De verdad han sido semanas complicadas, estoy segura de que cualquiera me daría la razón, en el micro universo de cada quien hay pequeños y grandes dramas, cada quien carga su propio costal consciente de que no lo pidió y tampoco sabe en dónde ponerlo.
Lo digo yo en mi calidad de ama de casa desesperada, todo está carísimo, lo digo diario, no hay un solo trámite en esta ciudad que se resuelva fácil, los servicios son cada vez más caros y menos eficientes, resulta irrisorio que incluso tienes que ser tú quien acuda a las oficinas gubernamentales a informarte ¿cuánto debes y de qué? Pocas ventajas han traído las privatizaciones, la gasolina es más cara, el gas es más caro, la telefonía y la señal de TV un absurdo, pagamos en México más que en cualquier país por cosas que nos han venido vendiendo este último sexenio como un acercamiento al progreso, al bienestar y ahorro familiar. Es caro salir y es caro quedarse en casa, tener auto propio y usar el transporte público es complicado y cada vez más costoso. Como si fuera poco, padecemos de las campañas electorales que no hacen más que amenazarnos con que si elegimos a uno u otro candidato la cosa se va a poner todavía peor.
No tenemos casi ninguna esperanza de que México califique siquiera a octavos de final e incluso entre las familias hay cada vez más fricciones y enfrentamientos, creo que nunca había sido tan difícil mantenerse en un equilibrio consciente entre la desolación absoluta y las ganas de dejar todo y levantarse en armas, quisiera de verdad volver a ser esa joven romántica que creía en ideologías y no haberme vuelto tan pesimista como lo soy ahora. Anoche leía un razonamiento muy interesante de Carl Jung para lograr la felicidad o sentirse lo más cómodo posible con nuestra propia vida: Tener una buena salud física, mantener buenas relaciones interpersonales, tener la capacidad de apreciar la belleza en el arte y la naturaleza, trabajar en lo que te gusta y sabes hacer y encontrar un equilibrio entre el trabajo, el descanso y la vida personal y, por último, tener fe en algo que nos de consuelo y fortaleza. Tal vez sea el momento de hacer una verdadera introspección en nuestras vidas para dejar de padecer en carne propia lo que no podemos solucionar, hay cosas que desgraciadamente no van a cambiar ni ahorita ni en 20 generaciones porque están arraigadas en el comportamiento humano, la corrupción, el gusto por tomar ventaja, la codicia, la falta de escrúpulos, son características implícitas en muchas personas que se agravan en ciertas circunstancias.
¿Está todo perdido? No en mi opinión, en el micro universo de la existencia de cada quien hay muchas razones ajenas a la agenda política y económica que nos regocijan, nos hacen sentirnos vivos y felices, cada quien sabe cuáles son sus pequeños gozos: caminar en las tardes, hacer ejercicio, cocinar, leer poesía, bailar, practicar algún tipo de actividad filantrópica, la lista es infinita, mientras más recursos tengas, mientras más puedas hacer algo que amas al día, más probabilidades tendrás de vivir con optimismo y alegría en vez de permitir que el pesimismo y la desolación hagan presa de ti.
No habrá campaña política ni furcio presidencial que me quiten el gusto por el café de las mañanas, por el glorioso paisaje primaveral protagonizado por jacarandas y bugambilias, por la charla con amigas, por la risa de tus propios y secretos recuerdos, no va a lograr ningún candidato arruinar mi día mientras pueda tener tiempo para leer un buen libro aunque sea en el transporte público o en la fila de espera para algún trámite burocrático y eterno.
Bárbara Lejtik. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, queretana naturalizada en Coyoacán. Me gusta expresar mis puntos de vista desde mi posición como mujer, empresaria, madre y ciudadana de a pie. @barlejtik