Roma, la película de Alfonso Cuarón ambientada en los años setenta y que fue estrenada el pasado viernes en Netflix, narra la historia de Cleo, joven empleada doméstica de una familia de clase media en la colonia Roma de la Ciudad de México.
El filme plasma la lucha de una familia y la interacción de las jerarquías sociales diariamente dentro del hogar, en una década llena de cambios sociales, políticos y económicos.
Pero es, también, un homenaje a las mujeres que moldearon el mundo del director en su infancia.
Cleo, interpretada por Yalitza Aparicio, queda embarazada en el inicio de su vida sexual de un joven que resultará parte de los “halcones”, el grupo paramilitar que perpetró la matanza del jueves de Corpus Christi en 1971. Dicho joven la abandona al enterarse del embarazo.
La nueva situación de Cleo la pone en conflicto, pues ama a los cuatro niños de la familia como si fueran suyos, y al mismo tiempo llega a tener sentimientos encontrados respecto a su propia hija. El embarazo coincide con el momento en el que la dueña de la casa, ”la señora Sofy”, interpretada por Marina de Tavira, es abandonada por el marido. Las dos mujeres, de clases sociales opuestas, se apoyan y se encontrarán unidas para construir un nuevo núcleo familiar, con el apoyo de la abuela de los niños.
Lo que se nos presenta no es una tierna historia de lucha de mujeres unidas en sororidad. Pues si bien la señora de la casa tiene gestos de afecto y de apoyo para con Cleo, lo que observamos es una relación de afecto y servidumbre, que delata a la vez las largas jornadas de servicio sin tregua para aquellas empleadas que comparten la vivienda con sus empleadores.
Asimismo, observamos cómo vive una joven mujer indígena la lucha por no pertenecer a la ciudad, esa sociedad que estigmatiza a los indígenas. Pero que, al mismo tiempo, está temerosa porque su propia gente termine por rechazarla —“o qué, ¿tú ya hablas inglés?”, es cuestionada Cleo por otra empleada doméstica de una hacienda— si se torna demasiado citadina. Así enfrenta el doble estigma: ser indígena y empleada doméstica —“gata”, como la llama el padre de su bebé cuando la desprecia—.
A pesar de esas diferencias, vemos a Cleo y a Sofy empoderarse lo suficiente para enfrentar la vida sin hombres. Aunque no por eso dejan de reproducir un modelo de educación machista, en el que los niños son atendidos mientras que la niña es privada del postre, pues “no debe engordar”.
Así, Roma es un llamado a la reflexión. Las luchas de las mujeres, en general, siguen siendo las mismas de hace casi 50 años. Es el caso de Sofy, una mujer abandonada y sin pensión. En cuanto a Cleo, la discriminación y la situación legal, así como las condiciones laborales en las que se realiza el trabajo del hogar, hoy en día persisten como problema público en México que requiere una solución.
Desgraciadamente, Roma está lejos de ser una evocación nostálgica. Por el contrario, nos confronta con una realidad que persiste y nos debe llamar a la acción.
En el fondo del arcón
Un agradecimiento profundo a quienes en 2018 leyeron, compartieron y debatieron estas reflexiones. Mis mejores deseos de felicidad durante estas fiestas y de esperanza para un 2019 que avizora ser también intenso. Aquí nos veremos otra vez en enero.
