POR FERNANDO COCA
Primero fue José Antonio Meade el que reconoció el triunfo de su adversario y lo hizo con una claridad a la que no estamos acostumbrados. El otrora partidazo aceptaba su derrota sin reservas..
Después Ricardo Anaya admitió que el ganador fue el puntero de todas las encuestas desde que inició el proceso electoral.
Ambos advirtieron que serán oposición. Dieron la cara como ninguno de sus antecesores se habían atrevido a hacerlo en la joven de democracia mexicana.
Desde 2006, millones de personas soñaron con este triunfo. Muchos de ellos se sumaron a la causa de Andrés Manuel López Obrador luego de la artera y vil maniobra de Vicente Fox que lo llevó al desafuero.
Otros se acercaron a López Obrador cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidió por millones de mexicanos, que Felipe Calderón debía ocupar la presidencia de la República.
Seis años después, fructificó el intento de restaurar el poder presidencial de los gobiernos priistas. Enrique Peña Nieto llegó a Los Pinos y llevó consigo a la corrupción, la indolencia y el cinismo a niveles poco vistos en México y el mundo.
Personajes de la alta burocracia, de la élite empresarial y financiera, y de la alta sociedad contribuyeron, con sus aliados en el gobierno, a darle discurso y razón a Andrés Manuel López Obrador y a su movimiento, para ganar contundentemente la Presidencia de México.
La claridad del mensaje de López Obrador conquistó a las mayorías, al grado de darle la confianza para entregarle los votos necesarios para controlar el Congreso.
El mandato ha sido claro: un cambio con sentido social, humanista, del pueblo y para el pueblo.
La Letrina. Ojalá que los seguidores de Meade y Anaya que se dedicaron a insultar, denostar, humillar y discriminar con mensajes racistas y clasistas, retomen la postura y el discurso de sus candidatos. Reconciliación. Espero que ya dejen en el pasado los adjetivos y las descalificaciones rabiosas. Eso sí es un peligro para México.