En verdad, ¿cuánto vale una vida? ¿Cuánto vale la lucha por la tierra, herencia ancestral? ¿Cuánto vale la sensación de seguridad? ¿Cuán valiosa es la cultura indígena? ¿Cómo podríamos los mexicanos compensar la discriminación y el olvido que han sufrido los indígenas por décadas?
En su mirada hay profunda tristeza, pero el dolor en el pecho es más grande, es una sensación entre incertidumbre, impotencia e injusticia. Ella, de un día para otro, quedó viuda y a cargo de la alimentación, el abrigo y la educación de cinco hijos menores de edad. Pero lo más triste es que no observa ningún cambio en su entorno, al contrario, ella y sus hijos están más solos que nunca, vulnerables ante el crimen organizado y su tierra en riesgo de serles arrebatada.
El gobierno estatal se sabe responsable por omisiones propias y ajenas. Al decidir un monto económico en compensación por el daño causado, contempló que no solo las dos viudas, sino también la madre había quedado en la indefensión, tras el asesinato de sus únicos dos hijos. En la cultura wixárika los varones se hacen cargo de las necesidades de sus progenitores envejecidos.
Recientemente las viudas y la madre de Miguel y Agustín, indígenas wixaritari asesinados en el municipio de Tuxpan de Bolaños -en la sierra de Jalisco-, recibieron el mayor pago otorgado hasta el momento (en cantidad) por la reparación del daño como víctimas indirectas del doble homicidio.
La compensación económica ya se entregó y se hizo de forma expedita, a diferencia de otros casos semejantes. Sin embargo, el daño es irreversible, incuantificable, no solo impacta a los familiares directos de los indígenas, sino a toda la comunidad, porque los hermanos lideraban los esfuerzos jurídicos de la defensa agraria en la sierra.
Las tierras llevan décadas en una pugna legal entre indígenas jaliscienses y nayaritas. Tres mil 901 comuneros wixaritari han interpuesto 145 demandas para defender sus tierras; de éstas, 15 se han dictaminado a favor de Jalisco y están para ejecutarse, pero ellos no perciben certidumbre jurídica y advierten que no cederán ni un centímetro de las tierras heredadas por sus abuelos.
En la sierra, el reloj corre diferente y sin falta; poco a poco, las viudas y sus hijos van a ir recuperando su proyecto de vida, pero la tragedia cobró dimensiones mayores, impactó a toda la comunidad. Los dirigentes indígenas se sienten burlados, discriminados, abandonados. Es tal su desesperación que analizan demandar al Estado mexicano ante organismos internacionales por el rezago que han sufrido durante décadas.
No ven satisfechas sus necesidades básicas. Es el colmo que en los Centros de Salud no haya medicamentos, ni siquiera suero oral o anti-alacrán. Literalmente, en las comunidades wixaritari está prohibido enfermarse porque al que se enferma lo meten al cepo para que no contagie a los demás. “¡No es justo cómo nos están tratando!”, expresó desesperado el comisario de las comunidades San Sebastián y Tuxpan, Ubaldo Valdés Castañeda.
Los indígenas wixaritari están cansados de mendigar atención. A raíz del asesinato de sus líderes agrarios, hasta cambiaron sus hábitos; los jefes de familia dejan de subir a “la labor” y han descuidado las cosechas para proteger a su familia ante la invasión de territorios.
Sin duda, la reparación del daño debe ir mucho más allá de un monto entregado. Implica decenas de medidas compensatorias para devolverles a todos ellos sus tierras, el honor, la salud y su riqueza ancestral… porque cuando nosotros llegamos, ellos ya estaban ahí.
Adriana Luna adriana@notiemp.com Periodista multimedia con 25 años de ejercicio profesional. Secretaria de Acción Femenil en el Sindicato Industrial de Trabajadores y Artistas de Televisión y Radio, Similares y Conexos de la República Mexicana, (SITATYR) sección Guadalajara. Secretaria General del Club de Periodistas de Jalisco. Curiosa en todo, experta en nada. Mujer antagónica en sí misma, con el corazón parecido a la Madre Teresa y con un genio como el de Margaret Thatcher.