domingo 05 mayo, 2024
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COLUMNAS HANNIA NOVELL

«EL RING DE LOS DEBATES»: Todos somos unos malditos violadores

Faltaban 20 minutos para las 07:00 de la mañana del jueves 16 de agosto. Como todos los días, Amelia se dirigía a su trabajo en una central telefónica. Entra a esa hora para salir temprano e ir a clases por el tarde en la FES Acatlán.

Luego de 40 minutos de trayecto, bajó del transporte público en el cruce de Periférico y Primero de Mayo, en Naucalpan, Estado de México. Todavía estaba oscuro.

Mientras la joven de 22 años esperaba la luz verde del semáforo para cruzar la calle, un hombre se le acercó y con un arma la obligó a caminar hacia atrás. La metió entre unos locales.

Fue así como, a unos metros de su trabajo, Amelia fue violada, ante la vista indiferente de peatones y empleados que pasaban por la zona.

Sí, en plena vía pública. “Incluso algunos volteaban y me veían con asco, pero nadie intervino”, relató la víctima.

Amelia describe al agresor como un sujeto “de olor asqueroso”. Se quedó paralizada mientras el tipo la golpeaba después de ver que traía oculto en el pantalón el celular “bueno”. Ya antes le había quitado “el teléfono para asaltos”, su cartera y credenciales.

Con la amenaza de que en cualquier momento podría dispararle, acató la instrucción de no gritar y soportar la humillación. Primero, el animal (no se le puede llamar de otra forma) restregó su miembro entre sus piernas y después la obligó a hacerle el sexo oral.

Mientras la sometía, no dejó de insultarla.

“Aún no me explico por qué la gente no me ayudó, evitó la violación o por lo menos por qué no llamaron a la policía”, se cuestiona la joven estudiante.

Tras el ataque, fue auxiliada por un hombre que iba con su hija. La acompañó a cruzar la calle para llegar a su trabajo. Ahí llamó a su madre. Juntas acudieron al Ministerio Público del Centro de Justicia, ubicado en Naucalpan.

En la “Agencia Especializada en Violencia Familiar, Sexual y de Género”, Amelia tuvo que esperar más de siete horas sin poder asearse para que la viera un médico legista.

Como no había desayunado, su madre la convenció de comer algo. Ya eran más de las 13:00 horas. Sin embargo, fue “regañada” por el personal. “Afectaste la evidencia”, le dijeron.

La madre relató que Amelia se estaba desmayando. “¿Cómo es posible que en tantas horas el personal no podía tomar un exudado faríngeo o me dijeran a qué hospital podía llevarla para que lo hiciera y ella pudiera asearse la boca y el cuerpo para quitar los rastros que dejó el violador”, señaló con impotencia.

La denuncia de su violación le tomó casi 10 horas. Amelia las soportó por una razón: no quiere que ninguna de sus compañeras de la central telefónica o de la FES pase por lo que ella vivió.

Incluso por eso volvió a recorrer la zona donde ocurrió el ataque acompañada de policías ministeriales que constataron que en ese cruce de Periférico Norte y avenida Toluca no hay cámaras de seguridad. Tampoco policías.

Cientos de empleados transitan por el lugar, muchos de ellos mujeres que entran a trabajar al amanecer o salen de turnos nocturnos. Y no hay vigilancia.

De los 23 puntos más peligrosos del Estado de México, tres se ubican en Naucalpan, de acuerdo al mapa delictivo del Centro de Control, Comando, Comunicación, Cómputo y Calidad del Estado de México (C5).

De esos focos rojos, sobresale la avenida Primero de Mayo donde a plena luz del día se cometen delitos del fuero común como el robo a transeúnte, transporte público, robo de automóvil, secuestro en sus diversas modalidades y ejecución. Las autoridades lo saben.

Además, esta vialidad es una de las principales que conectan al municipio de Naucalpan con Toluca, la Ciudad de México y al Centro de Transferencia Modal Toreo, donde se mueven cinco millones de personas.
Los conductores de la línea de autobuses Caminante que recorre desde el Metro Toreo hasta la Ciudad de Toluca y viceversa, se quejan de que constantemente son asaltados en el tramo de la avenida Primero de Mayo hasta el Boulevard Luis Donaldo Colosio por falta de vigilancia.

Ahí hay todo menos patrullas, policías municipales o estatales, a pesar de ser una de las vialidades más transitadas de esa localidad.

Así que la violación de Amelia es producto de la indolencia de las autoridades; de los peatones que fueron testigos de la agresión sin intervenir, impedir el ataque o por lo menos denunciarlo. También son cómplices quienes la revictimizaron en la agencia “especializada” del MP, los que reprendieron por haber comido y quienes la hicieron esperar 10 horas para tomarle una declaración.

Todos ellos, violaron a Amelia, por eso creo que todos, son unos malditos violadores… por observar y callar, por caminar y hacerse los occisos, por pensar “que bueno que no soy yo”.

Amelia hoy lucha por recuperarse y por justicia. Por eso volvió a la escena del crimen, porque no quiere que nadie más pase por lo que ella vivió. Ella no es indolente.

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