La piedra angular de sistema político mexicano priista fue la facultad metaconstitucional del Presidente de la República en turno para designar a su sucesor, de acuerdo con estudiosos académicos, analistas políticos, opinadores periodísticos y la experiencia popular.
Ése fue el secreto del poder presidencialista.
Lo ejercieron a plenitud los presidentes mexicanos desde Lázaro Cárdenas hasta Carlos Salinas de Gortari para nombrar a su candidato del PRI a la Presidencia de la República, automáticamente nuevo titular del Poder Ejecutivo Federal.
A tal procedimiento político se le conoció con varios nombres y eufemismos, pero prevaleció el “concepto” casi científico del “destape” del “tapado” por medio del ”dedazo”.
No se aburra: aquí no se escribe sobre el pasado, sino sobre el futuro.
En cuanto un candidato presidencial del PRI era “destapado”, los medios y los analistas comenzaban a hacer listas de amigos y cercanos al ungido, con el objetivo de adivinar quienes tenían probabilidades de convertirse en el siguiente “tapado”. La lista se reducía y se reafirmaba en cuanto se conocían, generalmente un día antes de la toma de posesión o ese mismo día, los nombres de los integrantes del gabinete presidencial. Los miembros de la clase política, no sólo priistas, también hacían sus listas con el objetivo de “acomodarse” en el siguiente sexenio.
A ese fenómeno se le conoció como “futurismo político”; algunos menos solemnes lo bautizaron como “el juego que todos jugamos”.
El último presidente de la República priista que ejerció a plenitud el poder del “dedazo” fue Carlos Salinas de Gortari con el destape de Luis Donaldo Colosio. La designación del candidato sustituto Ernesto Zedillo se debió, como se sabe, a una circunstancia trágica, pero aún así impuso a su sucesor. No hay evidencia de que el presidente Zedillo haya nombrado candidato presidencial a Francisco Labastida Ochoa. Enrique Peña Nieto retomó la tradición priista al designar a José Antonio Meade, pero no logró que fuera su sucesor.
Parecía que el juego del tapado había terminado, que la democracia mexicana lo había desechado. Pero hoy, con la pretendida restauración de los modos, métodos y fórmulas priistas de hacer política, más pronto que tarde el futurismo se desatará, sobre todo cuando México tendrá un Presidente de origen priista y con el poder necesario (esta vez obtenido en las urnas con el 53% de la votación) para la restauración de un sistema presidencialista que ejercerá, sin duda alguna, sus facultades constitucionales y ejerce ya, desde ahora, las llamadas facultades metaconstitucionales.
Cierto es que la democracia ha avanzado en México, pero también es cierto que la oposición estructurada prácticamente ha desaparecido, o alguien supone que los actuales PAN y PRD pueden siquiera competir con Morena, un movimiento –que no partido– diseñado para el arribismo político, por lo que el candidato presidencial designado por el presidente Andrés Manuel López Obrador seguramente ganará las elecciones del 2024.
Así el juego del tapado ya se ha iniciado, aunque todavía no esté en los espacios de los medios de información. Los aspirantes a tapados ya están jugando y el destapador también sabe que será su “dedito” el que decidirá quién será el candidato.
No se necesita ser analista político para hacer la primera listas de los que también se les llamaba “suspirantes”. Ya están en ella, al menos ellos y sus amigos políticos lo creen así y hacen sumas y restas políticas: Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Martí Batres, Esteban Moctezuma, Alfonso Romo, Octavio Romero Oropeza, Rocío Nahle, Claudia Sheinbaum, entre otros. Unos más se apuntarán como ya lo hicieron Cuauhtémoc Blanco y Manuel Velasco. Algunos más querrán serlo, pero la edad no les alcanzará ya.
No se ría, que esto es serio, y por ahora no hay para más.
En el transcurso del sexenio la lista tendrá modificaciones. Algunos de esos nombres serán borrados y otros nuevos entrarán. Todo aquel que esté en el gabinete presidencial se supondrá con derecho a estar en ella. Pero no habrá sorpresa; será lo que quiera o necesite el Presidente de la República.
El “dedazo” revivirá aunque se utilice cualquier eufemismo disfrazado. ¿Recuerda usted la “encuesta” con la que determinó la candidatura de Morena al Gobierno de la Ciudad de México? El viejo PRI tenía prácticas similares: auscultación, el apoyo de sus tres sectores, las comparecencias, las pasarelas…
En el nuevo gobierno hay por lo menos dos perdedores de ese viejo juego priista: Porfirio Muñoz Ledo, a quien se le consideró precandidato en el gobierno de José López Portillo, quien se decidió por Miguel de la Madrid en 1981, y Manuel Bartlett Díaz en 1987, año en el que De la Madrid se decidió por Carlos Salinas de Gortari.
Así el palenque queda abierto a las apuestas. Usted no pierde nada con jugar, a menos que ese juego sea parte de su vida política y se pueda quedar sin hueso si no le atina. ¿El país? ¿A quién le importa el país? La revancha es lo de hoy.