jueves 02 mayo, 2024
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COLUMNAS HANNIA NOVELL

«EL RING DE LOS DEBATES» Los olvidados

 

La humanidad no tiene futuro en un mundo que ignora el bienestar de sus niñas y niños.

¿Cuál puede ser la fortuna de la raza humana que ha permitido la explotación de cientos de millones de infantes, privados de salud y educación, o que son utilizados como esclavos sexuales?

Con todo y los grandes esfuerzos que se han realizado para mejorar las vidas de los niños y niñas, los resultados aún son insuficientes.

En el Estado Mundial de la infancia, la UNICEF revela con toda crudeza que decenas de millones de huérfanos, los niños de la calle o quienes se hallan recluidos en centros de detención, están expuestos a toda forma de abuso y explotación, víctimas de la marginación y la injusticia.

El maltrato físico, los trabajos forzados y el abuso sexual vulneran todos los días los derechos de la infancia en todo el planeta, cancelándoles cualquier posibilidad de alcanzar un bienestar general, salud física y emocional, su crecimiento y desarrollo.

Desamparados, millones de infantes se vuelven invisibles al carecer de identidad oficial, crecen sin recibir atención de sus familias, tienen que asumir demasiado pronto las responsabilidades propias de los adultos y son víctimas de la explotación comercial.

A nivel mundial, los niños constituyen cerca de la mitad de los casi 900 millones de personas que viven con menos de 1.90 dólares por día, lo cual impacta en dos aspectos básicos de su crecimiento: salud y nutrición. Estas privaciones dejan huellas irreversibles.

Tan sólo en América Latina y el Caribe, los más de 56 millones de niños menores de cinco años son víctimas de casi todos los ‘jinetes del Apocalipsis’ del mundo contemporáneo: Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, desnutrición, pobreza y analfabetismo.

Evidentemente, resulta imperativo transformar la situación de la niñez y construirle un entorno protector que los ponga a salvo del peligro. Esta tarea es responsabilidad de todos, gobiernos y sociedades, independientemente de razas, credos ideologías y posiciones socio-económicas.

Es necesario orientar políticas y programas sociales a los niños más desfavorecidos y dedicarle especial atención a las familias más marginadas; de lo contrario, la desigualdad se perpetuará por generaciones.

Si no abordamos hoy la inequidad mundial, en 2030 habrá 167 millones de niños viviendo en condiciones de pobreza extrema, 60 millones en edad de asistir a la escuela primaria seguirán sin escolarizar y morirán 69 millones de niños menores de cinco años.

Familiares, empresarios, maestros, autoridades y hasta los medios de comunicación tenemos una responsabilidad compartida para evitar el abuso y asegurar que los niños y niñas dejen de ser invisibles u olvidados.

La propia UNICEF recomienda que las organizaciones internaciones construyan políticas definidas sobre la asistencia, el alivio de la deuda y el comercio; que el sector privado adopte medidas empresariales que aseguren la eliminación de la explotación de la infancia; y que los medios masivos de comunicación difundan información verídica y oportuna, que ponga en tela de juicio conductas y actitudes, prejuicios y prácticas que perjudican a la niñez.

En diciembre pasado, la UNICEF México publicó su informe insignia “Los derechos de la infancia y la adolescencia en México”, que entre sus principales revelaciones destaca que, de los casi 40 millones de niños, niñas y adolescentes que viven en México, más de la mitad se encuentran en situación de pobreza y 4 millones viven en pobreza extrema. Además, el 91 por ciento de los menores indígenas viven en condiciones de pobreza.

De la misma forma, uno de cada 10 niños y niñas menores de cinco años en México registra desnutrición crónica; mientras que uno de cada tres niños y niñas de 6 a 11 años presenta sobrepeso y obesidad.

En términos de educación, ocho de cada 10 niñas y niños de 6° de primaria no alcanzan los logros esperados en las áreas de lenguaje y comunicación. Y casi tres de cada 10 adolescentes de entre 15 y 17 años se encuentran fuera de la escuela.

Los niños y niñas merecen vivir seguros, con dignidad. Nuestro país y el mundo no pueden permitir que los millones de risas, sueños y travesuras sean los olvidados del progreso.

 

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