POR RAÚL RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ
¿Qué sería de Dios sin el Diablo? La oscuridad sirve para resaltar la luz. La vida no es otra cosa más que una sucesión de contrastes. El bien se explica frente al mal. La juventud se aprecia ante la vejez. La salud se aquilata cuando enfermamos. El Budismo lo explica en sus Nobles Verdades: todo tiene su antítesis: el éxito conlleva fracaso, la fama el descrédito.
Así las cosas, la grandeza de Juárez radicó en que enfrentó al Imperio Francés. Sin Maximiliano, quizá don Benito habría quedado como uno más de los presidentes jacobinos del Siglo XIX, tipo Gómez Farías o Lerdo, pues su legado no habría encontrado eco mundial ni habría representado nada para la identidad nacional, de no haber sido precisamente porque doblegó al espurio invasor.
Maximiliano de Habsburgo, con su locuaz intervención, derrumbe y martirio, fue el principal promotor del oaxaqueño, hasta catapultarlo a niveles de trascendencia histórica como Simón Bolívar, George Washington o Fidel Castro. Justo las dimensiones a las que aspira AMLO.
Decía el legendario filósofo del Sistema, Jesús Reyes Heroles: “lo que resiste apoya”. Con ello quería decir que tus enemigos te sirven para darle sentido a tu propia causa. El rechazo de tus opositores, sus ideas contrapuestas, sirven para delimitar lo que sí eres y lo que no.
Hago esta reflexión porque ha sido tal el tsunami obradorista, que no ha quedado nadie en pie para contrastarse con ese proyecto. Me refiero a los adversarios legítimos que en toda democracia deben existir. Me temo que nadie -ni las ONG- tendrán peso alguno. Los partidos han quedado en quiebra moral por su gran extravío de las últimas dos décadas. Varios de ellos incluso desaparecerán.
Me temo que a AMLO le ocurre algo terrible: ya venció a todos sus enemigos sin siquiera haber iniciado. ¿Ahora quién le servirá como punto de referencia? No pueden ocupar ese papel sus antiguos demonios como Salinas, Fox, Calderón ni la “minoría rapaz de empresarios fifi”. Son “cartuchos quemados” del pasado que no ayudarán para explicar los contratiempos que surjan en el futuro.
Andrés Manuel ha prometido una épica epopeya llamada Cuarta Transformación Nacional (después de Hidalgo, Juárez y Madero). Sin opositores enfrente me parece que los cambios no serán entendidos por el pueblo en su justa dimensión. El calado de la revolución silenciosa podría pasar inadvertido. Sería como invitar a la gente a que se asome a contemplar las estrellas en un día soleado.
Necesitará y pronto, encontrar a su Maximiliano. La narrativa oficial no puede ser la única que vaya explicando la transformación nacional pues corre el riesgo de convertirse en propaganda y perder así legitimidad.
Tener el monopolio de la autoridad tendrá sus recompensas pero entraña un grave riesgo: no tener a quién echarle la culpa de los problemas. Eso llevará a múltiples purgas tipo estalinistas dentro de Morena, donde a falta de enemigos externos encuentren traidores a quienes señalar. No les será difícil después de haber creado una melcocha política con tanto cascajo de otros partidos. Pero no bastará.
Apunto algunos candidatos a ocupar el rol de villano favorito, aunque no significa que sean una sana opción: Trump, los grupos del narco y la extrema derecha de Guanajuato, único reducto donde el Peje no ganó. Y si la relación con las fuerzas armadas no se atiende correctamente, bien podríamos ver surgir algún general carismático de derecha, que llame a la mano dura tipo El Bronco y su moche de manos. Aguas.
Raúl Rodríguez Rodríguez. Escritor y analista político. @rodriguezrraul