La “crítica” de la joven Mars al sistema educativo tiene el aroma del cristal con el que está hecha: una joven para la que la movilidad social de la educación no significa nada, como no sea la cantidad de likes que tiene su video de renuncia. Ahora comenzará a dar tumbos para encontrar su lugar en su vida.
Ella, como muchos jóvenes que deambulan conectados a sus teléfonos celulares, sin advertir el mundo exterior, están sin estar en las escuelas, confunden el ser con el aparecer en las redes sociales y no han tenido que esforzarse por casi nada en la vida, gracias a la posición y el trabajo de sus padres.
Es una generación a la que se le ha ahorrado esfuerzo, los padres les hacen tareas, cargan mochilas y loncheras hasta la puerta de las escuelas, discuten con los profesores, no la evaluación sino el número.
El “sistema” del que se queja Mars es un sistema cultural, con estructuras que superan su familia y comodidades de clase media. El ahorrar oportunidades de fracasar y rehacerse después de un tropiezo escolar, deportivo, de relaciones humanas, son estructuras culturales que se ha generado por los padres y madres de la clase media de México y que, a pesar de su experiencia, la de la cultura del esfuerzo en la que crecieron, han decidido aspirar a la vida de lo que suponen son las clases altas, y así crearles a sus hijas y sus hijos cuerpos de cristal.
Dejamos a nuestros hijos en la indefensión emocional porque ejercemos una mediación más allá de la primaria cuando no es indispensable.
Lo más difícil es educar en la autonomía y aceptar la autodeterminación, pero son habilidades que se deben enseñar a las hijas y a las alumnas también. Enseñar a caminar por calles que pueden tener peligros como en la ciudad de México, usar el transporte público, enfrentar las consecuencias de sus decisiones.
La madre y el padre de Mars representan un universo mayor y dilatado por la geografía nacional, el de una clase media con aspiraciones que ha estado demasiado expuesta a los estereotipos, solidificada por los melodramas de la tv y ahora de las redes sociales.
Los profesores sufrimos a la generación de cristal de una manera conflictiva, tenemos la responsabilidad, no de enseñar saberes, sino de formar personas, y eso implica formar también la inteligencia emocional. En los cursos de emprendimiento se sabe qué iniciativa va a tener éxito y cuál probablemente no, porque lo primero es tener una actitud de resiliencia ante los fracasos y obstáculos, que la persona que está generando un proyecto de vida pueda conservar sus metas, aplazar la hora de la cosecha, para lograr beneficios mayores.
Lo malo del gran éxito de las redes sociales es que duran poco, pero son muy subyugantes. Mi canal de Youtube tiene más de 22 mil visitas, y me da gusto porque es un canal de apoyo a mis clases, de contenidos académicos; su éxito no me exime de ser buena profesora; me obliga a ser mejor. El profe Julio, un gran youtuber, se esfuerza por dar buenas explicaciones. Khan Academy comenzó así, con explicaciones, un canal donde se compartían conocimientos.
Espero equivocarme rotundamente pero con el tiempo Mars y sus familias estarán buscando un buen pegamento para recoger las piezas de cristal de su sueño.
Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.