El cine nos puede orientar, alentar, dirigir y brindar modelos de conducta.
Aclaración preliminar: cuando digo “sobrevalorada” no quiero decir que ninguna de las películas que citaré sea mala (todas fueron creadas por cineastas de indiscutible talento), simplemente me pregunto si esas 5 de 5 estrellas que se les han dado son un rasero realista de su calidad, o si más bien son una señal de que no hubo mejor oferta. Es decir, si los críticos ya prodigaron la más alta calificación que se le puede dar a una cinta, ¿qué número le pondrían a la próxima verdadera obra maestra que —aun confío— aguarda en el horizonte? ¿Cuántas estrellas le darían a la próxima Ciudadano Kane o Chinatown o Cantando Bajo la Lluvia (si de musicales se trata)?
Podría parecer superficial en estos tiempos dedicar una columna a las cintas más sobrevaloradas del 2016, pero es justo ahora cuando más atención deberíamos poner a lo que nos está diciendo el arte. Las películas que han sido más alabadas por los críticos son las que tendrán más exposición al público, y vale la pena detenernos un momento a revisar lo que están diciendo. El cine nos puede orientar, alentar, dirigir y brindar modelos de conducta; es un espejo que refleja y, a la vez, moldea la realidad. En su clásico “De Caligari a Hitler”, Siegfried Kracauer propone que el cine apolítico y escapista de la entreguerra en Alemania contribuyó a que el totalitarismo se “colara” por la puerta de atrás.
La La Land, la primera de esta lista, es justamente la cinta que este año recibió 14 nominaciones al Oscar —un récord sólo igualado por Titanic (1997) y All About Eve (1950). La La Land es un agradable musical, sin duda, pero ¿la mejor película del año?
PURA MAGIA
Como un alquimista, el director Damien Chazelle supo combinar elementos clave que hacen del musical un espectáculo de altos vuelos eminentemente cinematográfico. El mismo hecho de que se haya realizado en Cinemascope, es el sello de su innegable procedencia. Eso a la vez nos da una muestra de sus limitaciones: trasladada al teatro, La La Land perdería su esencia. Más que tener un argumento bien hilado, La La Land es una serie de viñetas que funcionan como una carta de amor a Hollywood y un homenaje al género que lo muestra en su expresión más exuberante y optimista: los musicales. El resultado es mejor que la suma de sus partes.
Para quienes dicen que es innovadora y una deconstrucción del musical, habría que remitirse a sus principales fuentes de inspiración para ver si la renovación comenzó con ella. Por ejemplo, en Cantando Bajo la Lluvia (Dir. Stanley Donen y Gene Kelly, 1954), Kelly lleva a Debbie Reynolds a un foro de grabación y crea el escenario perfecto para que su declaración de amor sea más “creíble”: telón de un atardecer, viento, hielo seco y luces a las que después añade su voz cantando “You Were Meant for Me”. El momento no sólo fue creado para Reynolds, sino para el público, para invitarlo a que le echara un vistazo a los recursos del cine para crear momentos mágicos.
También se dice que “moderniza” al musical porque no tiene un desenlace convencional. Sin embargo, hay muchos musicales que tienen finales más bien trágicos como Nace una Estrella, Amor sin Barreras o Sweet Charity. Emma Stone y Ryan Gosling no son, ni pretenden serlo, cantantes y bailarines. Supuestamente, el punto es que sean supuestamente personajes “comunes y corrientes” expresándose con música. En Los Paraguas de Cherburgo (Dir. Jacques Demy, 1964), una de las más claras fuentes de inspiración de Chazelle, los actores recitaban sus diálogos.
Sin embargo, La La Land, quiere parecerse también en otro aspecto a la cinta de Demy, lo que resulta forzado. El agridulce final de Geneviève y Guy era orgánico a la historia, mientras que el de Mia y Sebastian es puro artificio. De hecho, el drama central es inexplicable y más el devenir del romance.
Por otra parte, el juego especulativo de una historia paralela parte de una nimiedad que en realidad no hubiera cambiado en absoluto el resultado final. Es decir, ¿la historia de amor hubiera sido diferente si en lugar de enamorarnos la cuarta vez que nos topamos, lo hubiéramos hecho a la segunda?
Otra de las formas en que La La Land solo impone situaciones para crear momentos, es el hecho de que personajes entran y salen sin tener una misión en la historia rompiendo así una de las reglas cardinales del guionismo: No metas una pistola en el escenario si no la vas a usar. No sólo las tres compañeras de cuarto de Mia son introducidas al principio para crear una coreografía al estilo de Sweet Charity (Dir. Bob Fosse, 1969) y ya nunca las volvemos a ver. Peor aún, Laura, la hermana de Sebastian—interpretada por Rosemarie DeWitt, una actriz conocida, lo cual te lleva a sospechar que su papel fue recortado en la sala de edición—aparece solo en una secuencia.
La pregunta finalmente es ¿qué tan grande puede ser el mérito de La La Land si lo vemos como una afortunada y virtuosa combinación de momentos que exprimen la magia del cine para funcionar? Si pensamos que en la pasada entrega de los Globos de Oro, Jimmy Fallon y Channing Tatum supliendo a Gosling y Stone, resultaron igual de efectivos, nos podremos dar una idea del gran mérito de Chazelle y de los límites de La La Land.