“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo, solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.
-Jorge Luis Borges-
Según la UNESCO, “Se entiende por libro una publicación impresa no periódica que consta como mínimo de 49 páginas, sin contar las de cubierta, editada en el país y puesta a disposición del público”
Desde el primer momento en que el hombre, o bueno, el hembre, o el hombre y la mujer, empezaron a caminar sobre el planeta tierra tuvo la necesidad imperiosa de comunicarse, a la vez que cubría sus necesidades de seguridad y alimentación buscó la manera de dejar prueba de esto, de diferentes maneras los seres humanos hemos intentado dejar razón de lo que vivimos, pensamos, hacemos y creemos cada día.
La escritura es el invento más notable de la humanidad que conllevó un largo y sinuoso proceso de evolución, desde los sonidos ilegibles y gestos, hasta la palabra, somos pues unos antes y otros después del lenguaje y la escritura.
El instrumento que mejoró la comunicación y que a su vez propició la invención del libro escrito, y así el hombre (siq) aumentó la capacidad de memoria y pudo hacer historia y dejar constancia de que así fue.
Piedras y muros grabados, papiros, estelas, incluso canciones y versos, sirvieron para expresar de manera escrita la historia y el sentir de los días, las noticias, las normas sociales y religiosas, y los vestigios de fe.
Cuando llegó la Imprenta de Gutenberg en 1740 la tradición escrita pudo ser accesible para mucha más gente, es tal vez desde entonces que gustamos atesorar libros, el sueño de tener libros, de poderlos leer en casa y en privado se hizo una realidad, aunque por muchos años libros estuvieron prohibidos o destinados solo para un sector de la población, fueron ganando su propia batalla, adueñándose de espacios y poniéndose a nuestro alcance como si tuvieran vida propia.
Me gusta pensar que los libros son como seres de luz, se encuentran apostados por todo el mundo, esperando que alguien los encuentre, los abra y acceda a la magia que tienen por dar.
Un libro es un conjunto de hojas escritas o un pasadizo a otros mundos y otras realidades, según como cada quien lo quiera vivir, nada más que un libro es capaz de hacerte estar en otras otras vidas, incluso vidas imposibles en nuestra existencia, nada más que un libro te presenta a otros personajes y los hace parte de tu vida, nada más que un libro te atrapa y te suelta siendo otro, el mismo que antes, pero mejor.
Los libros nos hacen migrantes, nos dan otras vidas.
La tradición de adquirir, comprar, regalar, intercambiar libros, es tan vieja y tan noble como las relaciones humanas, es un acto de amor verdadero obsequiar un libro y una bendición para quien lo recibe.
Muchas son las maneras de estos seres de luz de llegar a nuestras manos, para muestra está esta semana en México, la FIL, Feria Internacional del Libro, que como cada año se regala al mundo en el Zócalo de la Ciudad de México, en lo que nuestros antepasados llamaron “El ombligo de la luna”, las editoriales ofrecen su trabajo a los lectores ávidos de nuevas emociones literarias, pláticas, conciertos y otras actividades referentes al protagonista del evento, ”El libro”, se disponen para que nosotros, los autonautas, los viajeros del tiempo hagamos más tangible la experiencia.
También hay otra manera de acceder a los libros que me encanta, una vieja tradición, noble como la que más, que parece estar tomando fuerza nuevamente, la venta de libros de segunda mano.
Esta semana mis queridos amigos de La Murciélaga, mi librería favorita, me hicieron llegar dos ejemplares únicos, en ellos viene implícito un regalo, la nueva aventura a la que me dieron un boleto.
En su mayoría estos negocios, que más que negocios son traficantes de letras, buscan por el mundo, piden, intercambian, ediciones únicas, muchas veces las primeras, a veces olvidadas y les vuelven a dar vida, les encuentran un nuevo hogar, unos nuevos ojos para que sus letras no mueran, con un oficio ancestral rescatan y enaltecen nuevamente, devuelven su orgullo a estos seres de luz.
Me encanta la idea de que cuando llega a mis manos un libro de segunda mano, fue el destino quien quiso ponerlo ahí. Me encanta buscar pistas sobre antiguos lectores, tal vez una hoja doblada, tal vez un párrafo subrayado, un separador de libros improvisado como una pequeña hoja de algún árbol, bajo cuya sombra se viajó en sus páginas, un ticket, algo que me dé una idea de quién estuvo allí antes que yo, si hay un mensaje de esa persona de ese viejo viajero para mí.
Los libros de segunda mano tienen esa magia, parece que ellos son quienes te buscan, en las librerías como La Murciélaga, en los bazares de antigüedades, en las bibliotecas olvidados. Siempre están ahí como predestinados, como sabiendo que son parte de tu historia pero que solo hace falta que un accidente del destino los presente.
Comprados, regalados, intercambiados, permutados, los libros son siempre un camino, una llave, una puerta; nunca llegan a tu vida por error, siempre tienen algo para darte, su historia, su energía, sus secretos que solo son tuyos, que te pertenecen.
El valor de dejar ir un libro es solo equivalente a la alegría de saber que unos nuevos ojos lo están esperando.