A lo mejor a muchos de ustedes les sucede lo que a mí… Despierto, preparo el café obligado de la mañana y cuando me lo tomo, esos minutos sagrados, traen la paz para acomodar en mi cabeza los planes del día, recordar lo que debo hacer, organizar mis tiempos o sencillamente escuchar el silencio.
Empieza el día y transcurren sus horas con sorpresas cotidianas, actividades nuevas, abrazos, trabajo, casa, hijos, risas, comida, cansancio y cena, para terminar agotada y finalmente ir al destino principal a descansar.
Acomodada en mis almohadas, mi cerebro recurre en automático a darle “rewind” a los hechos para darme cuenta que aquello que había discutido y acordado tanto conmigo misma hace unas horas en el café mañanero, se quedó en intención y me pregunto entonces, ¿en qué gasté mi tiempo durante el día?
Me molesto por sentir que no hice nada, cuando en verdad fue todo lo contrario.
Les cuento esto porque cada vez que termina un año, vivo el mismo proceso y me burlo de mi misma. Llegó cansada y no se qué hice para merecerlo.
En el pasado festejo de fin de año decidí rescatar las palabras sabias de mi abuela: “llora para limpiar tu alma y serás feliz”. Así lo hice y este año, seguro haré lo mismo. Al llorar uno vacía todo lo que trae, te das cuenta que no tienes nada y que a la vez, eres una persona afortunada al estar acompañada de amor y salud, lo que más vale. Llorar deja abierta la posibilidad de que vengan cosas buenas, poder llenarnos de nuevas aventuras y tener un poco más de claridad para proponerse iniciar todos los días con ese rico café.
Cuando se vean en aprietos, no duden en soltar esa lágrima que les dará alivio. ¡Que este año 2019 venga acompañado de muchas sorpresas, luz en sus corazones y unas cuantas lágrimas! ¡Gracias por ser parte de mi vida!