justificar la valía personal en la apariencia, y que la mujer trasciende más allá de la estética.
Nadie puede llevar sobre su espalda la imposible obligación de ser eternamente joven y bella. Susan Sontang lo describe en Belleza de mujer (Women’s Beauty), un ensayo que fue publicado por primera vez en la revista Vogue en 1975. Ahí, la escritora aborda el concepto de belleza desde una interpretación feminista, desvelando los usos de ésta a través de la historia.
Hay que entender que el deseo de ser bella no es lo que está mal, sino la obligación de serlo. Lo que es aceptado por la mayoría de las mujeres como una idealización halagadora de su persona es una manera de opresión, donde su cuerpo se convierte precisamente en el mecanismo de la opresión. Y así, las mujeres nos obsesionamos con el ideal estético, mientras que el nivel de auto-exigencia del género masculino no se acerca, ni de lejos, al del femenino.
El feminismo también se trata de no ser esclavas de nuestro propio cuerpo: el ser libre, bella y feliz al mismo tiempo. Que la firmeza de las nalgas no esté relacionada con la firmeza de la sonrisa ni con la de la mente y el espíritu.