martes 14 mayo, 2024
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COLUMNAS GILDA MELGAR

«DOLCE ÁLTER EGO»: Me voy a comer al mundo

Por GILDA MELGAR
No cabe duda que los millennials han revolucionado la industria del turismo. Su visión global, uso de tecnologías e interconectividad modificaron por completo los patrones de consumo a la hora de viajar.
Las nuevas y diferentes formas de viajar o vacacionar no tienen nada qué ver con las de mi época de juventud, cuando en el mejor de los casos y si se contaba con el recurso, se recurría a las guías o agencias de viaje para asegurar el hospedaje o la entrada a una que otra atracción.
Hoy, antes de llegar al país o ciudad a la que se desea viajar, ya la hemos visitado de manera virtual y tenemos reservada una habitación de hotel, hostal, posada, departamento o casa. También sabemos qué sitios vamos a visitar y hasta pagamos con antelación entradas a museos, teatros o cualquier otro entretenimiento.
Además conocemos el menú de los restaurantes elegidos y sabemos perfectamente en qué cafés o mercados probaremos la comida local.
Lo más importante es que planeamos y “apartamos” el tipo de experiencias que deseamos tener durante nuestro viaje, dejando al azar o al destino el menor porcentaje de nuestro itinerario.
Ya no se trata sólo de estar y ver la ciudad a la que se viaja. Además hay que “sentirla” y “vivirla” como si uno fuera un habitante local.
Los patrones de consumo turístico han cambiado gracias a que los jóvenes “se quieren comer al mundo”, tal como casi se titula uno de mis programas favoritos en el Canal Gourmet, en el que una joven española recorre el planeta en busca de aventuras culinarias.
En el episodio 20 dedicado a la Ciudad de México, la guapa Verónica prueba los tacos al pastor en El Huequito, hace compras en el Mercado de San Ángel, se “chupa los dedos” por un elote callejero con mayonesa, prueba los escamoles, hormigas y gusanos en un local de La Merced y se desayuna unos chilaquiles como en casa en el departamento de una pareja hispter de la Condesa y su grupo de amigos (https://canalcocina.es/actualidad/noticias/me-voy-a-comer-el-mundo-ciudad-de-mexico).
No en balde los eslogan de Airbnb que rezan: “Live like a local” o “No vayas a París, vive en París”, son tan gráficos de lo que demanda el turismo actual: una oferta basada en experiencias en la que el aspecto gastronómico ocupa un lugar top, como ha quedado demostrado en la recién publicada lista de las “10 mejores experiencias de viaje”, nombradas así por los Travellers Choice Awards, otorgados por la agencia virtual Trip Advisor y que fueron seleccionadas por la aplicación de acuerdo “con un algoritmo que tuvo en cuenta la cantidad y calidad de los comentarios y calificaciones de los viajeros”.
No me sorprendió en absoluto descubrir que el primer lugar de esa lista lo ocupa un tour gastronómico en la región de la Toscana, Italia. La mejor experiencia de viaje 2018 es una clase de cocina y almuerzo campirano en Florencia, en la que los viajeros van de compras a un mercado local y bajo la guía de un chef– preparan bruschetta, cerdo asado y tiramisú para luego disfrutar del banquete comunal con copas de Chianti.
El segundo lugar otorgado por los viajeros fue para un recorrido en bicicleta por la ciudad de Berlín, y el tercero a un tour de un día por Nueva York. La lista completa aquí (https://foodandwineespanol.com/este-recorrido-gastronomico-recibe-el-nombre-de-la-mejor-experiencia-tripadvisor/).
Curiosa, revisé la lista hasta el lugar 25– con la esperanza de encontrar un destino MX, pero no lo hallé. Me quedé pensando en cuáles serían las experiencias culinarias mexicanas más buscadas por los extranjeros que nos visitan, y en una revisada rápida encontré, por ejemplo, “Todo Puebla” con degustación de cemitas, mole, chiles en nogada y dulces típicos. O el “Polanco Food Tour”, visitando locales del vecindario citadino más top, con probadas de cocina yucateca, oaxaqueña y michoacana. Por supuesto, no podía faltar la oferta de recorridos en torno al tequila y el mezcal.
Cuando me volví adulta joven e independiente me armé un viaje a Cozumel. Soñaba con ver el azul turquesa de su mar. Veía postales y suspiraba. Mi esposo y yo compramos el boleto de avión en una agencia de la aerolínea. Reservamos un hotel por teléfono y arribamos a la isla sin tener idea de nuestro itinerario. Todo fue seleccionado de acuerdo a nuestro presupuesto e intuición y aunque no todo fue perfecto aún recuerdo con emoción nuestra cena en un lindo restaurante donde disfruté por primera vez en mi vida de un “Mar y tierra”: un corte de carne, tierno y jugoso al lado de una langosta bebé en mantequilla, un plato que acompañamos con una copa de Pinot Grigio.
Obviamente no subimos la foto de esa noche a ninguna red tipo Instagram porque no había nada de eso. Pero el sonido de las olas del mar tras la ventana, la brisa, el salón a media luz y la imagen de mi plato níveo con el guiso al centro adornado con una ramita de eneldo, no los olvidaré jamás. No es que añore los tiempos viajeros de antaño, sólo celebro el azar, la sorpresa y el descubrimiento gozoso de lo desconocido y largamente esperado.
Y no se preocupen, estoy lista para trascender a mi generación y viajar en busca de nuevas experiencias culinarias, al estilo de Verónica y sus contemporáneos, al estilo Trip Advisor.

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