jueves 21 noviembre, 2024
Mujer es Más –

 

Veinticinco años… se dice fácil. El matrimonio es muy complicado con el peso del tiempo y  todos los cambios que implican, desde mudanzas, estudios, trabajos, hijos. Lo más difícil es el reencuentro con el marido cuando los hijos toman su camino; ese tener que reconocerse y reinventarse para tratar de alguna manera de volver a lo que alguna vez fuimos, esos loquitos amorosos que tanto nos gustaba compartir hasta el segundo más remoto.

En este ir y venir de aquello que es cotidiano y la búsqueda de lo nuevo, decidí inscribirme en clases de música y mi marido, por su lado, se compró unos buenos lentes para su cámara que había estado estacionada desde hacía mucho tiempo. Lo que no sabía, es que su nueva pasión, implicaría que se iría de casa de manera recurrente a lugares cercanos a nuestra ciudad a tomar fotos. Pronto, no sólo fueron los gastos de sus viajes sino el pago que le hacía a sus modelos para que siempre fueran las mejores.

Un buen día, me comparte sus creaciones artísticas y me encuentro con fotos de mujeres desnudas en poses extrañas y flexibles que, en mi opinión, son más pornográficas que artísticas. Sentí como mi cuerpo se inundaba de enojo y no pude contenerme ante lo que tenía frente a mí, cuestionándole si era a ellas a quienes les pagaba y cómo podía hacer eso. Su discurso fue calmarme confirmando que antes que nada debe haber confianza entre nosotros, especialmente después de tantos años juntos, que son mujeres muy bellas física y personalmente, todas ellas estudiantes que buscan la manera de salir adelante a las que él les ayuda, y que lo que hace es arte; por lo tanto, debo entender que el arte va sobre todas las cosas y que le gustaría que lo apoyara, como siempre lo hemos hecho. Tuve que quedarme callada pues debía respetar su arte.

Pasaron meses en los que las sesiones de fotos en fines de semana eran más seguidos y los pagos de las modelos eran cada vez mayores. Mencionaba a una de ellas como alguien especial y cubría su cuota enseñándome sus fotos. Dos días antes de mi cumpleaños, me dice que esa chica, la pobre, no tiene en dónde quedarse y ¡quiere pedirme permiso para que se quede en casa! La gota que derramó el vaso. NO. ¡Rotundo no! ¿De cuándo acá debía aceptar a la modelo de fotos sexuales de mi marido en mi casa? ¿Quién define la frontera entre lo erótico, el arte y lo pornográfico? ¿Ahora es fotógrafo cuando estudió ciencias y nunca antes había tenido la pasión por ello? ¿Cómo se le ocurre compartir el espacio de nuestro hogar con ese pasatiempo dudoso? Mi reacción fue dejarle de hablar, alejarme de él y no quererlo cerca.

Después del gran pleito, se disculpa por su ocurrencia, y me pide pasar la página y volver a la normalidad. Borrón y cuenta nueva. Eso quiere. Estoy muy lastimada. ¿Cómo se puede pensar que es tan fácil perdonar y olvidar?

 

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