Alzo la voz para exigir a los jerarcas de la Iglesia católica que se abstengan de participar en las elecciones presidenciales de julio próximo dado que su intervencionismo podría desencadenar, aún más, peligrosos conflictos sociales. ¡Los sacerdotes que suban al púlpito a ayudar espiritualmente, jamás a manipular electoralmente!
Formada por mis padres en la religión católica –no radical ni de ultraderecha– asisto de vez en cuando al templo para escuchar la palabra de Dios, en quien creo totalmente. Hace un par de semanas el sermón del padre sufrió una metamorfosis que incomodó a los que estábamos presentes: se refirió al profeta del siglo XXl que, minutos después, tendrá nombre: Carlos Aguiar Retes, el nuevo arzobispo de la Ciudad de México.
No obstante, ese prolongado anuncio hizo que más de la mitad de los feligreses pensaran que el sacerdote se refería al candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien ha pedido la intervención de las diversas iglesias para asegurar que no votar es un pecado social.
La confusión generada dolosamente por el prelado tuvo un momento de tensión, rota por una carajada de alivio de los presentes, que en voz baja expresaron su simpatía por los otros candidatos presidenciales: José Antonio Meade y Ricardo Anaya.
Preocupada salí de misa pensando: ¿hasta dónde llegará esta contienda electoral que promete más división y odio entre los mexicanos? Ayer lo supe.
Atónita, leí que la arquidiócesis de Guadalajara realizó una encuesta entre sus feligreses para saber cuál precandidato presidencial tenía más adeptos; el resultado es lo de menos, lo grave es que la Iglesia católica olvida que constitucionalmente está impedida para hacer política. Violando no solamente la Carta Magna en su artículo 130, sino también la ley electoral que rige los comicios federales.
Esta cínica actuación de los prelados jaliscienses me llevó a recordar que el distanciamiento entre Iglesia-sociedad fue vulnerado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien para posicionarse después del fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas permitió a la Iglesia, con apoyo de la ultraderecha mexicana, tener personalidad jurídica en materia de educación.
La Iglesia, teniendo como cabeza al cardenal Norberto Rivera Carrera, no pudo avanzar más durante los gobiernos de los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón. Ambos mantuvieron los preceptos que establecen el laicismo a pesar de su inclinación católica.
Decir que detrás de esta acción manipuladora está el partido en el gobierno, sería mentir: al PRI no le conviene que los sacerdotes hablen indirectamente de profetas y mesías, de salvadores del mundo, de redentores de los pecadores y de apóstoles que andan pregonando el discurso de perdón y olvido de su maestro.
Todos, como mexicanos que somos, tenemos el derecho de elegir libremente a quién queremos que nos gobierne: para esos estarán las urnas. Lo que no es derecho, honesto ni aceptable es la manipulación desde el púlpito para llevar al poder a quien la Iglesia piensa que podría ganar.
¡Nunca más la religión metida en política; los muertos por esta causa aún viven…!
Elena Chávez. Estudió periodismo en la universidad Carlos Septién García. Ha escrito los libros “Ángeles Abandonados” y “Elisa, el diagnóstico final”. Reportera en diversos diarios como Excélsior, Ovaciones, UnomásUno; cubrió diferentes fuentes de información. Servidora Pública en el Gobierno del Distrito Federal y Diputada Constituyente externa por el PRD.
