En 1977, un libro de fotografías retrató por siempre el despertar de un grupo de mujeres mientras rompían las ataduras de su infancia y emprendían el viaje al encuentro con ellas mismas. Feministas: ¿qué estaban pensando? repasa esas fotos, esas mujeres y esos tiempos haciendo énfasis en la cultura actual y en la necesidad urgente del continuo cambio.
Las historias de su pasado han construido nuestro futuro. Así es como Netflix describe el documental que se estrenó el 12 de octubre. Un documental original de esa cadena, que examina el movimiento feminista de los años 70 a través de una colección de retratos de mujeres realizados por la fotógrafa Cynthia MacAdams.
El documental explora las motivaciones y esperanzas de las activistas en los años 70 y observa cómo algunas cosas han cambiado y otras, en cambio, no lo han hecho. Y lo hace a través del libro de retratos de la fotógrafa Cynthia MacAdams, editado en 1977 con el nombre Emergence.
Tras ver el documental es imposible no percibir que muchas de la luchas de aquella época siguen en la agenda pues no ha habido solución.
Y si bien al día de hoy se repiten hasta el cansancio lugares comunes tales como “el feminismo está cambiando el mundo”, no lo hemos logrado ni de lejos.
A pesar de que en el último año movimientos como #MeToo y #NiUnaMenos lograron visibilizar el terrible flagelo del acoso sexual sufrido por niñas y mujeres, y poner en el banquillo a toda una cultura machista que avala y permite esta clase de violencia, las cifras aun nos superan por mucho.
Desgraciadamente, siguen dándose diferentes situaciones cotidianas que nos hacen replantearnos: ¿Hemos superado esa barrera para el ejercicio libre y sin obstáculos inherentes a la condición de mujer?
Organizaciones internacionales como Naciones Unidas y asociaciones feministas tienen en su agenda desde hace años temas tales como el cese de la discriminación sexual en cuanto a oportunidades de trabajo, salarios, seguridad social, educación y estructura política.
Asimismo, sigue siendo una prioridad el detener todo tipo de violencia contra la mujer: violencia doméstica, violación y acoso sexual, así como erradicar prácticas culturales ancestrales que atentan contra la integridad de la mujer, como la mutilación genital, el matrimonio obligado y el casamiento en niñas.
Hemos avanzado mucho en la visibilización y en la aceptación del discurso feminista socialmente aceptado. No obstante, un pendiente para la sociedad en general sigue siendo el educar en la aceptación del cuerpo femenino, más allá de los estereotipos que envía el mundo de la publicidad, la moda y la industria estética.
En las últimas semanas, la lucha por la igualdad y tolerancia volcó sus esfuerzos en una batalla cultural en la participación de la representante transgénero de España en Miss Universo. Aquí es cuando vale la pena hacer un alto y decir: ¡hey, no perdamos el foco! Concentrémonos en lo importante. Pelear por los espacios no significa pelear todos los espacios acríticamente.
Las feministas de décadas pasadas pusieron acertadamente el acento en la degradación que significaban los concursos de belleza al imponer parámetros de valor de acuerdo con un estándar de medidas y atributos físicos. Es decir, vieron el fondo por encima de la forma.
Pelear por la inclusión no significa hacerle juego a los mercaderes del cuerpo tipo Donald Trump. Pensar como feministas evolucionadas no significa olvidar los básicos. La dignidad de quien sea no pasa por concursos de belleza.