Salvador Rangel Mendoza, obispo de Chilpancingo-Chilpa, Guerrero, está envuelto en la polémica que le generó un comentario en el que aseguró que matan a las mujeres porque no andan precisamente en misa.
“Honestamente lo voy a decir: ¿cuántas de estas asesinadas no andaban precisamente en misa ni en la catedral?”, fue lo que declaró el predicador. Además, afirmó que algunos casos de violencia ocurren gracias a que las mujeres se acercan al peligro cuando buscan el pan de cada día.
“Son mujeres que, por la situación económica, tienen que buscar el pan de cada día para ellas y su familia, y buscándolo, encuentran la muerte. Van a trabajar para sobrevivir y desgraciadamente mueren, aunque no es una situación generalizada“, dijo.
El comentario se da en el siguiente contexto: el primer mes de este año, Guerrero cerró con el registro de 25 feminicidios, casi uno por día, siete meses después de que la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim) decretara la Alerta de Violencia de Género (AVG) para ocho municipios de la entidad.
De acuerdo con el informe presentado por la organización para la solicitud de la AVG, de 2010 a 2015 se cometieron 901 homicidios dolosos de mujeres en la entidad: en 2010 se registraron 124, al 2015 la cifra se ubicó en 225. Destaca Acapulco como el municipio que tuvo el mayor número de casos (431), seguido por Chilpancingo (45), Iguala (49), José Azueta (29), Tlapa de Comonfort (12), Ometepec (14), Coyuca (16) y Ayutla (8). (Milenio 19-10-2018).
Mientras que las mujeres luchan por sobrevivir en medio de esta violencia, las familias de las víctimas sufren entre protocolos deficientes y la mala clasificación de los asesinatos, que hace imposible cuantificarlos. La falta de capacitación y sensibilización de los funcionarios y encargados de procurar y administrar justicia contribuye a revictimizar a las mujeres asesinadas.
Por lo visto, sólo faltaba que un ministro religioso se subiera a la ola de violencia postmortem que la mujer sufre. Porque en vez de alzar la voz para exigir castigo a sus asesinos, la sociedad parece estar más preocupada por la moral de las víctimas. Como si existieran justificantes para matar.
Habría que hablar seriamente con Salvador Rangel. Recordarle que estar en misa no es garante de nada en una comunidad envuelta en violencia. Que, de acuerdo con reportes periodísticos, en los últimos cinco años han muerto asesinados 21 curas en México (El País 6-02-2018). Que en esta espiral de violencia han muerto niñas, madres de familia, estudiantes y sí, también sexoservidoras, mujeres trans, o relacionadas con la delincuencia.
Que, desgraciadamente, esa postura de falsa moral y amor cristiano ha invisibilizado a las muertas que no cumplen con sus estándares de moralidad. Es hora de hacerle saber a él y a todos que valemos como seres, no por ser “buenas mujeres”. Que muchas han decidido romper con ese estereotipo. Y nadie merece morir por ello.
Parafraseando a Galeano: ¿no será la tolerancia a la violencia el reflejo de su miedo, a una mujer sin miedo?