domingo 19 mayo, 2024
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«RIZANDO EL RIZO» Byung-Chul Han: La crisis de la libertad

“Liberación es por una vez no tener que decir nada y poder callar,
pues solo entonces tenemos la posibilidad de crear algo singular:
algo que realmente vale la pena ser dicho”.
Gilles Deleuze, Política del Silencio

¿Qué significa ser libre en los tiempos del consumo? ¿Se puede liberar acaso el deseo a plenitud? Nuestros sistemas políticos y la mercadotecnia se han encargado de exaltar la libertad como el valor supremo, como el escalón final al que hay que ascender a través de los votos correctos, por un lado, y de la consecución de un buen nivel adquisitivo, por el otro. Pero hace mucho que este ideal perdió el significado que creemos que posee. “La libertad ha sido un episodio”, advierte el filósofo Byung-Chul Han.

“A la liberación sigue una nueva sumisión”, profetiza. “Hoy la libertad se convierte por diferentes vías en coacción: El sujeto se explota a sí mismo de forma voluntaria”.

A través de su obra Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder (Herder, 2014), Byung-Chul Han analiza la libertad individual como una herramienta del sistema político-económico para perpetuarse, manteniendo el control pleno sobre cada uno de sus elementos. De acuerdo con el filósofo surcoreano, la libertad es un concepto que se alcanza solo mediante la comunidad o la relación con otras personas; la libertad individual, sin embargo, “es una esclavitud en la medida en que el capital la acapara para su propia proliferación”. El mayor acierto del neoliberalismo ha sido conseguir que las personas exploten su propia libertad con el fin de ser más productivas y más eficientes dentro del sistema.

Algo sucedió en las últimas décadas que no consiguió lograr el siglo pasado ni siquiera en la Unión Soviética. La eliminación de la clase trabajadora sujeta a la explotación ajena se volvió una realidad; sin embargo, el responsable fue el neoliberalismo y no la revolución comunista como se esperaba. “Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa”, asegura el filósofo, de manera que “la lucha de clases se transforma en una lucha interna consigo mismo”. En este esquema de libertad y autoexplotación, la rebelión no suele enfocarse hacia los factores externos de la persona, sino hacia su propio interior. La insatisfacción y la opresión no toman la forma de revueltas, sino de depresiones. La psiquiatría y los antidepresivos no se han vuelto tan populares porque sí; se han convertido en la bandera de nuestra época, el signo de nuestra cada vez “más cabal salud mental”.

Los más grandes deseos, las más oscuras depresiones y las más dinámicas de las ansiedades son neutralizadas por un intento de homogeneizar al ser.  Hoy ser intenso es ser profundo; lo inamovible constituye a la serenidad y el pragmatismo es la clave del bienestar. Que lejos ha quedado aquella cita del místico sesenta y ocho francés que nos llamaba a sentir y pensar en el mismo acto de nuestras más terribles contradicciones de la existencia. Acordémonos, por ejemplo, de aquella cita de Jacques Lacan: “Son únicamente los idiotas quienes creen en la realidad del mundo, lo real es de por si inmundo y tenemos que soportarlo”.

Lo que Byung-Chul Han descubre no es, ciertamente, el hilo negro, pero no por ello su argumentación deja de ser sorprendente. Las verdades que revela son sabidas, pero pocas veces enunciadas. Para el filósofo, la grandeza del neoliberalismo deriva de su capacidad de actuar de forma silenciosa. “Estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota”, señala. El sistema se perpetúa porque hace que los rebeldes dirijan la sublevación hacia sí mismos: “En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”. La eterna insatisfacción y la tristeza crónica de nuestros días pueden tener una razón que va más allá de nuestra actitud y nuestro organismo.

Manchamanteles

Dos hombres dedicados a la literatura mexicana nos abandonaron esta semana. Fernando del Paso, uno de los mejores novelistas de nuestros tiempos, y Jaime Erasto Cortés, especialista en cuento mexicano, dejan un vacío enorme en las letras de nuestro país. La prosa de Fernando del Paso, Premio Cervantes 2015, aguda, lúdica e irreverente entre las conciencias nacionales, y la investigación incasable de Jaime Erasto Cortés, enfocada en la narrativa de los siglos XIX y XX, dejarán un vacío insustituible. Descansen en paz, nuestro Palinuro y el maestro y académico, cotidiano e inigualable, autor de ensayos, críticas y diversas antologías.

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