“El espectador que disfruta de la tortura dejará de ir cuando el toro sólo persiga a su verdugo”.
Por fin caía la mordaza que tuve que imponerme al entrar a la Asamblea Constituyente, cuando en la pantalla electrónica de votación aparecían 84 votos a favor de que los animales fueran reconocidos como “seres sintientes”. Los diputados, la mayoría, de gran experiencia política, cayeron en su propio juego al creer que poniendo un párrafo referente a la protección de los animales en espectáculos salvarían la tauromaquia. Sin embargo, olvidaron que también los toros y gallos son sintientes y constitucionalmente se debe proteger su integridad y, por la tanto, su vida.
¿Muere la tauromaquia?, me preguntarán. Aún no, pero sí agoniza. Con el estatus de “seres sintientes”, nos iremos a las leyes secundarias, ya no a rogar a los legisladores locales que terminen con una “tradición” que ha sido repudiada hasta por quienes la crearon, sino a exigirles que de inmediato saquen de la congeladora legislativa la iniciativa que por corrupción han mantenido oculta para que prohíban de inmediato todo instrumento de tortura contra toros, gallos y otros animales.
Algún taurino apelará a que en el articulado sobre protección animal quedó establecido que la ley determinará las medidas de protección en espectáculos de acuerdo a la característica, naturaleza y vínculo con el animal; podrán alegar que tal vínculo es torear al toro. Efectivamente, podrán hacerlo… pero sin lastimarlo, torturarlo y matarlo como lo vienen haciendo, así que, en pocas palabras, esos señores que se visten de mil colores están obligados constitucionalmente a respetar la vida de estos animales.
En el numeral 3, inciso A, del Artículo 18, Carta de Derechos, de la Constitución de la CDMX, quedó asentada la protección animal. Es importante que ustedes, queridos lectores, conozcan cómo fue que apareció la palabra “espectáculos” en el dictamen, cuando en el proyecto enviado por el Jefe de Gobierno no se contemplaba. Movimiento Ciudadano y el Partido Verde Ecologista, al pedirme sumáramos una sola iniciativa, tenían la prohibición de abordar las corridas de toros que en la discusión del dictamen ya no sostuvieron… Yo sí lo hice, y ahí están videos y versiones estenográficas que lo demuestran.
Durante la discusión del tema de protección animal y con la ausencia del diputado de Movimiento Ciudadano, René Cervera, defendí la vida de toros y gallos pidiendo a mis compañeros de la Comisión de Carta de Derechos no hicieran de la Constituyente un coliseo romano donde a la orden del amo y con el pulgar inclinado se condenaba a muerte a un inocente. Denuncié ante todos los presentes, entre quienes estaban luchadoras antitaurinas por ser parlamento abierto, que los priístas y el Verde dejarían atrás a los animales por haber ganado en la votación la inclusión del tema de matrimonio igualitario, que ya había muerto en el camino.
La iniciativa de la prohibición de las corridas de toros se votó y ganó ante la euforia de las antitaurinas que seguían la discusión, pero ésta se echó abajo de inmediato cuando la diputada y senadora del PRI, Yolanda de la Torre, entre gritos de desesperación, exigía al secretario de la Comisión, el panista Carlos Gelista, que sacara otra iniciativa que llevaban debajo de la manga. Dos iniciativas votadas y aprobadas sobre la protección animal eran imposibles de ignorar, por lo que solicité se hiciera una nueva redacción, en la que intervenimos el PRI, Verde, PRD –a través de mí– y la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero.
Fue así como surgió una tercera propuesta, ya con la palabra “espectáculo”, que se puso a votación en la Comisión de Carta de Derechos, obteniendo aprobación unánime. El objetivo era proteger a los toros; a las antitaurinas no les gustó y con justificada razón se sintieron defraudadas. Considero que fue una mala jugada de MC y Verde Ecologista incluir la prohibición de las corridas cuando sabían perfectamente que la Constitución no prohíbe: ¡mandata!
Debo confesar que los días subsecuentes me persiguieron la duda y una gran angustia porque no quería ser parte del juego perverso de proteger a unos y dejar morir a otros. Me puse a cabildear entre los otros 99 diputados de la Asamblea Constituyente para convencerlos de que la tauromaquia debía terminar, pero me encontré ante varios de ellos (Gabriel Cuadri, Javier Jiménez Spriú, Jesús Ortega, Javier Quijano y Mariana Gómez del Campo) que me ofrecían su voto para los demás animales siempre y cuando no involucrara a los toros.
Analicé a profundidad ese párrafo del inciso A y llegué a la conclusión de que más que perjudicar ayudaría a establecer medidas de protección a animales que, tristemente, utilizan en espectáculos como la charrería –recientemente reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial–, jaripeos y carreras de caballos, toros y gallos, entre otros.
Calladamente simulé estar conforme; si pasaba el dictamen como estaba, dejaría a los animales –todos– protegidos constitucionalmente e iniciaría así la agonía de las corridas de toros y peleas de gallos, porque al darles estatus de seres sintientes a quienes se les debe respetar su integridad y vida, más pronto que tarde esta matanza brutal ya no tendrá sustento, porque el espectador que disfruta de la tortura dejará de ir cuando el toro sólo persiga a su verdugo.
A todos quienes hemos luchado por abolir la tauromaquia, les digo que “de lo deseable lo posible”, y estemos confiados porque los toros son “animales sintientes”.
¡Vamos por la erradicación de los instrumentos de tortura!
Elena Chávez. Estudió periodismo en la escuela “Carlos Septién García”. Ha escrito los libros “Ángeles Abandonados” y “Elisa, el diagnóstico final”. Reportera en diversos diarios como Excélsior, Ovaciones, UnomásUno; cubrió diferentes fuentes de información. Servidora Pública en el Gobierno del Distrito Federal y actualmente Diputada Constituyente externa por el PRD.
