domingo 28 abril, 2024
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COLUMNAS SARAÍ AGUILAR

«EL ARCÓN DE HIPATIA» El feminicidio como delito grave: el verdadero problema está en otra parte

 

La semana pasada, en el contexto de la aprobación de una reforma que establecería la prisión preventiva oficiosa a quienes roben combustible (el tema político de coyuntura), la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados desechó aplicar esa misma medida en los casos de feminicidio, violencia contra menores o robo a casa habitación.

Aun cuando el tema del huachicoleo acaparó la conversación (máxime después de los lamentables y trágicos acontecimientos del viernes pasado en Hidalgo), esta última nota no pasó del todo inadvertida y sí llegó a generar irritación en redes sociales. Surgió la pregunta: ¿cómo era posible que no se considerara grave el feminicidio? ¿Acaso no es un problema lo suficientemente extendido como para no tomar ya cartas en el asunto? ¿O toda la inseguridad se reduce al tema de la ordeña de gasolina?

En realidad, la historia es un poco más compleja y amerita una reflexión más cautelosa.

En diciembre pasado, en el Senado se promovió y se aprobó incrementar el catálogo de delitos que implican prisión preventiva oficiosa.

Así, tipificar un delito como grave significa detener a un sospechoso y mantenerlo en prisión en lo que se deslinda su posible participación en la comisión del crimen.

De acuerdo con el dictamen, que está ahora en la Cámara de Diputados, el Ministerio Público podrá solicitar al juez la prisión preventiva cautelar cuando no se pueda garantizar la comparecencia del imputado, el desarrollo de la investigación, la protección de la víctima o testigos, o el imputado haya sido procesado por delitos dolosos.

Como se puede observar, es una propuesta que, en un clima de inseguridad, goza de popularidad entre la población, que está dispuesta a suprimir derechos ante una expectativa de mayor seguridad.

De esa forma el combate al crimen se basa primordialmente en la pena corporal inmediata y no se plantea la posibilidad de desarrollar otras estrategias de reducción, prevención e inteligencia policiaca para recabar pruebas y combatir la impunidad.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ya advirtió este problema y consideró que esta reforma constituiría una regresión en el sistema de justicia, pues no abona “a la reinserción social, justicia alternativa, ni al principio de presunción de inocencia, elementos indispensables a respetar y desarrollar en la justicia penal acusatoria”.

Volviendo al punto inicial: ¿se debe promover la prisión preventiva oficiosa y luchar porque el feminicidio se incluya en el catálogo? No, y esta respuesta no significa que se soslaye la gravedad de ese delito. Simplemente, no se trata de la medida más adecuada y, más bien, está muy lejos de propiciar una investigación eficaz que procure una verdadera justicia.

El Observatorio Ciudadano del Feminicidio realizó el estudio “Implementación del tipo penal de feminicidio en México: Desafíos para acreditar las razones de género 2014-2017” sobre la manera en que se encuentra la situación de este delito, que en muchas ocasiones no es investigado y juzgado como tal.

Esto significa que primero deben resolverse los vacíos legales y la falta de unificación en el concepto legal de violencia de género, factores que han ocasionado que menos del 20 por ciento de los asesinatos violentos contra mujeres sean reconocidos como feminicidios, según indica una investigación de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).

¿Qué tan relevante sería para la agenda feminista que, en un entramado legal conformado por lagunas legales, protocolos inadecuados e investigaciones ministeriales erróneas se tipifique el feminicidio como delito grave, estando esta figura en el centro de graves cuestionamientos?

Antes de quejarnos porque el feminicidio no fue incluido como parte de una legislación que por ahora sólo pretende arrancar aplausos fáciles, debemos insistir en que se avance en mecanismos eficaces contra la violencia de género y que ni un delito quede impune.

Y más allá de coyunturas, el feminismo debe insistir en que su agenda no sea borrada por darle prioridad a los temas que le interesan al nuevo régimen. Debe garantizarse su presencia y su debate verdaderamente eficaz.

 

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