Zyanya, Judith y Gabriela son jóvenes mujeres con tez morena clara, ojos grandes, ceja delgada, pómulos pronunciados, labios gruesos, nariz recta, cabello lacio y con flequillo, estatura media, complexión delgada. Las mismas características físicas. Las tres fueron violentadas por el mismo sujeto: Carlos “N”.
Insultos, amenazas, golpes. Humillaciones verbales, puñetazos, patadas y maltrato extremo durante el noviazgo. Amenazas a través de llamadas y mensajes de texto, persecuciones y daño a sus propiedades, el terror al final de la relación. El mismo modus operandi.
Las tres víctimas acudieron a la autoridad. Fueron al Ministerio Público de la Ciudad de México con la esperanza de detener la violencia, de conseguir justicia, de evitar nuevas víctimas.
En lugar de hallar protección y ayuda psicológica, encontraron burlas e indiferencia. En lugar de que las autoridades miren las denuncias desde una perspectiva profesional, sólo ven expedientes, carpetas de investigación que ni siquiera es necesario abrir.
La historia de estas tres mujeres fue revelada por la periodista Montserrat Ortiz en mi espacio en ADN 40. Sin ningún remordimiento, Carlos “N” amenazó a mi compañera. A través de mensaje privado en Facebook, dijo que acabaría con su vida por exhibirlo.
“El día de ayer sacamos un reportaje en el espacio de @HanniaNovell en @adn40 sobre la violencia y agresiones de Carlos «N» contra varias mujeres. Hoy recibí estos mensajes desde su cuenta de FB, donde amenaza con violarme y asesinarme por mi trabajo periodístico“, escribió Montserrat.
Lo que hizo muy profesionalmente mi colega fue identificar y exponer públicamente a un sujeto que busca dominar a través de la violencia y que, desde su condición de hombre cree que está por encima de la mujer y que esto le da el derecho de abusarla. No se trata de un retrato hablado, ni de un mero perfil. Es un sujeto plenamente identificado por sus víctimas: con fechas, sitios, agresiones y testigos referidos con detalle.
Como Carlos “N”, por desgracia, seguramente hay muchos. Y es que nueve de cada 10 mexicanas, de entre 12 y 19 años, han sido agredidas durante el noviazgo. Y más del 40 por ciento de las mujeres mayores de 15 años, según el Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve), han sido victimizadas por su pareja con violencia física o emocional. Las cifras son alarmantes. Ya no es posible ignorar la realidad.
Siempre empiezan con escenas de celos, la revisión del celular o del correo electrónico, críticas a la forma de vestir y con amenazas con terminar la relación. Cuando el abusador ya tiene ese entorno bajo control, pasa a la siguiente etapa: la del aislamiento de toda relación familiar y social, para luego llegar a la violencia física y sexual, creando un estado de pánico y terror.
Las autoridades, a través de la cuenta de Twitter del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5), respondieron a mi compañera, invitándola a presentar una denuncia formal.
Montserrat confirmó que ya lo hizo porque “lo importante es no callarse ante ningún abuso”.
Sin embargo, mientras los Ministerios Públicos de la Ciudad de México o de cualquier parte del país, insistan en desalentar la presentación de denuncias y, más grave aún, revisen los casos sin perspectiva de género, la violencia contra las mujeres seguirá normalizándose, extendiéndose.
También es indispensable crear en las familias entornos de diálogo y confianza para expresar miedos y situaciones de riesgo, para que las jóvenes no permanezcan presas de relaciones violentas sólo por conseguir la aceptación social.
Si hoy dejamos pasar la violencia que Carlos “N” ejerció contra Zyanya, Judith, Gabriela y mi compañera Montserrat, o contra cualquier mujer, estamos abriendo la puerta para hablar de nuevos feminicidios.
Exijo a las autoridades capitalinas que me desmientan. Que con hechos me digan que estoy equivocada. Que me informen que Carlos “N” ya está detenido y que el mismo destino tendrán los que se atrevan a violentar a una mujer. Hoy demando firmemente: #NiUnaMás.
