Un flashazo que no sólo me nubló la vista momentáneamente, sino también mi actuar… Eso fue lo que experimenté hace unas semanas en una sala de espera. Sorprendí a un presuntamente respetable analista financiero mientras me tomaba fotos con su teléfono celular, sin mi consentimiento. En la sorpresa, alcanzó a balbucear algo parecido a una disculpa: “fue accidental”, dijo.
Llegaron más personas, entre ellas mi acompañante. Me sentí enojada, avergonzada y abandoné el lugar. Tardé varios minutos en poder comentar el incidente ocurrido, y días, en disipar mi enojo. A la fecha, ignoro si habría manera de sancionarlo más allá de expresarle mi molestia y enfado.
Miles de mujeres se pueden sentir identificadas. En días pasados, el suplemento de mujeres del diario El País dedicó un reportaje a los llamados “asobuitres” en Colombia. Están definidos, literalmente, como asociaciones de buitres: grupos de Facebook de universitarios que postean fotos de mujeres, las cuales sustraen de sus redes o que les toman de incógnito. En esas páginas los usuarios comentan sobre ellas –no precisamente de manera caballerosa– e incluso intentan localizarlas. Como bien plantea el periódico español, se trata de fomentar el morbo colectivo hasta llegar al acoso.
En el lenguaje coloquial latinoamericano, el término ‘buitre’ se refiere a los hombres que están en búsquedas desesperadas de mujeres guapas por todos lados. Los administradores de Asobuitres Uniandes, dice El País, “reconocen que estas páginas son machistas y que pueden ser ofensivas y un peligro para la mujer”. Uno de estos administradores le escribió a Pulzo, un portal colombiano, para precisar que se tomaron “las medidas necesarias” en la página para evitar que se dé algún tipo de acoso.
¿Acaso el simple hecho de ser fotografiada y expuesta en redes no es en sí mismo un acoso? Al parecer no para estas asociaciones.
Tal vez nuestra primera reacción sea pensar en sanciones más fuertes, endurecer medidas legales, lo cual puede, en primera instancia, parecer lo justo por el hostigamiento al que miles de mujeres se ven expuestas en estas comunidades virtuales.
Pero estaríamos cubriendo la forma y no el fondo de la problemática. Lo notable es que hombres jóvenes, con un grado de preparación académica, no tengan problema en asumirse a sí mismos como promotores del machismo y crean que cosificar y despersonalizar el cuerpo de una mujer no es en sí mismo una acción perniciosa. Esto no se soluciona con castigo, sino con sensibilización.
Frases como “de los momentos ricos al final del semestre. ¡Qué piernas tan lindas!”, son de las más ligeras que se pueden encontrar en estos grupos. Es destacable cómo la mayoría de las fotos y de los comentarios hacen alusión directa a partes del cuerpo; como si pudieran fragmentarnos; como si no fuéramos seres completos, sino un par de senos o piernas que se pueden desear y utilizar sin nuestro consentimiento.
Universitarios y profesionistas nos demuestran que no es la preparación académica lo que genera hombres con conciencia de género. Urgen campañas de sensibilización sobre lo que es acoso. Es necesario que haya protocolos no sólo por parte de las autoridades, sino de la sociedad, para hacerle frente a este problema.
También hacen falta mujeres que sepamos cómo actuar ante las miradas que nos invaden y hombres que entiendan que sus miradas nos humillan, que nuestro cuerpo nunca es propiedad pública. Que merecemos respeto. No somos objetos que se ofertan en un catálogo, ni presas de cazadores que ejercen su fisgonería ocultándose cobardemente detrás de un teléfono celular. Somos mujeres completas, no pedazos.
Saraí Aguilar | @saraiarriozola Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y doctora en Educación.