En la primera vuelta de las elecciones de Francia, la candidata de derecha del “Frente Nacional”, Marine Le Pen (21.7% de los votos), logró, junto con el candidato del centro, Emmanuel Macron del Movimiento “La Marcha” (23.7% de los votos) pasar a la segunda vuelta que se llevará a cabo el día 7 de mayo. ¿Tendrá oportunidad la extrema derecha apoderarse del poder en el país galo?
Sin ser pesimista o estar a favor de las posiciones de la ultraderecha francesa, me parece la respuesta es que si bien es cierto, nada está escrito y faltan 14 días para la segunda vuelta, hay elementos que me permiten pensar que si Le Pen logra aglutinar y capitalizar (como lo hizo en su momento Donald Trump) el descontento de esa parte de la población, especialmente los jóvenes, excluidos por el proceso globalizador y liberal en el marco de la era de los Tratados Comerciales Internacionales de la Unión Europea (UE), muy pronto tendremos que acostumbrarnos a un entorno global con una gran cantidad de sobresaltos.
Después de Francia, vendrán seguramente movimientos similares en España, Italia o Escocia. Los nacionalismos, acompañados de políticas públicas, como las que defiende Le Pen, serán parte del escenario de las relaciones internacionales.
Otro factor del que se habla poco es el de la economía francesa. Con un crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB) en el 2016 del 1.1%; una inflación de la misma cantidad; una tasa de desempleo del 10%, 23% en el caso de los jóvenes y una deuda pública del 96% de su PIB, la economía de Francia no despega ni crece, por lo menos a las tasas que esperan los franceses. Los que se abstuvieron de votar, los sindicatos y el sector agrícola, serán clave en la segunda vuelta. Curiosamente, estos dos grupos son los más afectados por el proceso de integración europeo. La globalización no llegó a todos. El campo y las ciudades viven realidades diferentes. Francia está partida.
En la coyuntura de Le Pen, como la segunda fuerza política de Francia frente a la segunda vuelta, éstos indicadores se concatenan con sus promesas de campaña que van en contra de las políticas integracionistas y supranacionales de Bruselas. Si a esto le agregamos el tema del terrorismo que regularmente se vincula a la política migratoria comunitaria porosa y abierta con los refugiados provenientes de las ex colonias o los países donde hay conflictos como Siria, el panorama para Emmanuel Macron es muy complicado.
Lejos de salir de la incertidumbre política francesa, el mundo estará pendiente de los debates, enfrentamientos y acusaciones de los dos candidatos. Ojalá que la madurez y sabiduría prevalezcan en ese universo de votantes (30% del padrón electoral) que no salió a las calles a votar y que los principios de la revolución francesa (libertad, igualdad y fraternidad) que heredó a la humanidad sigan vigentes en ese país y, sobre todo, en este mundo tan convulso.
Adolfo Laborde. Analista internacional http://adolfolaborde.com/